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La guardería electoral

Por: La Redacción

2012-06-25 04:00:00

Un comerciante llevó a su burro a comprar sal y
éste se tiró al río para aligerar la carga, por
lo que su dueño regresó a comprar esponjas y
tratando de jugar de nuevo a lo mismo, el animal
se tiró de nuevo al río, pero esta vez las
esponjas se llenaron de agua y aumentaron
terriblemente su peso

El rumor de que se acerca el batallón

Los grillos empuñan sus boletas

Los cacomixtles se paran a votar

Muy contentas, Sábila, Malinche y Xóchil cantan en el Instituto de Fomento Educativo (IFE) y lo hacen con alegría porque por fin la política les hizo justicia y su participación en las campañas les permitió abrir su guardería, pero no sólo eso, también les canalizaron a tres grupos de chiquillos con sus respectivas cuotas.

Cualquiera que pasa por la calle escucha que del IFE sale el sonido de una canción que dice: un rumor lejano es la señal de que se acerca el batallón. Entre mil tambores y violines se destacan los grillitos. Grillar, grillar la noche entera, botar, botar, botar esa es la idea. Oye cómo marchan los grillitos al compás de la canción. Vienen empuñando sus boletas y su lunch.

El IFE cuenta con tres grupos de 10 escolapios, por tratarse de cursos de verano cada uno de ellos ha escogido un nombre de guerra: cacomixtles, tlacuaches y zorrillos.

La Malinche es la miss de los cacomixtles, los niños cantan y bailan una canción adaptada de CriCri: Al sonar las 3 de la mañana los cacomixtles se paran a votar. La mesa electoral está dormida y nadie los verá, y salen de sus cajas dispuestos a gozar. El primero que ha llegado es el coordinador en su caballito de cartón y después la tigrita y la iguana en un carrito arrastrado por un buen ratón. El candidato de sorpresa asomando la cabeza y a todos los asustó. ¡Rellenen por la buenas o les jalo las melenas porque este arroz ya se coció!

Madrugan los tlacuaches para amasar el pan

La Sábila es la ticher que disfruta con los tlacuaches, ellos cantan así: Los tlacuaches mañaneros se levantan y meneando la colita ya se van. Van al horno pues les gusta trabajar de panaderos amasando con sus patas el pan. Los tlacuaches panaderos se hacen roscas y rosquitas porque usan sus colitas también. Si te gusta el pan dorado, calientito y sano corre a la panadería del movimiento ciudadano.

La Xóchil es la educadora de los zorrillos que entonan: Allá en el viejo bosque hay un ranchito, si vas allá te has de asomar, y por la ventana en el interior verás muchos perritos con su ponchesor. Don Ponchito les está enseñando, los perritos quieren aprender y paran las orejas y menean los rabos y se aplican mucho a leer. Si pongo una P, después una E, luego una J y repito la E qué dirá: PEJE, se rieron los perritos de tal facilidad y todos juntos deletrearon: gua, guagua.

Después de la clase de música llega la de literatura, las institutrices informan a los miatitos que van a conocer fábulas de Esopo para que aprendan valores positivos.

Los zorrillos oyen la escandalosa voz de la Xóchil: La sobrina de un señor que atajaba el agua llevaba un recipiente lleno de sueños y empezó a hacer planes futuros:

–Cuando reciba mi primer salario de senadora, compraré 300 huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos 200 pollos. Los pollos estarán listos para venderlos cuando los precios estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprar la candidatura. En eso se cae de la cama y despierta descubriendo que ha caído sobre su gallito, porque se había equivocado de gallina.

La chillante voz de la Malinche dice a los tlacuaches: Un día se reunieron las zarigüeyas y se lamentaban entre sí de llevar una vida tan precaria y temerosa, pues, en efecto, ¿no eran víctimas de los hombres, de los perros, de las águilas, ni de otros muchos animales? ¡Más valía morir de una vez que vivir en el error! Tomada esta resolución, se lanzaron todas al mismo tiempo a la laguna de Atlanga para morir ahogadas. Pero las ranas, que estaban sentadas alrededor de la laguna, en cuanto oyeron el ruido de su carrera, saltaron asustadas al agua. Entonces una de las zarigüeyas, la que parecía más inteligente que las demás, dijo:

–¡Alto compañeras! No hay que apurarse tanto, pues ya ven que aún hay otros más miedosos que nosotros.

La melodiosa voz de la Sábila deleita a los cacomixtles: Un comerciante llevó a su burro a comprar sal. En el camino de regreso pasan por el río Zahuapan, en un hueco, el burro resbala mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues mucha de la sal se había caído. Regresó el comerciante de nuevo a la tienda y cargó más sal que la vez anterior. Cuando llegaron otra vez al río, el burro se tiró a propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó. El comerciante notó el truco del burro y por tercera vez regresó a la tienda, pero esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal. Y el burro, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiró en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.

Las primas también pueden cuidar de la familia

Las primas se sienten realizadas, porque a pesar de no ser madres saben, igual que Josefina, que ellas son las únicas que pueden cuidar de la familia y por eso deciden compartir con sus tres grupos cuentos que los preparen para el 2 de julio.

La Malinche lee el cuento de las Mil y una noches; cuenta que cierto día el Califa Harun Alraschid organizó un gran banquete en el salón principal de palacio.

Las paredes y el cielo raso brillaban por el oro y las piedras preciosas con las que estaban adornados. Y la gran mesa estaba decorada con exóticas plantas y flores. Allí estaban los hombres más nobles de toda Persia y Arabia. También estaban presentes como invitados muchos hombres sabios, poetas y músicos.

Después de un buen tiempo de transcurrida la fiesta, el califa se dirigió al poeta y le dijo:

–Oh, príncipe hacedor de hermosos poemas, muéstranos tu habilidad, describe en versos este alegre y glorioso banquete.

El poeta se puso de pie y empezó con estas palabras:

–¡Salud! Oh, califa, y gozad bajo el abrigo de vuestro extraordinario palacio.

–Buena introducción –dijo Alraschid. Pero permítenos escuchar más de vuestro discurso. El poeta prosiguió:

–Y que en cada nuevo amanecer te llegue también una nueva alegría. Que cada atardecer veas que todos tus deseos fueron realizados.

–¡Bien, bien! Sigue pues con tu poema.

El poeta se inclinó ligeramente en señal de agradecimiento por tan deferentes palabras del califa y prosiguió:

–Pero cuando la hora de la derrota llegue, oh mi califa, entonces, aprenderéis que todas las delicias de la vida no fueron más que efímeros momentos, como una puesta de sol.

Los ojos del califa se llenaron de lágrimas y la emoción ahogó sus palabras. Cubrió su rostro con las manos y empezó a sollozar.

Luego uno de los oficiales que estaba sentado cerca del poeta, alzó la voz:

–¡Alto! El califa quiso que lo alegraran con cosas placenteras, y vos le estáis llenando la cabeza con cosas muy tristes.

–Dejad al poeta solo –dijo Raschid. Él ha sido capaz de ver la ceguera que hay en mí y trata de hacer que yo abra los ojos.

Los niños se quedaban viendo uno a otro y se les llenan de agua sus ojitos, ante lo que la Xóchil les da algunas instrucciones para llorar: “Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos” (Julio Cortázar).

Para evitar una mayor tristeza los niños se ponen a cantar y a jugar una ronda: Dando, dando de vueltas, en redondel, los cacomixtles, los tlacuachitos y los zorrillos hacen un carrusel, después de la tamaliza las mises gritan que hay que caminar hasta la casilla porque tienen que votar. Dando, dando de vueltas, corriendo siempre en redondel…

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