Los rumores no se endeudan, pero los municipios sí. De pronto, en un altavoz que se colocó en la parte central y de un palo muy alto se escucha: “Compañeros legisladores, les pido que consulten a la gente antes de aprobar el endeudamiento de los municipios. Es importante contar con el respaldo ciudadano en una decisión tan crucial”.
Las palabras del exgobernador resuenan en el tianguis, como si fueran el eco de una advertencia que pocos querían escuchar. Entre los puestos de nopales y aguacates, el chisme ya estaba corriendo. Sábila, con su rebozo bien ajustado, fue la primera en soltar el comentario:
—Mira que pedir que consulten a la gente… Como si no supiéramos que ya está todo decidido.
Los cinco personajes se acomodaron bajo la sombra de una lona descolorida, como si el tianguis fuera el escenario perfecto para hablar de política y promesas incumplidas. El bullicio del mercado seguía, pero ellos estaban más interesados en desgranar el nuevo chisme.
Jicotencal, acomodando sus nopales, le siguió el juego:
—Pos sí, pero hay que darle su crédito. Al menos nos enteramos de que algo se cocinaba. ¿Doce días y ya aprobaron la ley? Sí, hasta parece que la hicieron en un comal, rapidito y sin preguntar.
Margarito, el más optimista del grupo, no pudo evitar sonreír mientras revisaba sus aguacates:
—No sean malpensados, compañeros. Dicen que ahora sí vamos a tener auditorios nuevos, unidades deportivas y hasta mercados. ¿Qué no es eso lo que siempre hemos pedido?
Teutila, con su mirada aguda y siempre escéptica, resopló:
—¡Ay, Margarito! Los presidentes municipales apenas empezaron el 1 de octubre y ya están pensando en cómo gastar el dinero que no tienen. Pero la gobernadora les puso un freno bien claro: solo para proyectos que se puedan pagar antes de que terminen. Nada de heredar deudas.
Comprar con un billete roto
Tránsito, que siempre tiene una teoría conspirativa bajo la manga, no se quedó atrás:
—Ahí está el truco, ¿no? Les ofrecen el caramelito del financiamiento, pero con la condición de que lo paguen antes de que se vayan. Muchos ya soñaban con grandes obras para dejar su nombre grabado, pero ahora ni para eso les alcanza. Llegan con las manos vacías y encuentran administraciones en la ruina.
Sábila, que nunca pierde una oportunidad de lanzar una ironía, soltó una carcajada:
—Pues claro, si ni dinero para las tortillas tienen, ¿cómo van a pagar grandes proyectos? Los municipios están igual que nosotros cuando nos quedamos sin cambio en el tianguis, esperando que alguien les preste un par de pesos.
Jicotencal, siempre el más sensato del grupo, reflexionaba en voz alta:
—La cosa es sencilla: los municipios pueden pedir prestado, pero tienen que pagarlo antes de que termine su mandato. La gobernadora no quiere que le hereden deudas a los que vengan después. Claro, suena bonito en el papel, pero la realidad es otra.
Margarito, fiel a su espíritu positivo, intentaba ver el lado bueno:
—Miren, si los presidentes municipales se ponen las pilas, pueden hacer grandes cosas. Es una oportunidad para mejorar los pueblos. ¡Hasta nuevas calles podemos tener!
Teutila, siempre aterrizada en la realidad, no estaba tan convencida:
—Eso está muy bien, pero ¿de qué sirve si las cuentas no cuadran? Los presidentes llegan a municipios en números rojos, y ahora, en lugar de preocuparse por lo básico, tienen que pensar en megaproyectos. Como si al tianguis viniera alguien con un billete roto queriendo comprar media tienda.
Sin endeudar a las futuras generaciones
Sábila, que ya había escuchado suficiente, añadió su toque final:
—Pues mira, Teutila, si fueran como Tránsito, ya estarían pensando en cómo hacer una estatua con su cara. Pero la gobernadora les dejó bien claro: solo pueden endeudarse si es para proyectos que se puedan pagar en su administración. Y para colmo, nada de gastar en salarios o cosas así, solo en obra pública.
Tránsito, el más callado hasta el momento, lanzó su teoría con su habitual tono de misterio:
—Esto es lo que pasa: Los presidentes municipales ven el financiamiento como la solución a todos sus problemas. Pero cuando descubren que tienen que pagarlo antes de irse, se les borran las sonrisas. Muchos pensaron que sería fácil, pero ahora se dan cuenta de que las promesas salen caras, y más cuando no hay dinero en la caja.
Jicotencal, con su habitual serenidad, trataba de poner las cosas en perspectiva:
—Lo que está claro es que la ley ya pasó. Ahora nos toca ver cómo la implementan. Porque una cosa es pedir prestado y otra, muy distinta, saber en qué gastarlo. No es lo mismo invertir en un mercado nuevo que en un centro deportivo.
Margarito, sin perder su entusiasmo, agregó:
—Pero hay que tener fe, compañeros. Si los presidentes municipales se organizan bien, pueden dejar un legado positivo. No todo es malo. Al menos ahora tienen la posibilidad de hacer algo grande sin endeudar a las futuras generaciones.
Entre los pasillos del mercado
Teutila, que no dejaba pasar una oportunidad para cuestionar, replicó:
—Eso suena muy bonito, Margarito, pero la verdad es que los municipios están endeudados desde antes de que llegaran los nuevos alcaldes. ¿De qué sirve que puedan pedir prestado si ni siquiera tienen para lo básico? Es como si yo quisiera vender mis quesos cuando ni siquiera tengo leche.
Sábila, con su toque irónico, concluyó:
—Eso es lo que veremos en los próximos meses. Mientras aquí en el tianguis se habla y se especula, los presidentes municipales estarán tratando de hacer magia con presupuestos que apenas les alcanzan para lo más básico. Y cuando empiecen a faltar las cuentas, ¿adivina quiénes seremos los primeros en enterarnos? Así es, nosotros, aquí en el tianguis, donde todo se sabe.
Y así, entre risas, bromas y reflexiones, los personajes del tianguis siguieron con su discusión sobre la Ley de Deuda Pública. Porque, aunque los acuerdos se firman en oficinas cerradas, el verdadero análisis siempre ocurre entre los pasillos del mercado, donde las noticias se compran y venden como cualquier otro producto. En este espacio, el pueblo comenta, critica y espera, siempre con la certeza de que lo que hoy se aprueba, mañana será el tema de conversación en el tianguis.