Ante la devastación de la Cuenca del Alto Atoyac, donde el control de descargas industriales muestra “una gran ineficiencia” y no hay un programa de protección a la población, es necesario un sistema de vigilancia de la salud ambiental, a fin de crear políticas públicas de regulación, pues en la última década han crecido las tasas de mortalidad por enfermedades no transmisibles en adolescentes y jóvenes.
Así lo planteó Gabriela Pérez-Castresana, coordinadora del Proyecto Nacional de Investigación e Incidencia (Pronai) en Ciencia de Datos y Salud, financiado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnología (Conahcyt).
La también investigadora del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente de la Universidad Ibero Puebla expuso los resultados de ese Pronai, ejecutado durante tres años, en la Cuenca del Alto Atoyac que abarca parte de los estados de Puebla y de Tlaxcala.
Repasó que esta zona, que integra a cerca de 20 municipios poblanos y a poco más de 40 tlaxcaltecas, ha sido reconocida como una Región de Emergencia Sanitaria y Ambiental (RESA), donde habita aproximadamente 40 por ciento de la población del primero de estos estados y 70 por ciento del segundo.
Entre los hallazgos, resaltó que la situación de salud “ha registrado un franco deterioro, sin duda, en los últimos 20 años, con enfermedades crónicas no transmisibles que se han se han incrementado, en términos de tasas de mortalidad”.
Asimismo, han aumentado los padecimientos de tipo respiratorio, los del sistema circulatorio, los del sistema nervioso y los digestivos, pero muchos de ellos no son típicos en menores de edad y en jóvenes, mencionó.
Acentuó que muchas de estas enfermedades “están provocando un impacto elevado en la mortalidad de estos grupos etarios”, ya que hay adolescentes y jóvenes que han fallecido por infartos, por insuficiencia renal o por diferentes tipos de cáncer.
Por ejemplo -agregó-, creció más de 100 por ciento la tasa de mortalidad “por enfermedades del sistema circulatorio, infartos, en la última década”; y de renales fue de más de 50 por ciento, en este segmento de la población.
Puntualizó que el porcentaje de aumento en la tasa de mortalidad es variable en adolescentes, por ejemplo, es mayor a 20 por ciento en cáncer y en padecimientos del sistema nervioso, donde se incluyen la leucemia y la epilepsia, al igual que los infartos, entre otros.
Los rangos de edad en personas jóvenes son de entre 20 y 24 años y en el de adolescentes hay una subdivisión, en la primera entran los de 10 a 14 años; y en la segunda, los de 15a a 19 años.
Anotó que la Cuenca del Alto Atoyac abarca el área metropolitana más importante de las dos entidades federativas, además de otros municipios; pero explicó que esta zona
no integra nada más al río Atoyac, del cual lleva el nombre.
Añadió que muchas personas creen que este problema es solamente del cauce, pero que en realidad es de un territorio que no está restringido a la contaminación o al deterioro de la calidad del agua de los ríos, sino también a la del aire “que respiramos todos los que vivimos en la Cuenca”.
“La contaminación se ha incrementado en los diferentes compartimentos ambientales, en agua, en suelo; hemos detectado elementos químicos, metales pesados y niveles relativamente altos en hortalizas; estamos hablando de un problema de contaminación severo”.
Abundó que la Cuenca engloba la zona sur de este estado que comprende a municipios como Tlaxcala, Apetatitlán y Apizaco; a Tetla de la Solidaridad, un poco más hacia el norte, y a Españita, hacia el oeste; y en Puebla, también a la capital, a Cuautlancingo y a las Cholula, este entre otros.
Sin embargo -observó- podemos tener una división político-administrativa, “pero cuando hablamos de este sistema de cuenca, es un territorio que está interconectado por el agua, porque si se descargan aguas residuales en el río Zahuapan en algún punto de Tlaxcala, esa contaminación va a pasar por Puebla porque es un afluente del Atoyac.
Por eso es que cuando se hace una propuesta a nivel municipal para recuperar el río, “no se logra nada porque estamos hablando de un sistema en donde hay muchas” más demarcaciones, por la interconexión tanto de agua como de aire, recalcó.
Remarcó que hay una dinámica en la que a través de los vientos se transportan los contaminantes emitidos en un punto en particular y que pueden llegar a un área que no esté poblada o tan impactada por la industria.
La investigadora mencionó que frente a un “problema sumamente complejo” porque son diferentes las fuentes de contaminación, es importante entender “que no se debería contaminar el medio ambiente” y que esta afectación es producto de que no se cumple con la normatividad de las descargas de aguas y de que el mecanismo de regulación de vigilancia monitoreo, “es muy débil”.
También se debe tener consciencia de que hay una región “muy devastada” donde la regulación “muestra una gran ineficiencia”, pero además “no existe como tal un programa dirigido a proteger la salud de las personas ante el peligro de la contaminación”.
Enfatizó que en este momento se desconoce “qué estamos respirando, pues si quisiéramos buscar algún organismo o alguna plataforma que nos diga cuál es la calidad del aire, en muchos municipios no se cuenta con una estación de monitoreo”.
En todo el territorio de la Cuenca del Alto Atoyac solamente hay cuatro estaciones en igual número de municipios, ya que no se ejercen las funciones esenciales de la salud pública ambiental, en términos de la evaluación de las condiciones de las personas y del peligro por la situación del entorno.
Por tanto, una propuesta es la creación de un sistema de vigilancia de la salud ambiental, donde se conozca a través de un monitoreo cuáles son los contaminantes presentes en el aire y en el agua, así como los riesgos para la población, a efecto de que con esa información base se realicen propuestas de políticas públicas de regulación, “para presionar”.
Además, “de que toda la información que se está generando en los proyectos de investigación sea tomada en cuenta”, para establecer estrategias de mejoramiento, por ejemplo, para un ordenamiento ecológico del territorio o para formular un plan sólido que permita comprender el problema.
“Tenemos que entender todos que la salud humana está interconectada con la del territorio, que deben abordarse en conjunto, no por separado; es momento de que las personas y sus derechos sean el centro del diseño de las políticas públicas y que se evalúen de manera sistemática las implicaciones en los proyectos industriales”.
Agregó que se le da mucha prioridad al desarrollo industrial, sin tomar en cuenta esas posibles afectaciones, “porque si estamos hablando de que no se regulan los contaminantes, más industrias significan más residuos tóxicos, y aquí la cuestión es, ¿ese es el camino a seguir para realmente lograr el bienestar de la población?”, expresó.
Gabriela Pérez-Castresana estuvo en la entidad tlaxcalteca para participar en el foro “Cuenca del Alto Atoyac, voces comunitarias sobre la devastación socioambiental, hallazgos de los proyectos de investigación e incidencia del Conahcyt y propuestas para avanzar hacia el saneamiento integral”, convocado por el Centro Fray Julián Garcés y otras organizaciones
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