¿Bacterias o virus?

En la práctica médica de nuestro país existen regulaciones marcadas por las Normas Oficiales Mexicanas (NOM).

Las hay para Diabetes, Hipertensión, Tuberculosis y hasta Lepra (en México todavía tenemos esta enfermedad que no es otra cosa más que un termómetro metafórico que mide nuestro grado de pobreza extrema). Así podría mencionar otros problemas de salud que tienen lineamientos establecidos por expertos.  Sin embargo, aunque parezca una broma, no existe una NOM que aborde la enfermedad respiratoria aguda en adultos. Esta es una desgracia porque a los médicos nos brinda la libertad de afrontar este problema de cualquier forma y todo culmina en tratamientos que van de lo risible hasta lo terrible.

Por citar un ejemplo, veo a una mujer de 25 años, que se desempeña como contadora en un trabajo de oficina y me busca por un problema de dolor de garganta de tres días de evolución. Ha tenido tos, congestión y escurrimiento nasal con estornudos. Me manifiesta que siente “calentura”, aunque no se ha medido la temperatura. Se considera una persona sana, aunque maneja, como la gran mayoría de los mexicanos, altos niveles de tensión emocional. No convive con niños y no recuerda haber estado directamente en contacto con un enfermo. La reviso y efectivamente tiene una temperatura febril de 38 grados centígrados, su pulso es de 80 por minuto, su frecuencia respiratoria es de 18 por minuto y no tiene evidencias de enrojecimiento o erupciones. Su faringe está roja, y aunque las amígdalas o “·anginas” están crecidas e inflamadas, solamente tiene un parche de exudado en el lado izquierdo de alrededor de 2 milímetros. Palpo ganglios pequeños crecidos en la región posterior del cuello y sus pulmones se escuchan limpios, sin secreciones. Le digo que se encuentra cursando con un problema de características virales y que no va a ser necesario prescribirle un antibiótico. En este momento se inicia un conflicto, pues en México la administración de esta variedad de medicamentos constituye la regla más que la excepción.

Las personas los exigen y si como médico le recomiendo descanso, ingerir una buena cantidad de líquidos, tomar cualquier analgésico como Paracetamol, Aspirina o algún otro antiinflamatorio, un descongestivo nasal y consejos de seguimiento para una eventual pero rara complicación, de inmediato surge la petición que casi se hace demanda de recetar un antibiótico. Esta conducta surge precisamente porque los médicos hemos generado en la población esa irracional medida. Pero si bien los medicamentos de elección para una infección respiratoria se deben basar en las Penicilinas, en la actualidad es verdaderamente alarmante cómo se indican antibióticos de un espectro muy amplio y como antiinflamatorios, esteroides que aumentan el riesgo de generar problemas con hongos como candidosis, una colitis pseudomembranosa por Clostridium difficile, una infección por Staphylococcus aureus resistente a Meticilina, pero sobre todo, la complicada resistencia bacteriana que generará súper bacterias para las que no habrá un tratamiento. Pero entonces la decisión de administrar un antibiótico desde el punto de vista médico debe basarse, por principio de cuentas, en un sentido común que surge a través de la experiencia y sobre todo, evidencias que cualquiera puede percibir (por ejemplo, abundantes placas purulentas en las amígdalas y un cuadro clínico mucho más dramático que el descrito con anterioridad).

Es indudable que los médicos debemos cumplir con un compromiso de legítima e indiscutible ética profesional, valorando los riesgos y ponderando los  beneficios. Esto implica evitar el uso indiscriminado de antimicrobianos de espectro amplio y por supuesto, evadir totalmente la administración de esteroides, que pueden acarrear serias complicaciones, utilizando todos los recursos al alcance para que técnicamente se tengan las herramientas necesarias que lleven a tomar decisiones acertadas. Así, la atención en esta temporada de enfermedad respiratoria debe ser definitivamente adecuada, eficiente, apropiada y, sobre todo, racional.