Pestilente olor a corrupción es el que trae impregnado la muerte de don Román, trabajador del sector educativo y las lesiones que sufrieron la semana pasada docentes, quienes son los paganos de la complicidad y el amor por dinero que padecen algunos funcionarios públicos sin escrúpulos.
Lo ocurrido el pasado jueves sobre la carretera Emiliano Zapata–Lázaro Cárdenas, en donde un camión –concesionado por el gobierno del estado– volcó, era un hecho que tarde o temprano iba ocurrir e incluso, de no solucionarse, puede ser peor. En el gobierno de la nueva historia, la voracidad de algunos de sus funcionarios genera este tipo de situaciones.
La empresa Turística Alejandra, de la cual es dueña Rubén Domínguez Medel, a la sazón, director de Transportes en la Secretaría de Movilidad del gobierno estatal, y concesionaria del programa “Primero los Maestros”, que traslada a los mentores y por el cual el gobierno desembolsa 15 millones 514 mil pesos, es el principal señalado y quizá responsable de esta tragedia.
El funcionario estatal ha subcontratado los servicios con transportistas que, ante la falta de trabajo, por las condiciones propias de sus unidades, aceptan la explotación.
Mientras el beneficiario del gobierno del no robar, no mentir y no traicionar, cobraría 3 mil 100 pesos, con IVA incluido, por cada uno de los viajes que hacen en las 35 rutas establecidas, él paga a los transportistas 2 mil 145 pesos –que deben facturarle al Registro Federal de Contribuyentes DOCD0220GT4 y enviar los documentos al mail [email protected]–, quienes al cubrir sus costos de operación no logran ingresos ni de 500 pesos por día.
Mientras el señor Rubén se embolsaría, aproximadamente, 900 pesos por “pasar” viaje o ruta al día, los que prestan el servicio no tienen dinero para invertir en mecánica preventiva y mucho menos para pagar seguros de viaje o mejorar las unidades.
Por esa razón, los autobuses utilizados y contratados por el funcionario estatal, en su mayoría, son prácticamente de desecho. Poco o nada le importa la seguridad de los maestros, sino las ganancias millonarias que esto le está dejando. La historia se cuenta sola.
De esta pestilente corrupción saben funcionarios estatales y los dirigentes de las secciones 31 y 55 del SNTE, Cutberto Chávez de la Rosa y Jorge Guevara Lozada, respectivamente; pero convenientemente, decidieron callar hasta que la muerte alcanzó a uno de los suyos, generó daños en maestras y la molestia de maestros, que no quieren seguir padeciendo los efectos de la pestilente corrupción.