Cuando las marchas de mujeres contra la violencia son criminalizadas es porque tienen poder, “porque cuando alzamos la voz damos miedo”, por eso hay que continuar con estas movilizaciones contra la violencia e injusticia, asevera Rosa Borrás Canadell, artista plástica y activista mexicana.
Es entrevista luego de inaugurar su exposición “Bordando memorias” en el Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx), en la que exhibe parte de su obra realizada para no olvidar, para solidarizarse, ponerse en los zapatos del otro y para tejer nombres de víctimas de la violencia en el país y en el mundo, “nombrarles para devolverles su humanidad porque no son cifras”.
Asienta que desde Puebla, donde radica actualmente, se conocen problemas de trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual en el estado de Tlaxcala. “Aquí mismo –señala hacia la galería– hay un pañuelo dedicado a una chica tlaxcalteca”.
Se refiere al caso de “Brenda Tlatelpa Mora, de 20 años de edad, originaria de San Pablo del Monte, Tlaxcala, quien fue estrangulada. Su cuerpo fue encontrado en un cuarto de hotel de Tepeaca, Puebla”, se lee en las letras cosidas con hilos en rojo y violeta.
“Fue víctima de feminicidio… también hay problemas de ese tipo con la frontera con Veracruz, en fin, es algo muy severo y triste que a mí me enoja mucho”, añade.
A la pregunta sobre la persistencia de una negativa por parte de gobernantes en negar casos de trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, responde: “Es muy evidente que existe y Tlaxcala ha sido estigmatizada y es el foco, pues hay muchos estudios, incluso el Observatorio de Violencia de Género de la Universidad Ibero cuenta con mucha investigación al respecto”.
Apunta que este delito es toda una problemática social y que no es exclusiva de un grupo, pues si operan redes es porque también existe el consumo “de estas chicas” por parte de la clientela, por lo que recalcó que debe cambiar la noción de ver a la mujer como un objeto sexual que puede ser comprado y vendido.
“Es una cuestión social muy fuerte y tiene que atacarse desde la educación y de hacer conscientes a las personas que son parte de estas redes, porque consumen este tipo de servicio que es espantoso, que es prácticamente ponerlas en la esclavitud, a que no lo hagan”, expresa.
–Este 8 de marzo muchas mujeres saldrán a las calles a exigir justicia, pero este movimiento ha sido criminalizado, ¿qué opina?
–¡Por supuesto!, estas movilizaciones de las mujeres que se han dado en los últimos años son absolutamente justificadas y cada vez son más grandes, más nutridas, por chicas más y más jóvenes, pero también de muchas generaciones y edades que salen a la calle a decir estamos hartas de que nos maten, porque eso es finalmente en lo que termina la violencia machista, en el feminicidio.
“Y creo que si (estas protestas) son criminalizadas, es precisamente porque tienen poder, porque cuando las mujeres alzamos la voz damos miedo, porque somos poderosas y más cuando nos juntamos”.
Acentúa que es importante continuar con estas movilizaciones, seguir haciendo visible todas las violencias que nos atraviesan y exigir justicia, que se nos trate de manera digna, sí es verdad que en algunos casos hay violencia en las marchas por parte de grupos específicos de mujeres, pero es que también están hartas, yo lo veo con las jóvenes, yo estoy harta de que nos acosen, nos maltraten, nos maten. Claro, si ellas salen a la calle y dicen, ¡a quemarlo todo!, pues es muy comprensible”.
Precisa que la igualdad entre hombres y mujeres se alcanzará cuando el sistema cambie, “es una cuestión sistémica, justo un sistema patriarcal, pero también capitalista, destructor de la vida”.
“Hay que ir cambiando la mentalidad de las personas, he escuchado decir que el problema del machismo es de las mujeres que educan así a los hombres, pues sí, pero es porque ellas también fueron educadas así; es un círculo vicioso que hay que romper… así han sido educadas también ellas, en la sumisión, a medida que eso cambie se alcanzará la igualdad, laboral, de derecho a la salud” y en otros ámbitos, subraya.
–Usted dice, “no hay paz sin justicia”, pero parece muy lejano todavía alcanzar esa paz, ¿es así?
–Yo creo que sí, sobre todo en el país, parece ser que la violencia no cesa, que no hay política institucional suficiente como para lograr detenerla ni sus orígenes, aunque hay intentos en este gobierno de atacar las causas; sin embargo, yo creo que va a llevar generaciones poder lograrlo.
“Pero también sé que hay grupos de personas, colectivos y colectivas, intentando trabajar desde sus lugares de origen y desde sus problemáticas, en desarrollar formas de resistir y de cambiar las dinámicas de violencia. Hay familias que buscan a sus desaparecidos y se organizan porque el gobierno no hace el trabajo que tiene que hacer… creo que eso va generando más conciencia en la población en general. Yo sí tengo la esperanza de que esto llegue a cambiar, si no tampoco haría lo que hago”.
Resalta que la temática de asesinatos de defensores de derechos humanos y en específico de las madres buscadoras, “es muy fuerte”, porque manda el mensaje de decir: “No te atrevas a tocarme, porque mira lo que te pasa”.
Por eso, considera que toda la sociedad “debe estar muy al pendiente de estas madres buscadoras, porque son las que están haciendo el trabajo; no se debe tolerar y debe de visibilizarse”; tal y como ella lo hace en una pieza de bordado dedicada a cinco de estas mujeres asesinadas en 2022. “Es muy importante que el gobierno tome cartas y hay que exigir justicia para ellas”.
–De pronto la violencia ya es cotidiana para la sociedad, ¿con su trabajo usted está rescatando esas memorias?
–Es que hemos normalizado la violencia, ya es parte de nuestra vida cotidiana; normalizarla es peligroso porque nos lleva a deshumanizarnos, a ver a la otra persona como una cifra, pues si la mataron o si la desaparecieron es porque en algo andaría, o sea revictimizamos a las víctimas.
“Creo que es importante hacer memoria para no repetir y para exigir justicia, esta es una máxima de la justicia transicional, memoria, no repetición, justicia y reparación del daño”.
–¿Qué pasa por la mente de Rosa Borrás y qué siente cuando está bordando un caso como el de nuestra paisana Brenda?
–Es muy doloroso, me cuesta mucho trabajo hacer estas piezas, porque no puedo evitar pensar en su mamá o en el familiar, en el caso de las personas desaparecidas y de los feminicidios, en todo este vacío que deja una mujer que ha sido asesinada por ser mujer, es muy fuerte, yo lo padezco, no es algo que sea fácil de hacer.
“Cuando bordé la cobijita de las niñas y niños que murieron en 2009 en el incendio de la guardería ABC de Sonora, lloré muchísimo, todos los nombres, lloré, lloré y lloré, la hice en tres días para poder llevarla a la marcha y no paré de llorar y lloré en la manifestación porque me conmueve mucho y me puede, no puedo evitar pensar que podría pasarme a mí, que mi hija podría ser la siguiente víctima de feminicidio, que mi hijo podría ser el siguiente desaparecido, me toca muy profundamente y más después de conocer a los familiares… a partir de 2019 conocí a familiares de personas desaparecidas en Puebla y trabajar con ellas ha sido muy enriquecedor, un aprendizaje muy profundo y le ha dado mucho más sentido a lo que hago”.
Añade que elabora estos bordados porque son temas o eventos que le han impactado y que muchas veces no son mediáticos, pero que deben ser visibilizados, por lo que los lleva a universidades, a galerías y a marchas.
“Si puedo hacer que la gente voltee a verlos y se ponga a pensar en ese tema, creo que ya estoy aportando un granito de arena a esta conservación de la memoria y a esta exigencia de justicia”, agrega.
Desde su experiencia en el trabajo de bordado con grupos mixtos, comenta que los varones le dicen que en su niñez su mamá o abuelita los ponían a realizar esta actividad para mantenerlos quietos, por lo que ellos recuperan una parte de su infancia y de su propia memoria.
“Pero también se acercan con esta necesidad de ser escuchados, porque también son víctimas en este sistema patriarcal y capitalista, tienen que hacer un trabajo muy grande de deconstrucción para cambiar patrones; están en un sistema que elimina cualquier tipo de voluntad y de justicia individual y colectiva, evidentemente no todos son machos y muchas veces tratan de romper patrones, lo que pasa es que es muy difícil, porque la gran mayoría han sido educados de una forma específica para mandar y estar sobre las mujeres”.
Realza que se deben aprovechar los momentos para hacerles saber que hay otras formas “de hacer y de ser hombres, no necesitan ser rudos ni violentos para tener un lugar en la sociedad”.
La obra de Borrás, originaria de la Ciudad de México, tiene como antecedente la acción llamada “Bordando por la paz, una víctima, un pañuelo”, que el colectivo Fuentes Rojas inició en la capital del país en 2011, en apoyo al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, bordando los nombres de personas asesinadas y desaparecidas.
“Bordar para mí es una necesidad y sobre todo abordar estos temas, es una herramienta más de mi profesión artística, es un soporte que me gusta mucho… es una técnica de expresión, algo que me conecta conmigo misma, con mi infancia, con mi origen, con mi identidad, que me ha acompañado toda la vida; es un lenguaje que también llega a los sentidos de las personas que lo están recibiendo, porque todas y todos tenemos historia con un textil”, comparte.
Aunque no tiene la cifra precisa de sus piezas, algunas de ellas han sido donadas a colecciones, como la llamada Conflict Textiles, exhibida en Irlanda del Norte, y un bordado en Cataluña, entre otros lugares del mundo.
Rosa Borrás imparte talleres de bordado, los cuales muchas veces tienen que ver con la identidad, por lo que realiza dinámicas “para descubrir quiénes somos y dónde estamos parados”; el que ofreció en el CCU de la UATx fue sobre violencia contra las mujeres y en otros ha abordado el tema de la desaparición, pero varios son “nada más de bordar cosas felices, cotidianas, espacios donde la gente puede estar tranquila y en confianza”.
Finalmente, la activista retoma la fecha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, “en el que se lucha por los derechos en todos los ámbitos de la sociedad”.
Confía “en que a base de seguir picando piedra, la situación cambie” y que las mujeres jóvenes “no se dejen, sigan exigiendo respeto, y que los varones se pongan a pensar cuál es su papel, pues tienen mucho trabajo por hacer”.