Viernes, abril 26, 2024

Justificar lo injustificable

Los recientes y desproporcionados aumentos al precio de los combustibles representan un nuevo atentado a los derechos más elementales de los mexicanos, además de constituir una verdadera burla de los funcionarios del gobierno corrupto en el poder. Como lo alertaron miles de voces desde hace cuatro años, cuando toda la clase política corrupta camuflada bajo diferentes colores partidistas acordaron el “Pacto” para literalmente “joder” a México, la reforma energética no representaba, en modo alguno, un beneficio para el país, ni sentaba las bases para “la modernización” del sistema energético, sino simplemente el despojo de las riquezas petroleras, no solo entregadas a la libre especulación del mercado, sino sobre todo en beneficio de las mismas empresas que en el siglo pasado se habían adueñado del país y se habían constituido en verdaderos estados dentro del estado, con sus propias guardias extranjeras y con salarios diferenciados para los pocos trabajadores mexicanos.

Desde ese momento era previsible que los precios aumentarían de manera incontrolada, arrastrando en cascada los precios de todos los demás bienes básicos. Y esto, sin mencionar los incrementos a las tarifas eléctricas y al gas. Esta famosa “liberalización” de precios, no es otra cosa que una vuelta más a la tuerca de la explotación, la exclusión y la marginación de los ciudadanos que el sistema considera “prescindibles”. La misma falacia que ahora se demuestra con los resultados de esta “reforma”, está presente en las otras llamadas “reformas estructurales”: la educativa, significa privatización a corto o mediano plazo de la enseñanza, y creación de jóvenes desempleados, dóciles, ignorantes, susceptibles de ser comprados por 800 pesos para saquear tiendas y sembrar pánico; la reforma hacendaria significa exención y privilegios para las grandes empresas, principalmente extranjeras, y mayores cargas para las pequeñas y medianas empresas y para los contribuyentes cautivos.

Las estúpidas justificaciones de los funcionarios gubernamentales no sólo son un insulto a la inteligencia de los mexicanos, sino que revelan su grado de estupidez y sumisión al capital trasnacional, además de que carecen de todo sustento. Si es cierto que estamos en una coyuntura crítica en la que todos debemos apretarnos el cinturón, y si fuera cierto que de no haberse tomado estas medidas, se habrían afectado los programas sociales. ¿Por qué no se han tocado los sueldos y las prestaciones escandalosos del presidente, los secretarios, los funcionarios, los senadores, los diputados, los ministros de la SCJN, los funcionarios electorales, entre otros más? ¿Por qué si los precios deben reflejar los “estándares internacionales”, del otro lado de la frontera, la misma gasolina que se llevan los gringos es más barata? ¿Cómo explican los tecnócratas que un país rico en petróleo, no sea capaz de proporcionarlo a precios accesibles a sus propios ciudadanos? Y ahora resulta que además que los partidos cómplices que firmaron el Pacto por México, “siempre se opusieron a tales medidas”… mentiras, cinismo, corrupción, complicidad, entreguismo, malinchismo, traición a la patria, es todo lo que trasluce cualquier declaración que trata de justificar lo injustificable. La respuesta ante esta situación por parte de la ciudadanía, hay que buscarla en la toma de conciencia del engaño, en la desobediencia civil, en la resistencia pasiva y pacífica; en medidas creativas que no puedan ser desvirtuadas por los infiltrados y los incitadores a la violencia, pero para ello, antes hay que romper con las cadenas que nos atan al consumismo, al confort, a la vida aparente cómoda, pero que esconde la verdadera esclavitud hacia un sistema de vida depredador y que pasa por encima de todo valor humano; un sistema que coloca al dinero por encima de todo.

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