Una sombra ominosa se cierne sobre la Cuarta Transformación en Tlaxcala, divide al partido como el Mar Rojo. De un lado, los antiguos priistas, convertidos al morenismo. Del otro, la militancia desplazada, un ejército desmoralizado, observa desde la orilla.
El desgaste es palpable. La falta de llamados desde el gobierno federal crea un vacío que alimenta la desconfianza y la rivalidad. Liderazgos esperan en vano un lugar en el gabinete, lo que provoca una creciente sensación de abandono.
La inauguración de la feria se convierte en un crudo recordatorio de ese desaire. Un cuadro local impulsado desde el centro, se erige como aspirante, lo que provoca una frenética búsqueda de alineamientos dentro del partido.
Espectros del pasado se agitan a su alrededor. Exgobernadores que, cual llamas efímeras, se disfrazan de oposición para luego buscar refugio bajo la sombra del morenismo. Mientras dos senadores, uno de ellos un exgobernador, permanecen cercanos al liderazgo de AMLO, pero su influencia en la base del partido es tenue, como una débil luz frente a una tormenta.
Una fría neblina veracruzana se cierne sobre Tlaxcala, amenaza con ocultar su identidad. La posibilidad de una candidatura foránea, de importar un candidato desde otro estado, pesa como un presagio. La pertenencia y la identidad local se convierten en un lujo en riesgo.
Cuatro frentes pugnan por la candidatura: una figura nacional, vinculada al turismo; una local, en un intento forzado de tlaxcaltequización; una perteneciente a la vieja guardia priista y, finalmente, un miembro leal al morenismo de base.
La lucha por el poder en Tlaxcala es un laberinto de alianzas cambiantes, de lealtades contradictorias, bajo la amenaza de una sombra que podría eclipsar la Cuarta Transformación en la entidad.
El tercer informe gubernamental será el banderazo de salida hacia la sucesión de 2027.