El gobierno federal ha repetido hasta el cansancio que construyen la “nueva historia”, sin que aún quede claro qué es a lo que se refieren. Se sabe que su argumento parte del paradigma de una alternancia pacífica, de un movimiento que resistió y se configuró como partido político, siempre de la mano de un dirigente que dijo ser de izquierda y se endilgó representar la única alternativa política, la única opción viable para el futuro del país. Lo cual no es, tampoco, una mentira.
Las múltiples izquierdas que, desde prácticas políticas oficiales y no oficiales, miembros de partidos disidentes, movimientos obreros, académicos e intelectuales disconformes, así como múltiples militantes de movilizaciones radicales, las cuales fueron desarticuladas y desintegradas por el sistema presidencial semiautoritario que gobernó el país por más de 70 años, creó una comunidad emocional que identificó a ese líder como un nuevo gurú de la denominada “izquierda”.
Era la oportunidad real para acabar con el neoliberalismo, la corrupción, las mafias del poder, los fifís y demás “enemigos” que, si bien fueron y son reales, sólo se combatieron mediáticamente, desde las conferencias mañanera durante todo un sexenio. Modelo que, en la sucesión, obviamente, no se ha extinguido.
Al igual que en el pasado, la figura del gran tlatoani logró, a su manera, condensar esa superviviente comunidad y cohesionar sus aspiraciones juveniles. Muchos actores asumieron que con el gran líder hibridado que llegó al poder se alcazaba esa otra revolución, la revolución que muchas de esas izquierdas iniciaron y fueron cooptadas, reprimidas, desarticuladas y muchas exterminadas tanto política como militarmente.
Esos actores creyeron, muchos aún creen en esa redención, y asumieron que durante el sexenio pasado, la verdad sobre los acontecimientos que ellos vivenciaron y las violaciones a los derechos humanos que ellos experimentaron serían nuevamente analizadas, develadas, nombradas y, sobre todo, solucionadas. Muchos esperaron y esperan aún la justicia, las justicias de la alternancia del poder. El gobierno del gran líder abogó en primera instancia por un modelo de justicia que denominó: “a la mexicana”, es decir, una justicia retributiva por sobre la verdad. De esta forma se aseguraría la no repetición de los acontecimientos pasados e incluso los atroces acontecimientos del presente. Para ello, comprometió dos mecanismos de investigación, uno para los delitos cometidos en el pasado muy pasado y otro para los delitos perpetrados en el pasado presente y en el presente.
Bajo esta consigna, múltiples recursos materiales, humanos, presupuesto, esfuerzos, profesionalismo y voluntades se sumaron a esa loable labor y al final: ¡Nada! Ante el pasado y el presente, la “nueva historia” quedó a deber, no pasó nada. Ni siquiera se alcanzó la llamada justicia “a la mexicana”. Litros y litros de tinta seca plasmada en dos informes, gruesos y pesados empastados grises, son intentos de contener verdad, verdades recicladas y entregadas a destiempo, por la puerta de atrás, sin el menor interés del gobierno sucesor por resonar lo ahí escrito por un profuso equipo de expertos y expertas. Un informe mediáticamente inexistente en el recuento de los daños, sin impacto social y mucho menos político.
Las demandas de la vieja historia que urgían en la demanda de esa “nueva historia” ¡Nada!
La “nueva historia” se dicta soberbiamente desde la misma narrativa madrugadora, la narrativa mañanera, profusión verbal y tinta que se mediatiza un día sí y el otro también. Frágil recurso para alcanzar la propuesta y la proyección histórica de sí mismos.
El segundo piso de la Cuarta Transformación revitaliza el profundo cimiento del rascacielos político que se construyó hace más de 70 años, comparte la hechura de una historia colmada de cancelación, el subsuelo que sostiene la impunidad, la mentira, la injusticia, el silencio y la desmemoria. Esa es la real historia, la “nueva historia” de la actual llamada izquierda gobernante.
Para los delitos del pasado muy pasado, para los del pasado presente y para los del presente no llegará la “nueva historia”, al menos no, durante el primer y el segundo piso de la Cuarta Transformación”.