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Entiende el que puede

Por: Alejandra Fonseca

2012-03-02 04:00:00

La rapidez con que sucedió no tiene parangón! Si esa es la dimensión para medir su eficacia y eficiencia, ¡tendrían que darles un premio con gran reconocimiento!

Ni un minuto había pasado, ¡ni uno!, –con reloj en mano– cuando la unidad No. OPC 42 con placas 56–13–CH, del Operativo Parquímetros de la Colonia Benito Juárez, en la Delegación Cuauhtémoc del Distrito Federal, con dos ocupantes: Rocío Abigaíl Cabrera Camargo, con placa No 690771 de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, y Francisco Castro Salazar, (quien se hizo pasar por servidor público) pero es supervisor de pago de la empresa OPEVSA, que manejaba el vehículo, en segundos se apeó del mismo para colocarnos en la llanta delantera derecha un candado para inmovilizar nuestro auto.

Nos habíamos orillado a la orilla, como se dice en chunga. El auto seguía prendido, no estaba bien alineado a la banqueta y mi amiga, que manejaba, y yo, adentro. Checábamos el pinchi aparatito donde se graban las rutas (que no sé cómo se llama, pero ya me dijeron: GPS), cuando, al levantar la cara y por la reacción de las personas en la calle, me di cuenta de que algo extraño pasaba y nosotras éramos las protagonistas.

Volteé el rostro y vi al tipo levantarse. Espié y vi la llanta inmovilizada. Me bajé del auto y le pregunté: “¿Qué hace? ¡No tenemos ni un minuto de haber llegado, el auto está en marcha y no estamos ni tan siquiera bien estacionadas! ¿Cuál es el criterio que siguen para inmovilizar un auto?” El joven, como autómata, respondió: “está delante del parquímetro (No. 8314) y no tiene saldo. Ese es el criterio”. Mi amiga apagó el auto, se apeó y se acercó a la agente a preguntar: “¿Cuántos minutos de tolerancia hay entre elegir el lugar para estacionarse, estacionar el auto, apagarlo, bajarse del mismo y ponerle monedas al parquímetro?” Y ésta respondió como faquir: “No hay tolerancia”. Así.

Imposible razonar con estas personas. Ni indicios de que dos neuronas conectaran. Entiende el que puede, decía mi admirada maestra de filosofía Martha García Amero. En estos agentes no había elementos mínimos para discernir: sus dichos eran dignos del absurdo. Discutir con ellos era como bañar a un burro: pierdes tiempo, jabón y agua. Los vecinos del lugar se juntaron para señalar que esta unidad así actúa: cazar a cualquiera que se “orilla a la orilla” para inmovilizar su auto y que les ofrezcan dinero. 

Hicimos lo que teníamos que hacer: pagar la multa, poner nuestra queja ante el secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, doctor Manuel Mondragón y Kalb, e ir al Tribunal de lo Contencioso para solicitar la devolución de la misma.

La reflexión es: ¿cómo mandan a personas sin preparación ni capacidad alguna de lógica ni reflexión para llevar a cabo acciones que respaldan el respeto a la ley, si son las primeras quienes, al ejecutarlas, no respetan los derechos ciudadanos? Por decir lo menos, pero voy más allá: es increíble que estas mismas personas sean quienes nos deben proteger supuestamente y su visión del mundo en blanco y negro da miedo, porque no tienen la mínima preparación ni capacidad alguna (ni noción) para ver la realidad concreta y evidente, con las mil tonalidades que presenta, así como su fluir en el tiempo–mundo.

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