La semana pasada, en medios de comunicación, se difundió que la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tlaxcala afirmó que “…las carpetas de investigación (de feminicidio) no se pueden cambiar, por lo que no debería existir una disparidad entre las cifras oficiales y las que maneja la sociedad civil organizada”.
La disparidad de los datos sobre las averiguaciones previas frente a la trata de mujeres y niñas en nuestro estado tampoco coincide, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública hasta la fecha no ha mostrado ninguna carpeta de investigación sobre trata de mujeres en Tlaxcala, a pesar de que la Fiscalía del estado es quien dota de la información al Secretariado Ejecutivo. Vía acceso a la información que la Fiscalía –antes Procuraduría– atendió a siete víctimas de trata en el periodo de enero a junio de 2024. La sociedad civil nos preguntamos: ¿Por qué la Fiscalía no ha dado a conocer estos casos al Secretariado Ejecutivo? ¿Acaso las víctimas de trata que atendió no ameritaron abrir una carpeta de investigación? ¿Qué se está haciendo para garantizar atención y protección si no se les reconoce de su existencia?
Christine Delory nos dice que la “narrativa no es sólo el medio, sino el lugar”, la narrativa de la Fiscalía nos hace preguntarnos: ¿Desde qué lugar se coloca cuando nos comparte los datos sobre la situación de la trata de mujeres y niñas? Desde nuestra interpretación se coloca alejada de la realidad cotidiana en que vivimos las mujeres de Tlaxcala, desde una posición que defiende el discurso “somos el segundo estado más seguro del país”.
Esta actitud de negación e inadecuada atención del problema no es nueva, en 2008 la Dra. Patricia Olamendi Torres realizó el estudio Trata de Mujeres en Tlaxcala, en dicho estudio señaló que las víctimas mencionaron nombres de los agresores, lugares de explotación y mecanismos de enganche. Afirmó que existían los elementos suficientes para abrir carpetas de investigación, procesar y sancionar a las redes de trata, pero no se hizo, así que recomendó a las “áreas de procuración e impartición de justicia y de seguridad publica capacitación”.
Delory–Momberger nos dice que la narrativa es “un sistema de interpretación y de construcción que sitúa, une y da significado a los acontecimientos de la vida como elementos organizados dentro de un todo”. La narrativa de las víctimas y sus familias nos muestran el dolor por el que han pasado, lo que han tenido que aprender para tener acceso a la justicia para ser escuchadas y cómo han ido construyendo estrategias de resistencia para encontrar a sus hijas y protegerse de las redes de tratantes.
En la tesis de maestría de la Mtra. Alma Carina Cuevas en 2015 refiere las deficiencias en la investigación y atención de víctimas de trata de mujeres, entre ellas, se encuentran las siguientes: a. Una menor declara dos meses después que “desde que salió del albergue con su padre, el que fuera su novio le sigue mandando mensajes”, a pesar de haber enterado a las autoridades de esta situación y de ser víctima del delito de trata de personas, no había constancia de que se tomara alguna medida preventiva para proteger a la víctima y b. Basados en formatos estándar, se determina que menores están por su voluntad y por condiciones de necesidad económica, pero, posteriormente una de ellas es reconocida por su padre, quien indica que desapareció desde hace meses y que eso había sido hecho de conocimiento de las autoridades.
La lucha de las víctimas y sus familias tiene una trascendencia increíble en la investigación y prevención de este delito y violencia extrema hacia las mujeres, la cual no ha querido ser escuchada por autoridades como la Fiscalía.
Tal vez la narrativa actual de la Fiscalía cambie si se encuentra con las narrativas de las víctimas, de las familias y de las organizaciones de la sociedad civil, que por años hemos demandado que las autoridades e instituciones asuman su papel en el respeto, defensa y garantía de los derechos de las personas y los pueblos; de otra forma, los datos no coincidirán, las exigencias continuarán, las redes de trata seguirán operando y, sobre todo, las víctimas de trata con fines sexuales seguirán existiendo.