En 1998 desempeñaba un puesto administrativo en la Secretaría de Salud, tenía miedo de perder su trabajo por compartir, con quien era su mentor, una experiencia para competir fuera de su partido político por el Poder Ejecutivo. La experiencia fructificó y descubrió que sin ninguna experiencia en la burocracia de primer nivel o en la política local, es designada secretaria de Finanzas del gobierno estatal.
El trabajo técnico–financiero fue la plataforma para que, sin ser militante del PRD, fuera colocada en una diputación federal plurinominal en 2003, al término de su periodo brinca a la senaduría para convertirse en candidata al gobierno del estado de Tlaxcala. En 12 años (1998–2010) pasa del anonimato a ser una figura de primera línea.
En tan poco tiempo se distingue de la masa y se convierte en integrante de la élite política local. ¿Cómo pasa de un lado al otro? ¿Cómo ingresa y se le promueve en la administración pública? ¿Quién impulsa una carrera que le permite brincar de una posición a otra? ¿Por qué la carrera termina de la misma forma en que empezó?
Dos años antes, en 1996, entra a trabajar en el área de Comunicación y Relaciones Públicas del PAN, coincide que Felipe es el presidente del CEN en ese partido, años después, en 2005 cuando se realiza el proceso interno de selección de candidato a la Presidencia de la República, Tlaxcala está copada por Santiago Creel y ella es la única opción que le queda a Calderón.
Felipe gana la candidatura y eso le permite meter la mano en la lista de candidatos a diputados plurinominales, su nombre es incluido y resulta diputada federal plurinominal en 2006–2009, de ahí salta como candidata al gobierno del estado y luego es anotada en el número uno de los candidatos a senadores y regresar al Congreso como primera minoría.
En seis años la vida le cambia y de no contar con ninguna experiencia política a ser considerada la candidata al gobierno del estado. En ese tiempo descubre que el poder y el dinero que éste trae consigo le otorgan cierta influencia en el PAN. ¿Por qué pasa de “empleada” a militante del partido? ¿Quién la identifica y la promueve?
Es nieta de dos gobernadores priistas, uno de ellos secretario particular del presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, en su casa siempre escucha hablar del PRI y nunca tiene qué decidir participar porque se le desarrolla de forma natural el amor a “su partido”, hasta que su tío la llama para desempeñar una función pública: presidente del DIF municipal.
En 1992 cumple su sueño de “hacer algo por la sociedad” y cuando termina esa tarea se incorpora a la administración pública como directora del Centro Vacacional La Trinidad, en tanto forma parte de una planilla que le lleva a ocupar su primera posición de elección popular: síndico procurador en el ayuntamiento capitalino.
En 2005 compite y gana como candidata a diputada local por el primer distrito, al concluir en 2008 se lanza por la presidencia municipal, la que también gana en las urnas, y en 2010 intenta participar en la selección de su partido por la candidatura al gobierno del estado, lo que convierte en una cruzada y le deja como premio de consolación una diputación local plurinominal antes de emprender una nueva aventura política.
En 2012 se rebela, solicita licencia y aparece como candidata al Senado de la República por el PRD. Su lema de campaña es: “Por la renovación generacional y el ascenso social”, como recordarle a todos que ella, desde su nacimiento, ha sido parte de la élite política local. (Véase: Mujeres en la arena política de Tlaxcala, de Raúl Jiménez, Coltlax, La Jornada de Oriente, 2010).
En una sociedad democrática en la que se reconoce que frente a la ley todos son iguales y esa igualdad, en términos políticos, se refleja al cumplir 18 años de edad, lo que da derecho a votar y ser votado, significa que todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades para ocupar las posiciones que ofrece la representación política.
Sin embargo, no a toda la población le interesa la política, lo que determina que sean menos los que participan en movimientos sociales o manifestaciones, pocos opten por afiliarse a un partido político y a partir de ahí ocupar los cargos públicos. Pero sólo unos cuantos llegan a pertenecer a la élite política.
¿Cómo llega una persona a ocupar un cargo en la administración pública? ¿En la representación popular? ¿En la administración de justicia o en la carrera judicial? ¿Cuál es el proceso por el cual las personas llegan a esas posiciones? Existen reglas escritas y muchas no escritas, reglas formales e informales que influyen para que esto suceda.
El proceso colectivo por el cual los individuos llegan a cargos públicos, según Roderic Ai Camp, se llama reclutamiento político y registra cuando menos tres etapas: 1) la que facilita el ingreso a una carrera política, 2) la que favorece el éxito en la carrera política y 3) la que determina el fin o la salida, a estas los llama: reclutamiento inicial, intermedio y final.
Hasta antes de 1998 el proceso de reclutamiento se hace a través del partido hegemónico, el PRI, que es a su vez el partido de Estado y por tanto el que controla la mayor parte de los recursos y puestos, lo que hace que el proceso de reclutamiento se inicie a partir de la incorporación a una “camarilla”.
En Tlaxcala, el último grupo político que se reconoce es el de Emilio Sánchez Piedras, quien después de estar varios años en la banca por haber discurrido a favor de la revolución cubana, le llega su oportunidad en 1974, lo que aprovecha para desarrollar un proyecto de desarrollo económico y una “camarilla”
Mariano González ha declarado en varias ocasiones que es el último de los mohicanos, con lo que se permite recordar que la camarilla formada por el zorro plateado llega a su término y, efectivamente, toda la élite política hecha al amparo de Sánchez Piedras alcanzó para ver el fin y resurgimiento del PRI.
Como gobernador, Sánchez Piedras desarrolla un proceso de reclutamiento ligado con las élites –a las que él pertenece– de los rancheros y hacendados, así, jala a la mayor parte de los hijos de éstos que han cursado estudios universitarios y los ubica en las distintas posiciones de la administración pública y la representación popular.
De primera intención parece una reunión familiar, pues buena parte de ellos resultan o se dicen sus sobrinos: Daniel Corona Sánchez, Javier Corona Sánchez, Salvador Domínguez Sánchez, Alfredo Villarello, José Antonio Álvarez Lima, Francisco Flores Olayo, Federico Barbosa Gutiérrez, David Flores, Alfonso Moreno, etc.
Pero también cobija y promueve a otros jóvenes que ya forman parte de la eéite: Beatriz Paredes (hija del senador Higinio Paredes), Joaquín Cisneros Fernández (hijo del ex gobernador Joaquín Cisneros), Tulio Hernández Gómez (hijo del líder campesino Francisco Hernández), Héctor Vázquez Paredes (hijo de Adrián Vázquez).
Los reclutados de Sánchez Piedras cubren un largo periodo que alcanza para competir con las siglas del PRI, PRD, PAN y de nueva cuenta con el PRI, pero sin duda llega a su fin en razón de que nadie, después del zorro plateado, logra formar un nueva camarilla local, intentos hubo pero fueron rotos por los conflictos al interior de la familia revolucionaria tlaxcalteca en los noventa.
Los casos descritos al inicio reflejan la última parte de un proceso de reclutamiento que resulta fallido; el primero, después de una meteórica carrera política aterriza en una posición burocrática de cultura contributiva, la segunda ve desde el Senado declinar la fuerza que la llevó al éxito, y la tercera espera concluir su carrera compitiendo por un partido cuya sangre no corre por su venas.
¿Dónde están las nuevas camarillas? ¿Quiénes forman hoy la élite política?