Verde que te quiero verde, declama ya la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, en su anhelo por hacerse del control total del PVEM; lo necesita en su intento de extender su mandato más allá de 2027 y ellos, los ecologistas, porque saben que si van solos, casi desaparecen.
Es una dubitativa relación, como aquella del poema “Romance Sonámbulo” de Federico García Lorca, que como en el verso “verde que te quiero verde”, aquí en Tlaxcala, también muestran el futuro incierto de cara a la sucesión gubernamental, en la que la mandataria no tiene nada seguro, cuando quiere la perpetuidad.
Ante la posibilidad amplia de que le impidan imponer en Morena a la persona candidata para sucederla, decidió hacerse del Verde, único partido en Tlaxcala, de los aliados nacionales, que no tiene dueño estatal, ya que el PT lo tienen secuestrado los Garay.
Para ese fin, intentó imponer a Sergio González como delegado; sin embargo, fue tal el rechazo, que la acción tuvo que detenerse, por ahora, porque ni alcaldes ni diputados avalaron tal maniobra.
La cúpula ecologista decidió recular, para abrir a las bases tal designación, sabedores que Sergio González no les garantiza nada, solo sumisión a la mandataria y alentar sus sueños gubernamentales.
Los nombres de los ecologistas Jaciel González y Salvador Santos suenan en Palacio de Gobierno como los únicos que garantizarían la deseada unidad partidista, en un partido que podría encabezar la alianza electoral oficialista, con PT, PAC, Redes Sociales, Fuerza por México y Nueva Alianza, de cara a la sucesión gubernamental.
Aunque esa posibilidad, al exdiputado Jaime Piñón Valdivia le cayó cual balde de agua fría, porque todo hace indicar que su reinado verde, en Tlaxcala, también terminaría. La gobernadora empieza vivir el declive de su poder, así como a pagar facturas del pasado, porque a los del Verde solo dio trato de lacayos, pero ahora los quiere de socios, cuando ya tiene muy poco que ofrecer.
En tanto, el clima de hostigamiento, abusos y hasta un presunto terrorismo laboral es lo que padecen directores y demás funcionarios dependientes de la Secretaría de Gobierno, porque su ambiguo titular –por aquello que un día es empresario, otro aspirante a notario y otro más candidato a gobernador–, solo se la pasa minimizando la labor que desempeñan y amenazando con hacer efectiva esa renuncia que por anticipado les obligó a firmar.