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No tienen con qué...

Por: Alejandra Fonseca

2013-02-08 04:00:00

“¿Cómo puedo arrepentirme? No pude ser diferente y no podía detener lo que decidí era lo más importante para mí en ese momento. Si yo no me encontraba a mí mismo, no podría hacer otra cosa más, y me dediqué a eso… y se me fue el tiempo. En ese entonces mi familia, mi ambiente, mi etapa de vida, la época del mundo, mi tiempo, mi manera de ser… eran un todo donde yo fui lo que fui y tomé las decisiones que tomé. Vuelvo a pensar en ese momento y fue lo que me tocaba hacer. Hice lo que tenía que hacer… y lo hice bien…”

Lo dice con tristeza. En ocasiones con profundo desconsuelo. Era grandemente vital, inteligente, sabio… Era… Es joven. Tiene una buena vida. Es lo que se llama una buena persona, pero ahora habla con un pesar que cae como plomo.

“He conocido la depresión, ahora. ¡Nunca antes merodeó mi vida! Sí estuve triste en ocasiones, ¡pero esto… no! Mientras viví mi infancia, mi pubertad, mi adolescencia, mi primera juventud, nunca pensé que algún día me arrepentiría. ¡Nunca! Estaba convencido de que lo que hacía era lo mejor. Me sentía feliz de ser quien era y orgulloso de las decisiones que tomaba. Me sentía libre, auténtico. Todo mundo me envidiaba. Era tan diferente: arriesgado, confiable, luchaba por lo que creía, me comprometí totalmente con lo que quería. Pensé… ¡sí, pensé! que la vida, cuando luchas y te lo mereces, te premia. Que el talento que se desarrolla, la honestidad que se practica, buscar la verdad e irla encontrando paso a paso, ¡valía la vida entera! Siempre pensé, sí, pensé, que cuando yo tuviera equilibrio interior y estabilidad, cuando resolviera mis problemas existenciales y personales, y sobre todo familiares, que eran muchos, no graves, pero sí muchos, la vida me daría el tiempo y el momento para ir detrás del sueño para el que me estaba preparado tanto…

“Y no. Ya no tengo tiempo. Me dediqué a crecer como persona, a lograr ser consciente, a conocerme por dentro y conocer la condición humana. Soy muy hábil para sentir a las personas por dentro. A entender sus recovecos, porque he recorrido los míos una y otra vez, de ida y vuelta, y cada vez es diferente porque cada vez soy otro. Y algo muy importante que una buena amiga me dijo, tengo resuelto lo que la mayoría de las personas no tienen resuelto: sus problemas familiares de origen. Ya no tengo pasado, pero ahora ya tampoco tengo tiempo… ¡se me fue!

“No te asustes. No he matado a nadie. No tengo nada escondido en el clóset. Me carcome el pensamiento de que debí haber sido igual que muchos otros que ahora veo felices: que lucharon por el poder y el dinero y lo lograron. Sin luchar por nada más. Yo lo hice al revés. Creí que primero debía ser una persona valiosa y luego ir a cambiar el mundo. Me pregunto: ¿para qué la verdad, para qué la osadía y el valor de decir lo que eres, lo que piensas y lo que sientes, para qué ser auténtico si llegar al poder sólo se logra con simulaciones, mentiras y falsedades? Yo ya no tengo oportunidad, ellos sí la tienen porque tienen el poder, pero no lo van a hacer. No tienen con qué…”

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