En una pequeña escuela de la capital tlaxcalteca, un grupo de niños ha descubierto el fascinante mundo de la agricultura y la medicina natural. Entre huertos hidropónicos y plantas medicinales, no solo aprenden a cultivar sus propios alimentos, sino que desarrollan un vínculo profundo con la naturaleza y valoran cada hoja, cada brote, como parte esencial de su entorno.
Para ellos, esta experiencia va más allá de la teoría: es una aventura diaria que los conecta con la tierra, con sus raíces y, sobre todo, con un sentido de responsabilidad hacia el planeta.
En el Centro Educativo Patria, los estudiantes de cuarto grado llevan a cabo un proyecto que ha captado la atención de toda la comunidad escolar: el cultivo de lechugas con la técnica de hidroponía y plantas medicinales. Este programa educativo, que busca despertar el interés por el medio ambiente y la autosuficiencia alimentaria no solo ha motivado a los niños, sino que también ha involucrado a los padres de familia.
Sandra Bonilla, directora del centro, explica que el proyecto surgió como una respuesta a los cambios propuestos en la Nueva Escuela Mexicana, especialmente en cuanto a metodologías de aprendizaje práctico. “Queríamos un proyecto que respondiera a una necesidad de la comunidad, como la salud y el cuidado ambiental. Así surgió la idea de trabajar con plantas medicinales, que son una fuente de salud accesible y parte de nuestra cultura”, detalla. A partir de este enfoque, los niños han aprendido sobre los beneficios de las plantas que tradicionalmente se utilizan en remedios caseros.
El interés de los niños no solo se limita a observar las plantas crecer. Según Bladimir Peña Meza, maestro encargado del proyecto, los estudiantes han demostrado una dedicación sorprendente. “Los niños están muy entusiasmados, investigan cómo cuidar cada planta y se encargan de tareas como podar las hojas de lechuga y mantener el sistema hidropónico. Incluso, ayudan a sus padres a montar pequeños huertos en casa”, relata.
“Cada vez los espacios son más reducidos para cultivar, por lo que apostamos por un huerto urbano”, menciona Bonilla, quien añade que un padre de familia, experto en horticultura, ha apoyado en el diseño de un sistema cerrado de agua que permite el cultivo continuo de lechugas, acelgas y apios en espacios reducidos.
Para los estudiantes, la experiencia de cultivar sus propios alimentos ha sido reveladora. “Los niños se emocionan cada vez que ven crecer las lechugas que ellos mismos sembraron. Han aprendido a valorar lo que consumen y a entender de dónde proviene su comida”, asegura Bonilla.
Uno de los aspectos más gratificantes del proyecto, según el maestro Peña Meza, es ver cómo los estudiantes desarrollan habilidades prácticas y se vuelven más autónomos. “Ellos son quienes organizan el riego, la poda y el mantenimiento del huerto. Conocen cada etapa del crecimiento de las plantas, y ahora se sienten responsables de su cuidado”, explica el maestro. Este proceso, además, fortalece su aprendizaje en diversas áreas, ya que el proyecto es interdisciplinario y abarca contenidos de ciencias, ética y matemáticas.
El proyecto de plantas medicinales también ha captado la curiosidad de los niños, quienes ven en esta actividad una forma de preservar conocimientos tradicionales. “A los alumnos les interesa mucho aprender sobre los usos de las plantas en medicina natural, lo que también les conecta con su cultura. Nos dicen que sus abuelos utilizan estos remedios en casa, y ellos ahora quieren aprender a hacerlos”, comenta la directora Bonilla.
Con el respaldo de la comunidad escolar y el entusiasmo de los estudiantes, el proyecto sigue creciendo. Este año, los niños planean un proyecto enfocado en plantas medicinales, y sus expectativas son altas.
Natalia, una de las alumnas. expresó su emoción al ser parte de esta actividad. “Me siento muy bien cuidando las plantas, mis papás están orgullosos de que esté en el proyecto y las lechugas que cultivamos aquí saben mucho más ricas que las de la tienda”.
Por su parte, Tamara relató cómo este proyecto le permitió reconocer el valor de las plantas medicinales que ya conocía por su familia. “Mi abuela y mi mamá tienen plantas como la hierbabuena, pero aquí he aprendido mucho más. Me hace sentir feliz saber que podemos usar estas plantas para curarnos de forma natural”.
Elías, otro de los estudiantes, mencionó el impacto que tuvo el proyecto en su perspectiva sobre las plantas: “No sabía casi nada de las lechugas, pero ahora me gusta mucho participar y ayudar a mis compañeros. Cuidar las plantas y cosechar nuestros propios alimentos me hace sentir bien”.
Finalmente, Sebastián compartió que el proyecto le ayudó a entender la importancia de las plantas en la salud. “Aprendí que algunas plantas curan dolores del cuerpo. Ahora siento que como algo que yo mismo cultivé, estoy cuidando de mí mismo y ayudando a la naturaleza”.