La capacidad de asombro es una capacidad que permite conectar con nuestra realidad y con otras personas; entre algunos estudios, proponen que esta capacidad “incluye la sensación de vastedad, es decir que, a veces, la magnitud de lo que presenciamos no “cabe” en nuestras estructuras mentales y necesitamos ampliarlas o cambiarlas”, explican que, si bien puede causarnos confusión o desorientación, también permite una nueva comprensión expandida del mundo y sobre nosotras y nosotros.
Esta capacidad pareciera que sólo es propia durante la infancia, que con la edad se va perdiendo todo asombro sobre lo que nos rodea, sobre los contextos de riesgo y criminalización, la desaparición y muerte de cientos de personas cada semana; normalizamos y nos adaptamos a las más complejas situaciones, sin que nos motive a modificar aquellas situaciones que nos están causando daño. Aristóteles consideraba el asombro como “una respuesta natural de las personas ante la experiencia de algo que no se entiende o que parece inexplicable”, ya que esto favorece el pensamiento crítico, la solución del problema y cuestionar estas realidades.
En México, todos los días ocurren crímenes contra mujeres y hombres de todas las edades, contra las defensoras y defensores de derechos humanos, periodistas, contra las resistencias; sin embargo, pareciera que en algunos casos ya no hay asombro, o se continua con la vida porque “tenemos que sobrevivir ocupándonos de nuestras propias preocupaciones”, porque “no creo que me suceda a mí o a las personas cercanas a mí”; independientemente de las razones que podamos dar, una parte de la sociedad ya no se asombra con nada; por lo tanto, existe mucho silencio en contra de las injusticias.
Los contextos que vivimos no existen porque “se han perdido los valores”, esta idea termina responsabilizando solo a una parte de lo que en realidad implica el problema, las instituciones que tienen la obligación de prevenir y atender estas realidades no han profundizado en los orígenes; los valores permanecen, somos las personas quienes le damos un significado desde nuestra moral, modificando el sentido de estos valores y que se convierten en prácticas individuales y sociales, incluso institucionales.
Si escuchamos a las niñas y a los niños, a propósito de su día, podemos comprender cuáles son las ideas que esta generación está adoptando, cuando una niña se pronuncia en contra de las mujeres y responsabiliza a las madres de ser quien le dé “ese valor de una buena mujer”, de enseñarle a comportarse de cierta manera y pronunciarse en contra de derechos constitucionales, sabemos que la misoginia continua siendo la mayor herramienta de adoctrinamiento del sistema institucional, estructural y cultural para mantener a las mujeres subordinadas, calladas, en lo privado y sin la libertad para vivir plenamente nuestros derechos, para tomar decisiones sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos; es una razón más para seguir luchando desde el feminismo, para no continuar reproduciendo esta educación que ha sido la responsable de todos los crímenes en contra de las mujeres, niñas y niños, quienes son siempre los principales grupos que viven vulneración, discriminación y violaciones graves a nuestros derechos.
Si verdaderamente se les diera voz en días “festivos”, se tendría que estar reflexionando sobre el matrimonio infantil forzado, las maternidades obligadas como tortura, la desaparición de niñas y niños, además de la desaparición de este grupo en condiciones de migración, donde Tlaxcala se encuentra entre los 10 estados con mayor número de desapariciones de niñas, niños y adolescentes; tendrían que reflexionar sobre menores de edad en orfandad por el feminicidio, del abuso sexual infantil en los espacios familiares, escolares y comunitarios, etcétera, etcétera. Si sólo enseñamos a obedecer y no a desarrollar su propia crítica, nada de nuestras realidades cambiará.
No podemos guardar silencio ante los constante ataques a las mujeres por defender nuestros derechos, por alzar la voz; no sólo nos rompe el corazón saber que después de más de seis meses fuera localizada sin vida Sandra, defensora de los derechos de las mujeres en Oaxaca, quien evidenciara la violencia sexual contra mujeres indígenas y menores de edad con la participación de autoridades estatales; sino que también coloca sobre la mesa los mensajes que los gobiernos actuales están mandando a la ciudadanía. Cómo les explicamos a las niñas y niños que “todas las vidas importan”, cuando las autoridades asesinan a una mujer por proteger a delincuentes; que las personas adultas no tienen la capacidad de resolver conflictos sin violencia y que un linchamiento no es “justicia por mano propia”, sino más violencia ante la incapacidad institucional para atender verdaderamente los delitos que se cometen en nuestros territorios y que van en aumento.
El asombro también lleva a la indignación, a no aceptar las injusticias y burlas que muchas autoridades hacen desde sus puestos de poder, de generar mecanismos comunitarios y en redes para cambiar estas condiciones que no atiende el Estado, porque su política es la omisión, la tolerancia hacia la criminalidad y la pasividad frente a las exigencias ciudadanas.
La importancia de no callar las injusticias no sólo tiene que ver con visibilizar “un caso”, sino de seguir agrietando las estructuras y los sistemas que han normalizado la misoginia y el desprecio hacia todo lo que tiene que ver con nuestras vidas y decisiones. Enfrentamos importantes retos que impactarán profundamente en la defensa de los derechos humanos, la Reforma Judicial es uno de ellos, la falta total de experiencia alguna para ocupar estos cargos demuestra la indolencia del Estado frente a las violaciones de nuestros derechos, intentando colocar en el Poder Judicial a gente en su favor, como ha ocurrido en otras instancias, incluidas las “autónomas”. Sin duda, perder la capacidad de asombro ante estas realidades, nos llevará a la aceptación de condiciones aún peores.
*Colectivo Mujer y Utopía A.C.