Viernes, marzo 28, 2025

Pensamiento complejo y pandemia

El clima de angustia, inseguridad e incertidumbre creado en torno a la pandemia, ha favorecido el surgimiento de un “pensamiento único”, es decir, de una serie de postulados ideológicos hegemónicos impuestos en torno a las causas, tratamiento y prevención del coronavirus, y poco a poco la discusión se reduce a un enfrentamiento entre pro y antivacunas. El discurso predominante va en el sentido de que la vacuna es la única solución a la crisis sanitaria y fuera de ella no habría salvación; esto a pesar de los casos de reacciones adversas y graves secuelas, o de contagios y muertes, a pesar de haber recibido la vacuna.

Al inicio de la pandemia se hizo evidente que había amplios sectores de la población más vulnerables al virus por padecimientos mórbidos previos, la obesidad, la hipertensión y la diabetes, entre otros; padecimientos todos relacionados con hábitos alimenticios basados en la ingesta de comida industrializada, con un sistema de vida sedentario, con condiciones laborales estresantes y con condiciones de un medio ambiente cada vez más deteriorado. Al parecer, este tipo de constataciones se hicieron a un lado y todo se ha centrado en el confinamiento, la aplicación de medidas de seguridad y en la vacunación como única manera de superar la crisis.

Esta visión profundamente reduccionista es la que se ha impuesto como la “científicamente” aprobada y la única válida; por lo tanto, no hay que cuestionar ni cambiar nada del sistema de vida anterior a la pandemia, sino por el contrario, hay que recuperarlas y preservarlas, porque ellas representan el progreso, el desarrollo, la modernización, conceptos huecos y vacíos que ya no alcanzan a ocultar la realidad: el modelo de vida anterior es sólo un conjunto de estructuras, culturas y saberes que favorecen la acumulación y concentración del capital en pocas manos; es un sistema social construido por el capital para lucrar con la salud, la alimentación, la educación, los recursos naturales y la vida misma; es el cumplimiento de la profecía de Iván Illich de los años 70: la mega máquina social (el capitalismo) es la que domina y explota al ser humano y ya no es la sociedad la que está al servicio y bienestar del ser humano; los términos se han invertido.

En este sentido, hay que rescatar nuestra capacidad de aplicar un pensamiento crítico complejo, es decir, nuestra capacidad de analizar todas las aristas de la realidad, todos los factores que están presentes en la actual crisis y no quedarnos con la simplificación impuesta por los dueños del dinero, pues de este ejercicio reflexivo y de análisis, pueden y deben surgir las alternativas que nos permitan salir del bache. La vacuna y las medidas de protección son importantes, pero insuficientes; lo que hay que cambiar de base, es el modelo de vida consumista–depredador que hemos aceptado como el mejor y el más deseable. Tenemos que revisar a fondo nuestros hábitos alimenticios y descubrir por qué nuestras defensas son deficientes, qué tipos de alimentos son los que verdaderamente nos nutren y cuáles nos enferman y nos matan; tenemos que revisar nuestra visión de la vida y decidir si estamos sobre este planeta para vegetar en una vida cómoda y sin esfuerzo, y si es aceptable la ley de la jungla que nos pone a luchar unos contra otros, mientras unos pocos se benefician de nuestra falta de solidaridad, de organización, de trabajo conjunto para cambiar este modelo de sociedad suicida.

Debemos reconstruir nuestra autonomía individual y colectiva con base en nuestra experiencia y no con base en los falsos y reductores principios que las empresas y sus gobiernos cómplices nos dictan. Tenemos que despertar nuestro sentido crítico para comprender la complejidad y riqueza de la vida, antes que sea demasiado tarde; hay que desechar la ley del menor esfuerzo.

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