Los tahoneros de pan de fiesta enfrentan un desafío constante: la inseguridad en las carreteras. Israel Rivera Cuapio, productor de San Juan Totolac y que representa la quinta generación en su familia en esta labor, reconoció que viajar por el país para vender su producto implica riesgos, pero es parte de la tradición y el sustento de muchas familias.
“Desde que sales de tu casa sabes que puede pasar lo que sea, desde un accidente hasta un robo”, expresó Rivera Cuapio, en entrevista, quien ha sido testigo de cómo algunos compañeros han sufrido asaltos en el camino. Aunque él personalmente no ha sido víctima directa de la delincuencia, sabe que hay rutas más peligrosas que otras y que las familias panaderas deben elegir bien sus destinos.
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Las ferias en México representan la principal fuente de ingresos para los panaderos de fiesta, quienes recorren estados como Veracruz, Oaxaca, Puebla y Chiapas para comercializar su producto. Sin embargo, ciertas zonas se han convertido en focos rojos. “Hay comunidades que trabajan en Tamaulipas, Guerrero y Oaxaca, pero ya son un poco peligrosas. Veracruz también tiene puntos complicados”, comentó.
A pesar de estos problemas, la venta de pan de fiesta sigue siendo una tradición rentable. “El trabajo del pan es muy bendecido y uno no se muere de hambre si no dejas de trabajar”, afirmó Rivera Cuapio, quien destacó que la demanda del producto sigue vigente. Tras la pandemia, los panaderos tuvieron que adaptarse, vendiendo de casa en casa hasta que las ferias volvieron a abrir.
Rivera Cuapio, quien lleva 13 años en el oficio, recuerda cómo la pandemia afectó la industria, con ferias canceladas y restricciones estrictas para instalarse en los pueblos. “Había presidentes municipales que sí te daban permiso con ciertos requerimientos, pero en general fue complicado. Volver a la normalidad no costó tanto porque es un producto que siempre se vende”, explicó.
En su caso, ha optado por establecerse en un punto fijo en San Juan Totolac, aunque reconoce que enfrentó incertidumbre. “Es complicado porque hay compañeros que llevan años en la carretera vendiendo. Llegar y ser una competencia más te da miedo, pero la gente poco a poco te va conociendo”, mencionó.
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Los premios y concursos también han sido un incentivo importante para los panaderos, ya que les brindan reconocimiento y motivación para seguir perfeccionando su trabajo. Rivera Cuapio ha participado en varios concursos y destaca cómo estos impulsan la calidad del pan artesanal.
Mirando hacia el futuro, el panadero considera que esta industria aún tiene mucho por crecer. “Yo veo que es una industria que no está tan explotada. Podría dedicarse a otra cosa, pero veo mucho futuro aquí. Tal vez algún día podamos exportarlo con una línea de producción establecida”, reflexionó.
Para Rivera Cuapio y muchos tahoneros artesanales, el pan de fiesta no es solo un producto, sino una tradición que debe preservarse. “Es un pan para toda ocasión. Puede ser con helado en un día soleado o con café cuando llueve. Lo importante es que no se pierda, porque es algo muy bonito y nuestro”, concluyó.