Nagual

Desde la aparición de la revista Momento, la escena local no había atestiguado la llegada de ninguna nueva publicación. No al menos de una que tenga el ánimo de ofrecer a sus lectores propuestas frescas, distintas al parloteo de revistas de supuesto corte político (ja: de risa y pena ajena todas ellas, junto con el sinfín de periodiquitos y pasquines impresos y electrónicos.)

Pero hablar de eso es arruinar el día. Y ahora estamos de fiesta –aunque suene muy provinciano. Este sábado verá la luz la revista Nagual, fruto de un taller de periodismo cultural impartido por Mauricio Palomares, a partir de una iniciativa de Carlos Bretón, director de la Casa del Artista, institución que luego de años y años en la inmovilidad, finalmente se pone en primera fila en materia de promoción cultural.

Nagual es un ejercicio heterodoxo. Este primer número viene a ser una suerte de experimento. Nunca antes en la historia de las artes y la cultura de Tlx se había producido una publicación de esta naturaleza, y sobre todo siendo el resultado de un proceso que pasó de la docencia a la praxis editorial, si me permiten el exabrupto conceptual.

En este primer número se reflejan tantas perspectivas, ideales y hasta formaciones de quienes escriben, como cantidad de colaboradores hay. Y esos forman toda una legión, insisto, disímbola y con alcances y preparación igual de variadas.

Esta bizarra y difusa composición permeó en los contenidos. Pero esta mixtura fue para bien. Se llevan algo incluso hasta los que se la pasaron poniendo el pie para que tropezara el proyecto y pudieran sacar raja del descalabro. Aprendieron que la rapacidad y la holgazanería no dan buenos frutos cuando se enfrenta a un grupo compacto, aunque sea heterodoxo.

Es una pena que en lugar de sumar para echar adelante un proyecto que necesita de todos los esfuerzos, un rufiancillo mediocre, rodeado de gente igual de mediana que él, sabotee el trabajo de todo un grupo de gente. Desafortunadamente, es una práctica caníbal frecuente en Tlx. Y ejemplos sobran, particularmente con gente como esta, que llega de fuera en plan rapaz.

El trabajo de Mauricio Palomares queda reflejado en un primer número que se lanza a la aventura, quizás un tanto incierta por la necesidad de buscar fondos para darle continuidad. Pero al menos el primer paso está dado. Ya está en nuestras manos decidir si sigue adelante o dejamos que se vaya a pique.