La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se ha comprometido a encabezar un gobierno honesto, sin influyentismo, corrupción o impunidad; un gobierno íntegro y libre de corrupción sobre el que se cimente el segundo piso de la llamada Cuarta Transformación. Sin duda, sería un gran legado de la primera mujer titular del Poder Ejecutivo federal el ejercer el poder de tal manera que aniquile con estos lastres que impiden el desarrollo, la justicia y la igualdad. Y sí, necesitamos también gobiernos íntegros y libres de corrupción a nivel estatal y municipal, por lo que los gobiernos emanados de Morena deberían alinearse no sólo en la foto con la presidenta, sino con las acciones tangibles que permitan desde lo local, para dar testimonio de su compromiso con este segundo piso.
Un punto nodal para la presidenta es robustecer la Estrategia de Seguridad Nacional, atendiendo una de las demandas más sensibles de la población para frenar de tajo la corrupción y la impunidad, aspectos que permiten que la delincuencia avance y se afiance, vulnerando la vida y patrimonio de la población, atestiguando, de manera cada vez más próxima, la brutalidad de la delincuencia y la violencia. México merece vivir en paz, por lo que, entre otras cosas, debe dejar de ser esa enorme fosa donde madres buscadoras buscan a quienes les arrebataron sin piedad.
Ante la presentación de la Estrategia Nacional de Seguridad, cuyos tres principales objetivos para la construcción de la paz son: la disminución de la incidencia delictiva, principalmente de los homicidios dolosos y de la extorsión; la neutralización de los generadores de violencia y redes criminales; y, fortalecer las capacidades de prevención y proximidad social de las policías locales, por lo que es imperante exigir a los gobiernos estatales y municipales resultados en materia de seguridad pública.
Ante este contexto, Tlaxcala no puede continuar invisibilizando y minimizando los “casos atípicos” que ya se volvieron muy cotidianos. En Tlaxcala urge una estrategia en materia de seguridad pública que dé resultados, para vivir en un estado en donde las autoridades y sus familias dejen de tener cuerpos de seguridad que les acompañen a todas partes y se quite de la ley el mandato de que al salir del encargo seguirán contando con este privilegio, porque la seguridad es real y no discurso vacío.