“Ninguna mujer nace para puta”, es una frase que Sonia Sánchez menciona categórica cuando narra su testimonio al ser víctima de trata con fines de explotación sexual. Sonia fue explotada sexualmente por ser pobre, porque migró de su lugar de origen hacia la ciudad de Buenos Aires cuando era una adolescente en búsqueda de un trabajo, porque no tenía que comer, porque fue engañada por un anuncio en el periódico que decía que se contrataban personas para ser recamareras y porque existe un sistema patriarcal–capitalista–neoliberal que ha hecho posible que las mujeres sean vistas como objetos en venta.
La historia de Sonia Sánchez es una de tantas historias que viven niñas, adolescentes y mujeres. El tercer reporte anual “Trata de personas desafío global y virtual” del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia para la Ciudad de México, revela que, de los 3 mil 498 reportes atendidos entre enero de 2022 y junio de 2023, provenientes de todo el país y el extranjero, las niñas y las mujeres son las más vulnerables, y la explotación sexual es la modalidad más frecuente en su contra. El 49.7 por ciento del total de víctimas identificadas son menores de 18 años, y de ellos, el 23.4 por ciento tiene entre 13 y 17 años; 13.6 por ciento entre 7 y 12; 11.4 por ciento menos de 6 años y en el resto de los casos no se especificó la edad.
Esta historia se vuelve frecuente debido a que en México las personas no tenemos garantizados nuestros derechos para el goce de una vida digna, también porque nuestras autoridades asumen posiciones de omisión y simulación ante la problemática y algunas de esas autoridades son quienes demandan el cuerpo de mujeres o están coludidos con las redes de tratantes. También ocurre porque estamos viviendo un momento en que el poder, el dinero y las mercancías tienen mayor valor que las propias personas y que la propia vida.
La activista feminista, Rita Segato explica que a todo acto y practica que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas, se le llama pedagogía de la crueldad.
La explotación sexual de niñas y mujeres es un acto de crueldad, debido a que las personas pierden la empatía con ellas y las miran como las prostitutas, las mujeres de la vida fácil, las locas, los objetos que se pueden comprar y utilizar para el goce y disfrute, y que incluso se pueden matar.
Estas ideas legitiman la explotación sexual de las mujeres y generan en ellas ideas de soledad, de vacío, se les impone el pensamiento de que vender el cuerpo es un modo de trabajo o que es una manera de demostrar el amor hacia la pareja. También son ideas que el sistema patriarcal–capitalista–neoliberal se ha encargado de normalizar, de que es necesario que existan mujeres explotadas sexualmente para que los hombres tengan espacios de recreación, alegría y descanso.
Ver a la trata con fines de explotación sexual como un trabajo, es permitir que miles de mujeres sigan siendo violentadas, sigan siendo maltratadas, sigan siendo discriminadas y sigan siendo marginadas.
Se requiere que desde la educación básica se integre la reflexión de esta problemática y que desde ese espacio se promueva el pensamiento crítico, propositivo que lleve a la niñez, a las adolescencias y las juventudes, a rechazar este tipo de violencias y, en consecuencia, actuar para que ninguna mujer sea sometida a la explotación sexual y sí, sea vista como una sujeta que tiene derecho a vivir con dignidad y libre de todo tipo de violencias.