Tlaxcala es vanguardia de la transformación del país, dejó dicho ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador en la que, muy probablemente, haya sido su última visita a la entidad con esa investidura. Pero en los hechos, no se ve.
Pese a estar en la vanguardia, la promesa que hizo a Tlaxcala, el 25 de septiembre del año 2018, que de que amor con amor se pagaba, quedó muy lejos. En aquella ocasión, como ahora, presumió que esta entidad era su bastión. En tres elecciones presidenciales ganó las tres y que el pueblo bueno, merecía una retribución, la cual, salvo su mejor opinión, no llegó.
Ayer escuchamos el mismo discurso, con pasajes e historias comunes, la misma oferta y los mismos personajes que ahora arenga; presumió la inclusión de tlaxcaltecas en su gobierno; la mayoría de segundo y tercer nivel, y para colmo, impuso como oriundo de esta tierra al secretario de la Función Pública, “Roberto (si) Salcedo de Tlaxcala, si saben que es de Tlaxcala y su hermano es el obispo de Tlaxcala” y prometió, como sí de él dependiera, que cada vez habrá más mujeres y hombres de esta tierra en el gabinete federal porque “Tlaxcala es vanguardia de la transformación”.
Mientras eso dejó esa visita, en la cúpula del poder estatal y de la 4T se gesta una fractura que podría generar daños en el gobierno estatal, como es la ruptura entre la expresidenta de la Junta de Coordinación y Concertación Política del Congreso local y el secretario de Gobierno.
Las aspiraciones y proyectos personales parecen haberse impuesto, colocándolos en una posición de posible confrontación. El intento fallido de reelegirse causó mella en Marcela González Castillo porque, para colmo de males, tampoco ve posibilidades de insertarse en el gabinete estatal.
Ni la supuesta alianza que construyó con Luis Antonio Ramírez parece servirle para lograr su objetivo de encontrar posición para catapultar su proyecto electoral rumbo al 2027, salvo que se le haga en la Secretaría de Cultura, ya que el exaliado se ha convertido en su principal obstáculo, pues éste la quiere quitar del camino, porque ya aspira a la sucesión gubernamental.
La caballada en el actual gobierno está tan flaca que hay quienes ven en el morelense una carta fuerte para suceder a su actual jefa política. No sería ni la primera ni la última relación de poder que se quiebra por ambiciones desmedidas y los aliados se convierten fácilmente en adversarios.