Además de sulfato, en la agricultura tlaxcalteca se aplican 165 tipos de plaguicidas bastante dañinos, de los cuales muchos permanecen en alimentos; en tanto, las aguas subterráneas y superficiales del Zahuapan, incluidas zonas de cultivo, tienen presencia de metales pesados como plomo y cadmio, evidenciaron investigadoras.
Así lo expusieron en el Foro “Contaminantes presentes en el aire, agua y suelo de la Cuenca del Alto Atoyac”, convocado por el Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local A.C. (CFjG), la Coordinadora por un Atoyac con Vida (CAV), y el Proyecto Nacional de Investigación e Incidencia (Pronaii) 318959, del Conahcyt, en el marco de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente.
Virginia González Santiago, investigadora de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), participó con la ponencia “Agrotóxicos y sus impactos socioambientales: alternativas agroecológicas”.
Realzó que toda la población tiene relación con la agricultura, a través de la alimentación, y puntualizó que es relevante que en la problemática de contaminación del río Atoyac-Zahuapan, tome lugar este tema para revalorar la “historia grande” del estado en esta materia, ya que alrededor de 75.21 por ciento de la superficie total es de uso agrícola.
Uno de los hallazgos en la investigación realizada en esta entidad, es la confirmación del uso de pesticidas en la agricultura convencional, así como maquinaria, maíces híbridos y monocultivos (es decir, que siempre son los mismos y no hay una rotación).
Señaló que para el análisis de contaminación ambiental, se realizaron muestreos de suelo y de granos, a efecto de conocer la presencia de agrotóxicos, como el glifosato, que es aplicado por muchos campesinos, y los metales pesados.
En este punto, añadió que 77 por ciento de las personas entrevistadas identificaron fuentes de contaminación: algunos residuos comunitarios, fábricas, parcelas agrícolas, fosas de aguas negras y la autopista.
La académica subrayó que se detectaron 165 tipos de plaguicida usados en la agricultura, “o sea, 165 tipos de veneno; no debe tenernos tan contentos, son bastante dañinos”.
Advirtió el riesgo al que se exponen los agricultores cuando aplican esos químicos sin equipos de protección personal para aminorar el daño; incluso al mezclar la ropa utilizada para la fumigación con la del resto de la familia.
“No toda la contaminación la hacen las industrias”, también la agricultura, aunque “es casi nada”, comparado con las primeras, pero “hay cosas que se pueden evitar y están en nuestras manos”.
En el caso de los recipientes de estos productos, se encontró que 21 por ciento de personas los entierra, 13 por ciento los quema, otra proporción los almacena y “muchas veces se dejan ahí aventados”.
También se halló que 50 por ciento de plaguicidas altamente peligrosos, especialmente aquellos para matar insectos, “se quedan” en la producción, pues las pruebas de laboratorio indican que nueve por ciento de granos analizados presentaron residuos de fungicida que se aplica principalmente en trigo y maíz.
“Se están quedando (esas sustancias) de un ciclo a otro… hay otros elementos potencialmente tóxicos, como cadmio y berilio, no en concentraciones tan altas, pero están presentes”.
Mientras que el niquel, cobalto, bario, cromo y plomo se detectaron en concentraciones “más o menos aceptables”, de acuerdo a los estándares.
Lo curioso es que de silicio y aluminio, no hay investigaciones precedentes a esta “que nos permitan decir que quizá estamos en niveles muy peligrosos; es delicado, pudiera ser parte de una política” para no alarmar a la población sobre la situación real.
La especialista realzó que 46 por ciento de productores ubicados en este estudio, todavía realizan prácticas agroecológicas. Por tanto, sugirió la conservación de jagüeyes, la rotación de cultivos, el uso de estiércol como abono, cuidar la tierra, producir alimentos sanos, entre otras alternativas que repercutan en la salud humana y en el medio ambiente.
En tanto, Roxana Fabiola Martínez Navarro, del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su ponencia “Calidad del agua en pozos y contaminantes vertidos a través de descargas industriales en la Cuenca del Alto Atoyac”, advirtió que sobre la situación del agua subterránea hay escasa información.
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Al respecto, la base de datos de la Red Nacional de Medición de Calidad del Agua (Renameca), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), muestran resultados de monitoreos anuales a 19 pozos de abastecimiento del acuífero del Alto Atoyac, y a cinco del Valle de Puebla.
Resumió que la tendencia histórica indica contaminación en 15 pozos por presencia de seis metales con el máximo permisible de acuerdo a la norma, entre ellos, mercurio, plomo, hierro y cromo, pero este último es el de mayor incidencia.
En cuanto a los parámetros físico-químicos los valores que sobrepasan el límite permitido en esos pozos del Alto Atoyac, corresponden a PH, coliformes fecales, sólidos disueltos totales, dureza, detergentes, floruros, nitratos y nitrógeno amoniacal.
Mientras que en los del acuífero del Valle de Puebla hay similitudes, pues hay presencia de coliformes fecales, floruros, nitratos y nitrógeno amoniacal que rebasan el límite máximo permisible.
Con base en este antecedente, acentuó que se obtuvieron resultados del diagnóstico sobre la calidad del agua de abastecimiento, de acuerdo a las evidencias de 2022 y 2023.
Para ello, el equipo de la UNAM realizó un programa de monitoreo de agua subterránea en acuíferos del Alto Atoyac y Valle de Puebla durante 2020, 2023 y 2024, pero los resultados de este año todavía siguen en elaboración.
Sin embargo, los resultados de 2022 y 2023, relativos a 22 pozos de abastecimiento y cinco manantiales, localizados en 17 comunidades, muestran que existen 11 abrevaderos contaminados por metales, principalmente cadmio y plomo, además de cromo y manganeso.
En tanto, de los elementos físico-químicos, se detectaron parámetros superiores a los límites en PH, turbiedad, dureza, color, sulfuro, carbono orgánico total, coliformes fecales, floruros y oxígeno disuelto.
Precisó que en al menos 10 pozos hay floruros, por lo que es la sustancia que más se repite; pero en 13 hay presencia de ocho parámetros físico-químicos con concentraciones mayores a la norma.
Por tanto, resaltó que la investigación incluye un estudio de desinfección para el uso de dosis adecuada de cloro, de acuerdo a las características de cada pozo.
Asimismo, expuso resultados en torno a contaminantes presentes en el agua superficial de la cuenca del Alto Atoyac, de acuerdo al muestreo en 62 sitios.
En este sentido, precisó que al río Zahuapan y sus afluentes (que son los ríos Texcalac, Zambrano, Atenco, “de los Negros”, Totolac y “Viejo”), a los que corresponden 12 puntos, donde se tomaron muestras antes de la entrada de esas seis corrientes al cauce principal, dentro y después, para conocer comportamiento de las descargas.
Se analizaron 10 metales, 16 parámetros físico-químicos y 65 compuestos orgánicos, de acuerdo a los parámetros establecidos para el Alto Atoyac, anotó.
Este estudio también incluye los escurrimientos del río Atotonilco y la presa “Mariano Matamoros”. Agregó que en el Zahuapan los sitios con concentaciones mayores al límite máximo permisible, se identificaron después de la confluencia con el Río “de los Negros” y de la planta de tratamiento de San Hipólito, pues hay problemas de color. A la altura de Atlihuetzía se encontró sulfuro, posterior a la cascada.
Respecto de las zona de cultivos, explicó que de los escurrimientos del Río Atotonilco y de la presa “Mariano Matamoros” se hallaron concentraciones de color al límite, y de sulfuros, después de esta presa.
En el caso de carbono orgánico total, toxicidad y QO están dentro de los rangos permitidos por la declaratoria; pero en los afluentes hay presencia elevada de estos, alertó.
En el caso del Río “de los Negros”, Texcalac, Zambranno y Atenco hay oxígeno disuelto, QO , carbono orgánico total y color; y en el “Viejo” también hay estos problemas, aunque el valor más alto es en toxicidad.
Respecto de metales, se identificaron cadmio, plomo, manganeso y zinc, en zona alta, media y baja del Zahuapan, pero no en todos los puntos como lo es en Atoyac.
En canales de riego se encontró plomo y cadmio; sin embargo, en escurrimientos del Río Atotonilco y de la presa Mariano Matamoros, hay presencia de estos químicos, además de zinc en dicha presa.
Es relevante dar importancia a los efectos a la salud de esta contaminación para establecer programas de control , saneamiento y vigilancia en estos puntos, pues es un “problema complejo”, ya que no siempre se encuentran los mismos valores y volúmenes en las descargas, expresó.
La investigadora destacó que respecto de la vigilancia gubernamental a la calidad del agua, a partir de 2021 hubo cambios, uno de ellos fue la disminución de sitios de monitoreo a pozos, por parte de Conagua, en la región, al pasar a dos en el acuífero del Valle de Puebla y a cuatro en el del Alto Atoyac.
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“Esta drástica reducción rompe la secuencia de todas las evidencias que teníamos de la presencia de contaminantes; el otro cambio es la modificación en los límites de detección, ahora son mucho más permisibles… por ejemplo, el fenol registraba un rango máximo de 0.135 miligramos por litro, pero ahora ya no aparece como problema… esto borra el archivo histórico e impide conocer la tendencia en cada sitio”, advirtió.
En este foro también participó el investigador Omar Arellano Aguilar, quien junto con Alejandra Méndez Serrano, directora del CFJG, y otros especialistas, dio lectura al pronunciamiento sobre la problemática socio-ambiental en la cuenca Atoyac-Zahuapan.
Entre otras cosas, el CFJG, la CAV y la academia demandaron a las autoridades electas que reconozcan la situación de emergencia sanitaria y ambiental que se vive en el Alto Atoyac y que cumplan con las funciones que les corresponden. Asimismo, que el ordenamiento de esta cuenca sea de manera integral y “con participación real de quienes en ella habitamos”.
Acentuaron que las señales y mensajes que se han enviado a la población por parte de las secretarías de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y los gobiernos estatales de Tlaxcala y Puebla, “indican que están estableciendo mecanismos que ayuden a justificar las decisiones ya tomadas desde hace años en torno a favorecer a toda costa el crecimiento industrial y urbano en la cuenca”.
Remarcaron que el Primer Informe Estratégico publicado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), muestra que en el Alto Atoyac hay “tasas de incidencia, prevalencia y mortalidad de enfermedades prevenibles, mucho mayores a los promedios nacionales”, y que estas son causadas por la exposición a agentes tóxicos y procesos de industrialización de la región.
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