Tlaxcala será feliz o no será. Son las 9:48 de la mañana de un sábado místico en Tlaxcala. El tianguis huele a epifanía con salsa borracha.
En una mesa de plástico medio coja, entre barbacoa, carnitas y pulque curado de piñón, se encuentran cinco trabajador@s del Gobierno del Estado: Teutila, la coordinadora de desarrollo gubernamental con amor y resultados; Jicotencal, el asesor político y encargado de grafología institucional; Sábila, la psicoterapeuta humanista del DIF con especialidad en constelaciones familiares; Margarito, el ayudante del ayudante de la oficina de la gobernadora, funcionario de la vieja guardia, sobreviviente de todos los sexenios; y Tránsito, el joven coach, animador de eventos, ahora convertido en facilitador de liderazgo cuántico.
Acaban de salir de una conferencia espiritual–ejecutiva en el Teatro Xicohténcatl. El ponente estrella: Un gurú del capitalismo con amor que, entre frase motivacional y frase motivacional, les revela que la felicidad es un acto de elección, y Tlaxcala ya eligió ser feliz. Aplausos, lágrimas. ¡Así si se puede, carajo!, grita alguien desde el público. Todo esta dispuesto para una revolución interior… pero primero, las carnitas.
Yo sí lloré, dice Teutila, mientras se limpia una lágrima con servilleta del Oxxo. Cuando el conferencista de vida dijo que el corazón de un líder late al ritmo del amor, sentí que hablaba de mí. Desde ahora, cada acta de nacimiento que firme, la voy a firmar sonriendo.
La felicidad como política pública
La felicidad será política pública, remata Jicotencal, mientras le da un trago al pulque. Ya redacté una propuesta: Plan Estatal de Bienestar Total y Autoestima Comunitaria 2025–2030.
Margarito, el más escéptico del grupo, pero no por ello menos creyente de lo útil, carraspea entre bocados de longaniza.
¿Y eso con qué se come? Yo crecí en la era de los brujos. Cuando algo no salía, el jefe se iba a Catemaco y volvía con la campaña ganada. Nada de coaches. ¡Un huevo y un gallo negro eran la verdadera estrategia!
Exacto, interrumpe Sábila. Antes usaban brujería para manipular votantes; ahora usamos terapias para liberar al niño interior del burócrata. ¡Eso también es magia!
Los brujos del poder y del presupuesto
Tlaxcala siempre ha sido tierra de pactos, de pactos místicos, claro, expresa Jicotencal con tono de cronista de Canal de TVTLAX. “¿A poco creen que el PRI ganó tantas elecciones por propuestas?
Recuerdan con ternura cómo los políticos de antes no hacían encuestas: consultaban oráculos.
Varios de los gobernadores tenían sus brujos, hechiceros o chamanes como asesores. Hubo uno que tenía una bruja de Catemaco que le leía las cartas con ceniza de ocote. A uno le dijeron que no ganaría si no se bañaba con agua de pirul y saliva de comadreja. Ganó.
Pero la cosa se modernizó. Ahora ya no se va a Catemaco, se va a cursos de “neuroprogramación política” y “liderazgo vibracional”.
Los brujos se fueron, pero dejaron sus amuletos en los escritorios, dice Jicotencal. Y ahora, en vez de cruzar gallinas negras, se cruzan indicadores del bienestar subjetivo.
La psicología vivencial como política de Estado
Sábila toma la palabra. Ella sí cree, con alma y sombrero de fieltro, que todo servidor público herido puede sanar.
Miren, yo acabo de diseñar un taller para policías de proximidad: Respira tu miedo, abraza tu trauma, encuéntrate con tu vocación. Todo con base en el humanismo existencial.
Tránsito que es su actual co–facilitador, asienta:
Les hicimos un ejercicio de reconexión con la sombra institucional. Algunos lloraron, otros gritaron ¡Por eso entré a la policía, carajo! Fue hermoso.
¿Y eso sirve pa’ bajar delitos?, pregunta Jicotencal.
¡Claro! responde Teutila. La paz empieza dentro de uno. Si el secretario de Seguridad hace tapping emocional antes de entrar al C5i, ya no necesita patrullas. Solo armonía.
Todos alzan sus tazas para brindar con una infusión orgánica de autoestima con cúrcuma.
Autoayuda para todos, menos para los que no votan.
Fue entonces que llegó la gran revelación de la jornada. Tránsito saca su cuaderno de frases de la conferencia y lee en voz alta:
Si quieres cambiar el mundo, primero tienes que cambiar tu mente. Después tu entorno. Luego Tlaxcala. Y finalmente, tu Instagram.
¡Eso es gestión pública del futuro!, grita Teutila. Cada dependencia tendrá su propio líder de la felicidad. Ya lo propuse: en vez de contralores, facilitadores de alegría.
Y si alguien se queja, lo mandamos a terapia, agrega Sábila. Ya lo dijo La Jornada de Oriente–Tlaxcala: ir a terapia es la clave del éxito. Que no sea por falta de presupuesto. Que lloren en la oficina, pero que lloren con acompañamiento psicoemocional.
Margarito no sabe si reír, llorar o pedir otro taco.
¿Y cuándo vamos a resolver el desabasto, los baches, la pobreza, la inseguridad?, pregunta.
Todos lo miran como si hubiera dicho una grosería en náhuatl.
Ay, Márgaro le dice Teutila. ¿No ves que, si somos felices, los problemas desaparecen? Es física cuántica emocional.
Tlaxcala será feliz o no será
El sol pega en los toldos del tianguis. La barbacoa se acaba. Los cinco comensales, ya empoderados, agradecidos y transformados, se despiden con un namasté institucional.
Ahora sí, vamos a cambiar el mundo, dice Jicotencal. Pero primero, una selfie con filtro de éxito.
Y no olviden: ¡brillen, vibren alto y facturen emociones! Cierra Tránsito, el coach con voz de influencer.
En el fondo, el tianguis sigue su curso. Los problemas de siempre están ahí: el salario bajo, los contratos temporales, los datos que no cuadran, los informes que nadie lee. Pero eso sí: todos los miembros del gabinete se sienten mejores personas.
Y eso, en la política tlaxcalteca, ya es un milagro. Porque si ¡Tlaxcala, sí existe! ¡Tlaxcala será feliz o no será!
