Viernes, abril 26, 2024

Estructura diluida y dirigencia tránsfuga. Un futuro incierto para el PRI

Estructura diluida y dirigencia tránsfuga anuncian un futuro incierto para el PRI en las elecciones 2018. La siembra política y económica del último sexenio se cosecha con tan buenos resultados. ¿Se perderán si la vida pública vuelve a ser dominada por los liderazgos que contribuyeron a su desaparición?

En los últimos 50 años gobiernan Tlaxcala: Emilio Sánchez Piedras, Tulio Hernández Gómez, Beatriz Paredes Rangel, Samuel Quiroz de la Vega, José Antonio Álvarez Lima, Alfonso Sánchez Anaya, Héctor Ortiz Ortiz y Mariano González Zarur. Sánchez y Ortiz  siendo priistas lo hicieron con el PRD y PAN.

De ese grupo emergen tres liderazgos: Sánchez Piedras, Paredes Rangel y González Zarur. El primero revive su carrera política por su relación con los militares que lo impulsan ante el presidente de la República. Y lo convierten en gobernador del estado. Oportunidad que aprovecha al máximo para beneficio de todos.

La muerte repentina del ex gobernador (1981) provoca la disputa entre quienes se consideran sus herederos políticos. En la ruta final quedan Paredes Rangel y Sánchez Anaya. Mientras que desde el centro del país se convierte a Tulio Hernández en gobernador por declinación de su padre Francisco Hernández.

Beatriz Paredes sustituye a Tulio Hernández. Busca formar un nuevo grupo dándole oportunidad a los jóvenes priistas, incluida su familia. La sucesión gubernamental se le complica. La llaman para hacerse cargo de la secretaría general del PRI como una forma elegante de hacerla a un lado. En el ínterin queda Samuel Quiroz de la Vega.

González Zarur fue hombre de confianza de Sánchez Piedras, al grado de emparentar convirtiéndose en su yerno. Entre Paredes Rangel y González Zarur nunca hubo afinidad. Al faltar Sánchez Piedras su carrera política depende de grupos nacionales sin ninguna relación con Tlaxcala.

El renacimiento de los viejos liderazgos priistas

José Antonio Álvarez Lima, Alfonso Sánchez Anaya y Héctor Ortiz se fueron como llegaron a la gubernatura del estado, algunos no quisieron y otros no pudieron construir proyecto político más allá del sexenio. Entre los vientos corre el rumor de que Sánchez y Ortiz llegan a Palacio de Gobierno por su pertenencia al mismo grupo político priista.

El último del grupo, así lo expresa él mismo, fue Mariano González Zarur. Durante el sexenio busca reconstruir el grupo de ex gobernadores priistas como un comité de orientación política. No se dieron las condiciones para que fuera más allá de la foto. La misma que sirve para confirmar la disolución de los viejos liderazgos.

En la toma de protesta como candidato, en la campaña y en la toma de protesta como gobernador de Marco Mena, hubo algunas ausencias. Sin embargo, después se acercan y se toman la foto. Con ello buscan confirmar su regreso. La nueva generación los revive para asumir que podrán volver a ser candidatos.

Estructura diluida y dirigencia tránsfuga

En los últimos seis años, el PRI ha cambiado de dirigencia cuando menos cada año. La militancia no alcanza a identificar las líneas de acción o cuando menos la estrategia que como partido político debe cumplir. A pesar de ello ha ganado elecciones, particularmente la de 2010, la del Congreso de 2013 y las federales de 2015.

Al Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI le ocurre lo que al esposo de doña Angustias en la película “A toda máquina”. Aquella escena en la que entra y sale diciendo: “Ya llegué vieja. Ya me voy vieja”. El propio gobernador desempeñó esa tarea y después José Luis Ramírez y Florentino Domínguez.

La designación de los dirigentes, conforme a la convocatoria del 10 de marzo, es un prietito en el arroz. En la primera ocasión que Mariano González Zarur compitió por el gobierno del estado y perdió, los dos se salieron del PRI para trabajar por el PAN y después se convirtieron en funcionarios de segundo nivel en la administración de Héctor Ortiz Ortiz.

El mensaje para la militancia no puede ser peor. Será muy difícil de creer el compromiso de un “liderazgo cercano a la gente, de abajo para arriba y de arriba para abajo, con el objetivo de recuperar la credibilidad y confianza de los priistas y de la ciudadanía en general, pues pretendemos que la política vuelva a ser la actividad suprema”.

La tecnología electoral y el aparato gubernamental

En el PRI la estructura electoral siempre ha estado en el aparato gubernamental. La administración pública juega un papel de bolsa de trabajo. Las campañas políticas sirven como sistema de reclutamiento para cubrir desde la primera hasta la última línea. No hay quien participe en una campaña política sin creer que después viene la chamba.

Esta práctica surge con el proceso de subordinación que impulsa Cárdenas para poner bajo el PRI a todos los ciudadanos organizados en corporaciones. Los campesinos a la CNC, los obreros al Congreso del Trabajo, los burócratas a la CNOP y las federaciones de estudiantes a la CJM.

Las elecciones motivan la expectativa de movilidad laboral. Quienes forman parte de la burocracia buscan un ascenso y quienes están fuera, es la puerta de entrada. En Tlaxcala de forma muy particular las presidencias municipales auxiliares, las constitucionales y el gobierno se han convertido en los mayores empleadores.

La tecnología desarrollada desde PRI–gobierno fue socializada por los gobiernos de la alternancia. Los tlaxcaltecas, por su parte, aprendieron el valor del voto en forma coyuntural. No en la definición de un proyecto de gobierno, sino en la negociación inmediata del intercambio de voto por beneficios inmediatos.

No es gratuito que en todas las campañas se repita: “tomen los que les ofrezcan, pero voten en conciencia”. Solo que parece que la conciencia se ha agotado de los anaqueles de las farmacias o de los supermercados. La realidad es que las estructuras de todos los partidos políticos son inexistentes. Estructuras diluidas.

Dónde está ahora la estructura electoral del PRI. No existe. Porque la experiencia muestra que ésta se organiza desde las entrañas del gobierno. La mejor experiencia es ver los resultados de elección tras elección de los gobiernos de alternancia. Nunca organizaron y desarrollaron capacidades al interior de los partidos políticos.

Los resultados electorales

Una rápida revisión a los resultados electorales muestra las disparidades en el comportamiento de los electores tlaxcaltecas. En 2018, ¿los tlaxcaltecas se comportarán con el PRI como lo hicieron en 2006 o 2012? Por qué, porque si alguna elección muestra el desencanto es la de 2006 y el contento la de 2012.

Las elecciones federales realizadas después de que se registra la alternancia en Tlaxcala son seis (2000, 2003, 2006, 2009, 2012 y 2015). Las dos primeras, cuando el Palacio de Gobierno se encuentra pintado de amarillo, la tercera cuando está de azul y la quinta y la sexta cuando recuperó el tricolor.

En 2000, los dos senadores de mayoría fueron para el PRI, la primera minoría para el PAN y los tres diputados se los lleva el tricolor. Para 2003, el PRI retiene dos distritos electorales y uno se va al PRD. Ni un solo asiento logra el PRI en 2006. En 2009, se la vuelven aplicar. Recupera una diputación de mayoría relativa en 2012, y en 2015 se queda con las tres diputaciones.

La pérdida de representación federal fue drástica. Quienes se volvieron su competencia fueron políticos formados bajo la misma cultura y usando la misma tecnología. La maquinaria se movió desde el poder de la gubernatura. Después de esa experiencia los partidos alternantes también han perdido su estructura. Todos tienen una estructura diluida.

El escenario 2018 para un partido que suponen ya perdió

Aunque las encuestas han perdido gran parte de su validez, siguen siendo un referente para la toma de decisiones. Consulta Mitofsky ha levantado varias encuestas con rumbo al 2018. El primer dato de referencia es de enero de 2016. El resultado muestra que el 20.2 por ciento optaba por el tricolor, dos meses después el dato crece a 21.5 y tres meses después comienza la caída. En julio, 19.6, se sostiene en septiembre (19.5) y en febrero de 2017 se derrumba a 13 por ciento.

La Presidencia de la República hace encuestas. La última la levanta entre el 23 y el 27 de marzo y se derrumba al caer de 21.75 a 15.61 por ciento. Parametría también construye escenarios para 2018, solo que lo hace sobre el conocimiento de personajes posibles candidatos. Las preferencias electorales de las propuestas del PRI se ubican entre el 18 y 21 por ciento frente a sus competidores. Casi siempre quedan en tercero o cuarto lugar. Con esa estructura diluida, ¿Tlaxcala 2018 será la reedición de 2006?

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