Orlando Alexis Rodríguez Barrera recuerda con claridad el momento en que su pasión por el cine tomó forma. “Primero quería actuar, eso me llamaba la atención, pero cuando descubrí que había gente detrás de las cámaras, eso me atrapó”, cuenta. Su curiosidad lo llevó a explorar el mundo del cine desde otra perspectiva, descubriendo que su verdadera vocación se encontraba en la producción y dirección audiovisual.
En entrevista, cuenta que estudió la carrera de Cinematografía y Producciones Audiovisuales en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Desde su formación, alternó los proyectos académicos con trabajos independientes, creando su propio camino junto con amigos y su familia, que también comparte su pasión por el cine.
Su carrera ha estado marcada por la creación de cortometrajes y videoclips, un terreno en el que ha experimentado distintos formatos y narrativas. “Realicé un pequeño corto de animación llamado El último viaje a la Luna. Sin embargo, su trabajo con Tlahuelpuchi tuvo mayor proyección, participando en festivales como el de Ciudad Madero y el MIC Hueyo.
Otro de sus proyectos destacados fue Sacrificio, un cortometraje de terror que lo llevó al Festival Feratum, en Michoacán, donde pudo conectar con otros realizadores y ampliar su visión sobre la industria. “Ese festival nos abrió puertas y nos permitió ver hasta dónde podíamos llegar”, afirma.
Aunque aún no ha producido un largometraje, ha incursionado en la dirección de videoclips para artistas emergentes. “He trabajado con músicos de la Ciudad de México, y con Solar Vibes, un proyecto más orientado al reggaetón”, explica. Su enfoque está en consolidar su experiencia con cortometrajes y videoclips antes de aventurarse a un proyecto más grande.
Para Orlando, hacer cine significa conectar con el público y compartir historias. “El cine es un trabajo colectivo, dependes de tu equipo. No es como la pintura o la música, donde puedes hacerlo solo; aquí necesitas a un crew en quien confiar”, reflexiona.
El panorama cinematográfico en Tlaxcala, según él, aún es limitado. “Hay espacios y escenarios naturales increíbles, pero son las producciones externas las que vienen a filmar, mientras que la producción local es escasa”, lamenta. A pesar de ello, considera que hay esfuerzos por formar una comunidad de cineastas y generar un público interesado en el séptimo arte.
A futuro, Orlando sueña con llevar a cabo su primer largometraje. “Ya tengo un guion escrito, pero antes quiero consolidar otros proyectos más cortos para ganar experiencia. El cine es aprender y experimentar para, cuando llegue el momento, estar listo para mi ópera prima”, detalla.
Actualmente, imparte un taller de cine como parte de una productora creada junto a su familia. “Nos apasiona contar historias y transmitir emociones al espectador. La oportunidad de impartir el taller surgió después de que mi hermano me apoyara en un curso de actuación”, relata.
El taller que imparte en el Centro de las Artes, busca acercar a más personas al mundo de la cinematografía y fomentar el desarrollo de talentos locales. “La idea es que la gente conozca la importancia del trabajo detrás de la cámara y se anime a contar sus propias historias”, concluye Orlando, convencido de que el cine en Tlaxcala tiene un futuro prometedor si se fomenta desde la formación y la práctica constante.