La reforma energética o de Pemex plantea una gran disyuntiva: si 70 centavos de cada peso que capta se van para impuestos y eso significan 40 centavos de cada peso que gasta el gobierno, ¿quién va a pagar lo que deje de aportar Pemex?
Desde la época priista en que se invitó a los mexicanos a administrar la abundancia hasta la etapa panista en la que se propuso la inversión –con 100 pesos bastaba para volverse socio de Pemex–, la economía ha vivido petrolizada.
Los priistas y panistas que han estado en el gobierno federal, aun en épocas de crisis, su única salvación ha sido el petróleo –y las remesas– y de ahí han tomado para salvar no sólo su vida política sino su vida privada.
Los priistas metieron a la cárcel al descubridor de Cantarell, pero los panistas no quisieron tocar ni con el pétalo de una demanda al difunto secretario de Gobernación o al abogado general de Pemex devenido en dirigente nacional del PAN.
El sindicato siempre ha vivido épocas de jauja, sin que importe quien sea el líder, estos han sido soldados del gobierno federal y bajo ese principio ordeñan no sólo los ductos sino el presupuesto para darse vida de emir, jeque o sultán
Buena parte de la renta petrolera se ha ido por los canales de la corrupción, sin importar el partido que esté en el gobierno, de ahí que cualquier reforma que se apruebe para Pemex tiene la dificultad de encontrar una vía para reponerla para el gasto público.
Se requiere cambiar la gestión de la empresa, se requiere disminuir la paralización de la economía, se requiere fondear el futuro, el problema es que eso significa que en el presente alguien pague lo que los veneros del diablo ya no aporten.