Los demonios andan sueltos en el Congreso del estado, porque las intrigas, peleas internas, la lucha por el poder político y financiero, aderezado con las aspiraciones electorales venideras, de corto y mediano plazo, están cimbrando al Poder Legislativo, con la posibilidad del destierro de algún congresista y el arrebato de posiciones a aliados y adversarios.
Pese a la unidad que presume tener el partido hegemónico y en el poder, como es Morena, sus luchas internas por el control de los espacios públicos y de toma de decisiones se han radicalizado y en el Legislativo se vive una cruenta batalla focalizada a que Rubén Terán Águila pierda todo.
Desde la Secretaría Gobierno, al parecer, se ha orquestado una estrategia para quitar del camino todo lo que sea oposición a la gula de poder y arrogancia que inunda ese despacho.
Esa táctica no solo ha operado al interior de la administración estatal, la cual ha propiciado varios desaguisados, golpes a funcionarios y desconfianza en quien debería ser el jefe de gabinete, sino que se ha enfocado en el Legislativo, que debería ser un poder autónomo.
La gula de poder, cual glotón, ha llevado a generar una serie de acciones y estrategias que buscan obligar a Terán Águila no solo dejar la presidencia de la Junta de Coordinación y Concertación Política y la coordinación de la fracción parlamentaria de Morena, sino hasta la misma curul a la que llegó por la vía de la representación proporcional. De eso, lo saben no solo sus correligionarios, sino sus homólogos de las demás representaciones partidistas.
También busca impedir que el Partido del Trabajo y en especial su pariente Miguel Ángel Covarrubias Cervantes, se quede con la presidencia de la Junta de Coordinación; esa posición ya la comprometió con la diputada morenista Marcela González, esposa del secretario de Infraestructura, Alfonso Sánchez, hijo del ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya. También busca quedarse con la administración del dinero del Legislativo.
La operación está a todo lo que da; los demonios andan sueltos, las intrigas, deslealtades y la búsqueda de nuevos dividendos, podrían poner en crisis al Congreso, salvo que los pastueños legisladores frenen al glotón.