La resistencia de las mujeres en la defensa del agua, de la vida y del territorio muchas veces es invisibilizada y marginada, por lo que buscan dignificar sus trabajos frente lógicas patriarcales que restringen su inclusión en esta lucha colectiva.
Y así lo ratifican a través de la declaratoria de la Cuarta Asamblea Nacional por el Agua y la Vida (Anavi), celebrada el 23 y 24 de marzo pasado en La Magdalena Tlaltelulco, pueblo aledaño a la montaña La Malinche o Matlalcuéyetl.
En el noveno punto, asientan que se relacionan con el agua en todo momento, porque este recurso natural está presente en sus prácticas culturales y espirituales: “La entendemos como un ser vivo, hacemos rituales para encontrarla, sanamos con ella y ayudamos a otras hermanas con heridas abiertas porque sus ríos ya no corren”.
👥🗣️Comunidades van contra el despojo de recursos naturales; Tlaltelulco será sede de la Cuarta Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, el 23 y 24 de marzo pic.twitter.com/NgT7juGsh2
— La Jornada Tlaxcala (@JOrienteTlax) February 28, 2024
Se asumen como indígenas, negras, dadoras de vida, cuidadoras del hogar, de la tierra, de los hijos y de la naturaleza; campesinas y defensoras del agua y la vida.
“Nuestro cargo es resistencia y dignidad. Nosotras siempre hemos estado al frente en las luchas, nunca solas, pero siempre al frente, ponemos el cuerpo por nuestra autonomía”, expresan.
En el camino han aprendido a defender sus territorios, a sanarse, a reconocer y a cuestionar las prácticas patriarcales y machistas, a fin de no reproducirlas.
En esta plenaria se comprometen a “tomar la educación antipatriarcal” en sus manos, seguir defendiendo al agua y fortalecer sus herramientas y estrategias de luchas; a identificar a sus enemigos de Estado “y al capital, y a no individualizarse”.
Remarcan que la guerra capitalista, con sus mecanismos de fragmentación, despojo, destrucción de formas de vida, “para su enriquecimiento”, ha debilitado la colectividad, incluso, eliminado maneras de trabajo en común.
La Anavi las reune para dialogar y reflexionar la forma en que trabajan, a fin de fortalecer y recuperar sus formas de vida. Discuten en una mesa especial sobre su participación y resistencia en la defensa del agua y la vida, con el objetivo de reconocer su papel, así como visibilizar las violencias que viven en ese proceso.
Se posicionan como mujeres “racializadas frente a las lógicas patriarcales que condicionan sus decisiones sobre sus cuerpos y que restringen su inclusión en la lucha colectiva”.
“Nos sostenemos en la construcción de cuidados colectivos, en la búsqueda de la autonomia de nuestros cuerpos-territorios, tejiendo redes comunitarias por la defensa de la vida”, declaran contundentes estas participantes en la Anavi, tanto mexicanas procedentes de diferentes puntos del país, como extranjeras.
De esa invisibilidad también da cuenta a La Jornada de Oriente Hilda Gabriela Cuapio Zamora, joven integrante del Colectivo 4 de Octubre, una de las agrupaciones civiles organizadora de la cuarta edición de la Anavi.
Advierte que las mujeres se han integrado de una manera “un poco más pausada” en la defensa del territorio y del agua en Tetlanohcan, municipio con población originaria y cercano a La Malinche. Lo atribuye a que en este proceso se trata de romper ciertos esquemas en la organización comunitaria para reforzarla y evitar que quede en el olvido.
“En las reuniones, a las que asisten hombres, las señoras toman la palabra y al hacerlo se va generando equidad; han participado con su opinión y en acciones emprendidas en el monte, como limpieza de predios, reforestación y otras en las que ellas han sido más aguerridas y las que más presencia han tenido dentro de este movimiento”, realza.
La función del Colectivo 4 de Octubre -indica- ha sido únicamente la de acompañante “para que las cosas sean mejor”, pues esas personas saben qué y cómo hacerlas.
Menciona que hay entre cinco y siete mujeres que nunca han dejado de participar junto con sus hijos pequeños, para involucrarlos en esas prácticas que en algún momento ellas dejaron de hacer, especialmente la de ir al monte; incluso, hay un caso en el que una ya no recordaba la ubicación de su predio, por lo que fue a reconocerlo.
Comenta que este acompañamiento ha servido para cuestiones que parecieran simples, aunque para esas pobladoras no sea así, “tan solo -agrega- el traslado a sus terrenos no ha sido fácil para algunas, ya que no las dejan aprender a manejar o a tomar el volante” y deben depender de otra persona.
Mientras que Jessica Techalotzi Zotlimatzi, integrante de “Mujeres Colibrí” Colectiva LesBica Indígena, otra de las agrupaciones organizadoras de la cuarta edición de la Anavi en Tlaltelulco, expone que todo parte de una política en la que se entiende al cuerpo femenino como el primer espacio de lucha y de disputa “frente a discursos capitalistas, misóginos y extractivistas que buscan apropiarse de él o de las identidades disidentes”.
Desde esta perspectiva -subraya la joven- accionamos para defender la autonomía del cuerpo, y al mismo tiempo comprender cómo es que se encuentra enraizado y vinculado a un territorio de identidad, que no solo es el agua y la tierra, sino también la cultura.
Acentúa que le han apostado al fortalecimiento de procesos colectivos entre mujeres, principalmente; pero también entre disidencias e infancias “porque no se puede defender a la Maltlalcuéyetl si no se le apropia como parte de la identidad” que, lamentablemente, ya le ha sido despojada a la niñez.
Pareciera que -añade- permea la idea de que la naturaleza es solo un recurso que se privatiza y que se obtiene de las empresas, por ejemplo, que el agua es de las embotelladoras y que son las que la generan.
Por ello, en la reflexión comunitaria “se hace consciencia que el agua no nos pertenece y que el monte es dador de esta, que por eso hay que defenderlos”, enfatiza.
Remarca que la resistencia de las mujeres en la protección de la vida y de la tierra muchas veces es invisibilizada y marginada, así como el papel que desempeñan como cuidadoras, no solo de su familia sino de su entorno, por lo que se busca dignificar sus trabajos.
“Hablamos de lo que vivimos y lo que nos afecta, de cómo es importante cuidarnos entre nosotras para seguir construyendo procesos, pues al único al que le sirven los cuerpos enfermos y cansados es al Estado”, indica.
Por ello, se tejen redes comunitarias de cuidados que se han convertido en un eje principal, reitera la activista, quien forma parte de este colectivo creado en 2019 y que también trabaja en la defensa de la identidad náhuatl y de los pueblos que habitan en la zona de la Maltlalcuéyetl.
También te recomendamos: Defensores discuten sobre la militarización, crímen organizado, despojo, amenaza a bosques y violencias en la Anavi