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Lo objetivo versus lo subjetivo de la percepción

Por: Rafael H. Pagán Santini

2013-04-24 04:00:00

El debate sobre la objetividad versus la subjetividad en la percepción es uno que no se limita al campo filosófico. El neurocientífico e investigador español Joaquín M. Fuster1señala que, percibimos lo que recordamos así como recordamos lo que percibimos. Esta forma de comprender la percepción implica que la información percibida por nuestros sentidos pose un anclaje en la memoria, lo que a su vez es un referente de interpretación. La información percibida, de acuerdo a este punto de vista, es procesada de acuerdo a la experiencia previa del sujeto. Enfrentando a John Locke (1632–1704), empirista inglés, Fuster rechaza el concepto pasivo de la percepción enfatizando su carácter activo al señalar: la percepción no sólo está bajo la influencia de la memoria pero es en sí misma memoria o, más precisamente, la actualización de la memoria. Según este investigador, cada percepción es un evento histórico, es la categorización de una impresión sensorial actual, la cual es enteramente determinada por memorias previamente establecidas.

El punto de vista de Fuster es mucho más plausible sí aceptamos que todas las sensaciones, aún las más elementales son la recuperación de una forma de memoria ancestral, memoria filogenética o memoria de la especie. La neurociencia contemporánea reconoce la influencia histórica y autobiográfica de la percepción, pero las trata colectivamente como un tipo de aporte de centros superiores, de control sensorial de arriba abajo. De acuerdo con la neurociencia las sensaciones más relevantes a los intereses del individuo en un momento dado son procesadas de forma más compleja, comparada con experiencias anteriores, el resultado de este procesamiento de la sensación es que los neurocientíficos denominan percepción.

La visión y la audición son dos modalidades perceptivas que nos permiten tomarlas como ejemplo, en especial la audición, en este caso, nos ayudará a comprender este debate. Al igual que en la visión, donde lo que observamos no lo vemos con los ojos sino con nuestro cerebro, en la audición lo que escuchamos lo procesamos también en el cerebro. Todo lo que escuchamos lo oímos con nuestro cerebro. Existe un viejo dilema filosófico que dice, “Si un árbol cae en el medio del bosque, y no hay nadie cerca, ¿hace ruido?”. George Berkeley, filósofo irlandés del siglo XVII y autor de la interrogante afirmó que sí, pero sólo porque ahí está dios para escucharlo, negando toda posibilidad de ser escuchado si no hubiera nadie para oír el ruido.

Cuando un árbol cae produce ondas sonoras, cambios de presión en el aire, pero no sonido. El sonido es una creación del cerebro, experimentamos el sonido porque la información procedente del oído llega a determinadas regiones del cerebro que transforman la actividad neural en lo que percibimos como sonido. El sistema auditivo está dividido en dos; el sistema periférico el cual es el responsable de los procesos biofísicos de la audición, su función es captar las ondas sonoras y transformarlas en impulsos eléctricos susceptibles de ser enviados al cerebro a través de los nervios auditivos, es lo que comúnmente llamamos el oído2; por otro lado se encuentra el sistema central, que  conforma las casi 30 mil  neuronas que forman el nervio auditivo, encargado de transmitir los impulsos eléctricos al cerebro para su procesamiento. El estímulo específico que actúa sobre del sistema auditivo son las vibraciones de una determinada frecuencia denominadas ondas de presión sonora. Los ondas sonoras son producidos por objetos que vibran y ponen en movimiento las partículas del aire que se comprimen y se expanden produciendo cambios rápidos en la presión aérea.

El sistema auditivo, en su conjunto, tiene como función básica la detección de sonidos, determinar la localización de la fuente sonora y reconocer la identidad del sonido, así como su significado. El poder detectar la presencia o ausencia de sonido constituye el primer paso para poder identificar tanto su localización como su naturaleza y de esta forma poder atribuir a este sonido detectado un significo subjetivo que nos permita tener información sobre el mundo que nos rodea e interaccionar con él.

El debate se centra en si el significado que las ondas sonoras que se expresan cuando se convierten en sonido contienen por sí mismas significado o este se adquiere al ser asociadas a la memoria del individuo. Objetivamente, existen las ondas sonoras, no hay duda de eso, pero subjetivamente, la pregunta es si el sonido adquiere o posee significado. Para poder percibir y reconocer los sonidos el sistema auditivo hace corresponder la transmisión de las señales nerviosas con cada una de las características de éste, así la percepción final se corresponde con el estímulo real. Sin embargo, este estímulo tiene que ser asociado al conocimiento previo del individuo para poder adquirir un significado, de otra forma simplemente es un ruido y puede ser ignorado. De acuerdo Fuster los estímulos son categorizados de acuerdo a la memoria del individuo.

La mayor parte de la categorización perceptiva de la información sensorial se lleva a cabo inconscientemente. Sin estar conscientes probamos y verificamos una miríada de hipótesis sobre el mundo. Mucha de estas pruebas y verificaciones se llevan a cabo en paralelo, concurrentemente a lo largo de varios canales, de una o más modalidades sensoriales. En términos cognitivo, para que el organismo forme percepciones sensoriales se requiere un conjunto de operaciones corticales que permitan identificar el objeto estimulador, contextualizarlo o incluso organizar una reacción motora voluntaria en respuesta a su presencia.    

Aunque, nuestro cerebro procesa inconscientemente una buena cantidad de la información que le llega, una parte es procesada conscientemente. El procesamiento consiente de la información es serial, esto es en pasos sucesivos. Esta parte del procesamiento perceptivo es guiado por la selección atencional. La función cognitiva de poner atención, al igual que la memoria, determinará el curso de la categorización de la percepción. Es decir, la atención establece un procesamiento preferente de la información. 

De acuerdo a Fuster, la atención es una ayuda en la función de categorización de la percepción. Mientras exploramos el mundo en busca de significados y nuevas categorías de la realidad, orientamos nuestros sentidos en los aspectos del ambiente donde sabemos por experiencia que estas pueden ser fácilmente encontradas. Además, los valores personales también pueden colorear nuestras percepciones y dirigir a través de la atención la categorización de la información sensorial. El significado motivacional del estímulo en relación a los valores es un atractor poderoso de la atención. Por lo que, la categorización desde la memoria que forma la percepción es esencialmente un acto de pareo, de emparejamiento, guiado por la atención, los valores y el afecto.

Los argumentos positivistas, exigentes de toda prueba objetiva como requisito fundamente para toda ley natural y los argumentos escépticos, dónde sólo se saben que no sabe nada, se convierten en un discurso pesimista ante la evidencia neurobiológica de la percepción en el que los estímulos objetivo pero a la vez el procesamiento subjetivo, describen el mundo que nos rodea. El elemento subjetivo de la percepción del objeto no quita su existencia objetivo de este, sino más bien establece su significado. El cerebro recrea una copia bastante fidedigna de la realidad, pero no deja de ser copia.

 

1Joaquín M. Fuster, Cortex and Mind, (2003) Oxford University Press, USA.

2Carlson NR. Fisiolía de la conducta. 8 ed. Madrid: Pearson Educación, 2006.

 

 

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