Sábado, marzo 22, 2025

Una historia llena de silencios

Una historia llena de silencios. Uno de los más intrigantes es el que envuelve los primeros años de vida de Marina, Malinalli, Malinalli–tzin o Malinche. Su presencia en la historia mexicana es tan significativa como el misterio que rodea sus orígenes.

Señala Yvonne Montaudon (2007), “Ni las fuentes que pertenecieron al imperio de Tenochtitlán, ni las que generaron sus textos desde la alianza que se formó en contra del imperio se ocupan de la vida de Malintzín antes de abril de 1519”.

La nebulosa que envuelve su origen, como apunta Rosa María Grillo (2011). “De origen impreciso, sabemos algo de ella sólo a partir del encuentro con los españoles, aquella mujer tiene nombre –e historia– sólo a partir de su bautismo”.

Esta observación la respalda Blanca Solares (2018): “Ninguna crónica se ocupa de la vida de Malintzin hasta antes de ser entregada a Cortés, en abril de 1519”. Como apunta Javier Viveros (2020), “Bien conocida es su presencia junto a Hernán Cortés desde 1519, sin embargo poco se sabe a ciencia cierta sobre su vida anterior”.

María del Carmen Lozano (2021) profundiza la incógnita: “El primer misterio de Malintzin es el nombre que llevaba antes de ser entregada por los mayas chontales a los españoles, quienes a través de fray Bartolomé de Olmedo le bautizaron con el nombre de Marina”.

Gratzia Villarroel y Judy Cervantes (2021) mencionan que “se cree que nació en Oluta… no existen fuentes primarias de la Malinche”. Oscar Tamez (2024) la describe simplemente como “De origen no preciso”, mientras Berenice Alcántara (2025) reafirma que “Poco se sabe sobre la vida de la mujer que hoy se conoce como ‘La Malinche’, antes de que comenzara a desempeñarse como negociadora política y traductora de Hernán Cortés en aquel año de 1519”.

Marina, Mallinalli, Malinalli–Tzin, Malinche

La evolución del nombre de la intérprete representa un fascinante caso de transformación lingüística entre el náhuatl y el español del siglo XVI. Bernal Díaz del Castillo, en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” (1632), proporciona la primera documentación detallada sobre su bautismo como Marina, realizado en Tabasco en 1519, junto con otras mujeres indígenas entregadas a los españoles (Díaz del Castillo, 1632).

Los registros históricos muestran que, paralelamente al nombre cristiano de Marina, la población náhuatl la identifica como Malinalli, término que según fray Francisco Ximénez en su “Diccionario de la Lengua Náhuatl” (1555), significa “hierba torcida” o “hierba retorcida”, nombre asociado al decimosegundo día del calendario ritual mexica.

La transformación lingüística continúa cuando, debido a su creciente importancia como intérprete entre Cortés y los pueblos indígenas, se le añade el sufijo honorífico náhuatl “–tzin”, convirtiéndose en Malintzin (Karttunen, 1994).

Hernán Cortés, en sus “Cartas de Relación” (1519–1526), se refiere a ella constantemente como “Marina” o “doña Marina”, título que refleja el reconocimiento español a su papel crucial. Sin embargo, la documentación contemporánea revela que los soldados españoles, al encontrar dificultad en pronunciar “Malintzin”, adaptaron fonéticamente el término a “Malinche” (Gibson, 1964).

Este proceso de transformación nominal refleja la compleja interacción lingüística del periodo de contacto. Miguel León–Portilla (1992) señala que la evolución de Malinalli a Malinche ejemplifica un caso típico de adaptación fonética entre el náhuatl y el español, donde la terminación “–tzin” se simplifica a “–che” para facilitar la pronunciación española.

Los códices post–conquista, como el Lienzo de Tlaxcala (c. 1550), la representan con los dos nombres, Marina y Malintzin, evidenciando la coexistencia de ambas denominaciones en los registros históricos.

Vocera corporativa de los tlaxcaltecas

Los tlaxcaltecas desarrollan una notable estrategia de legitimación política al transformar a Malinche de intérprete de Cortés a personificación del poder territorial y jurídico de su república. Esta adopción simbólica se evidencia principalmente en el Lienzo de Tlaxcala, donde aparece no solo como traductora, sino como testigo y garante del pacto entre tlaxcaltecas y españoles.

Cuadriello (2019) señala que esta transformación fue deliberada: “ella estabiliza los efectos de la conquista y se desempeña, lo mismo que Hernán Cortés o el emperador Carlos V, como una presencia legitimadora del poder local y de la tenencia de la tierra entre los señores y principales de Tlaxcala” (p. 14). La figura de Malinche evoluciona hasta convertirse en lo que el autor denomina una “fictio figura propia de la realeza iuscéntrica” (p. 14).

En el Lienzo de Tlaxcala, particularmente en la lámina seis, Malinche adquiere un papel central, “señalando hacia la caballería como causa eficiente de la empresa: ‘el rescate de tesoro’ y el compromiso con la guerra. Ella es aquí, por primera vez, una garante del pacto, más que una lengua o asistente del capitán extremeño, es un depósito de las cláusulas que han establecido ambas partes” (p. 43).

Esta representación se institucionaliza a través de diversos documentos pictóricos donde Malinche aparece como “notadora del reino” (p. 43), función que trascendió su papel histórico original para convertirse en un símbolo de legitimidad política. Los tlaxcaltecas la transforman en una “prosopopeya o personificación de la entidad naciente” (p. 47), utilizándola como instrumento de validación en sus relaciones con el poder colonial.

La efectividad de esta estrategia se refleja en la permanencia de Malinche como símbolo legitimador en la documentación tlaxcalteca hasta el siglo XIX, evidenciando cómo los tlaxcaltecas logran convertir a una figura externa en un elemento central de su discurso político y territorial.

De Matlalcueyetl a Malinche

Resulta notable cómo los tlaxcaltecas adopten y transformen a una figura externa –de orígenes incluso inciertos según las fuentes– en un elemento central de su legitimación política y territorial. Esta transformación no es casual, sino una estrategia deliberada que convierte a la intérprete en una personificación del poder y la autoridad.

La evolución de su papel, de simple traductora a “notadora del reino” y garante de pactos, refleja la habilidad política tlaxcalteca para construir símbolos de poder. Su representación en el Lienzo de Tlaxcala demuestra cómo se le otorga un estatus que trasciende su función original, convirtiéndola en testigo y validadora de acuerdos fundamentales para la preservación de los derechos tlaxcaltecas.

El ejemplo más contundente de esta apropiación simbólica es el cambio de nombre de su montaña sagrada, de Matlalcueye a Malinche. Este acto representa la culminación de un proceso de incorporación cultural donde una figura foránea se convierte en parte integral del paisaje físico y simbólico tlaxcalteca.

Esta transformación simbólica de Malinche demuestra la sofisticada comprensión tlaxcalteca del poder simbólico y su capacidad para adaptar elementos externos en beneficio de sus intereses políticos y territoriales.

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