Los estudios sobre las élites políticas en México han demostrado cómo durante algunos periodos han dominado ciertos grupos y cómo estos van siendo desplazados por cambios coyunturales, así es fácilmente observable que en el México del siglo XX (1911–1999) y principios del siglo XXI (2000–2014) han existido tres grupos: 1) Los generales, que ocupan la silla presidencial de 1911 hasta 1946, 2) los cachorros de la Revolución, que a su vez se han dividido en grupos: los abogados o políticos y los economistas o tecnócratas. Los primeros van de 1946 con Miguel Alemán y terminan con 1982 con López Portillo. Los tecnócratas arriban en 1982 y concluyen en 2000 con Ernesto Zedillo, para dar paso a 3) los alternantes, que duraron sólo 12 años en el poder y dieron paso de nueva cuenta a los políticos–abogados.
En Tlaxcala resulta destacable señalar que la fuerza ha estado siempre en poder de los hacendados y rancheros o de quienes los sustituyen con la aspiración de convertirse en hacendados o en los hijos ilustrados de los hacendados, con muy raras excepciones, lo que confirma las reglas de que los dueños de la propiedad y los ingresos vienen de la hacienda.
Próspero Cahuantzi llega hasta 2011 y a partir de ahí el poder queda en manos de los revolucionarios, con la particularidad de quienes acceden a la representación popular son las clases medias ilustradas que aspiran a convertirse en hacendados y que devuelven el poder a los hacendados (Adolfo Bonilla, Isidro Candia, Manuel Santillán, Mauro Angulo, Rafael Ávila Bretón, Felipe Mazarraza).
Los universitarios entran al quite hacia fines de los cincuenta con Joaquín Cisneros y esta etapa concluye en 1975, con la llegada de los políticos–hacendados con Emilio Sánchez y termina con la alternancia, que paradójicamente encabeza un sobrino del mismo y que hace saltar la silla, sexenio a sexenio, hasta 2010 en que regresa un integrante del grupo político de Sánchez Piedras.
La historia moderna de las élites políticas comienza en 1975 con la llegada al poder de Emilio Sánchez Piedras, quien conforma un grupo de los hijos de los hacendados que han cursado la universidad, de todos los sucesores, Beatriz Paredes es la única que se plantea la posibilidad de formar un grupo político por sí misma y jala a algunos que no están relacionados con la propiedad de la tierra, lo que le conduce a la toma de tierras.
Desde el gobierno se prepara a un grupo de jóvenes para jugar con las posiciones políticas locales, entre otros Anabell Ávalos, Jesús Hernández George, Edilberto Sánchez Delgadillo, Edith Padilla, Enrique Padilla, Florentino Domínguez y se incorporan elementos proveniente de otros grupos: Daniel Herrera, Héctor Ortiz, etc.
La alternancia de 1998 a 2010 fue una especie de sopa de dominó, en el que participaron políticos de varios grupos y partidos políticos. Lo primero que salta a la vista es que la alternancia marca también el fin de una generación entre las élites políticas, sin que ello signifique la muerte “política”, pero sí demanda del surgimiento de nuevos actores que podrán competir para conformarse como tal.
Existe una multiplicidad de formas para responder la pregunta, sin embargo una primera necesariamente tiene que ver con la edad. A las élites políticas podrían clasificarse en tres grupos; los mayores de 60 años de edad, los menores de 60 pero mayores de 40 y los menores de 40.
En el primer grupo se encuentran los que van de salida: Salvador Domínguez Sánchez, Beatriz Paredes Rangel, Mariano González Zarur, Tomás Munive, Roberto Romano, Alejandro Guarneros, Laurentino Sánchez, Héctor Ortiz, Alfonso Sánchez Anaya, Joaquín Cisneros, José Antonio Álvarez Lima, Ubaldo Velasco, Rosalía Peredo Aguilar, Ubaldo Lander, David Flores, Rubén Flores, etc.
En el segundo grupo los que todavía pueden figurar en un proceso más, pero particularmente en posiciones locales como presidentes municipales o diputados locales: Adriana Moreno, Ernesto Ordóñez, Alicia Fragoso, Anabell Avalos, Eréndira Cova, Marina Sánchez, Fabián Flores, Sergio González, Sergio Juárez, Martha Palafox, Adriana Dávila, Narciso Xicohténcatl, José Gilberto Temoltzin, Adolfo Escobar, Silvestre Velásquez, Minerva Hernández, Gelacio Montiel, Gisela Santacruz, Guadalupe Sánchez Santiago, Aurora Aguilar, etc.
En el tercer grupo se encuentran los menores de 40 años o que apenas alcanzan el límite y que sin duda constituirán parte del ejercicio de conformación de nuevas élites políticas, pero que mantienen severas diferencias con el grupo que les precede; el de los mayores de 40, entre estos encontramos a: Kathya Torres, Anabel Alvarado Varela, Mariana Villarello, Sinahí del Rocío Parra, Viviana Barbosa Bonola, Beatriz López Rojas, Karina Torres, Mayra Romero Gaytán, Minerva Reyes Bello, Maricela Cuapio, Liliana Ramírez Díaz, Eréndira Jiménez, Viridiana Zainos, Patricia Zenteno, Sandra Corona, Rosa Isela Sánchez, Joaquín Cisneros, Jonatan Breton, Néstor Flores, Ricardo García, Marco Antonio Mena, Mariano González Aguirre, Francisco Mixcóatl, Albino Mendieta Lira, Hugo René Temoltzin, Aldo Lima Carrillo, Óscar Amador, Juan Antonio González, Santiago Sesín, Baldemar Cortés, Humberto Macías, Ángelo Gutiérrez, Miguel Ángel Polvo Rea, Héctor Martínez, Julio César Hernández, Damián Mendoza Ordóñez, etc.
Si bien resulta importante la relación entre estas personas, todas tienen una historia y lo que ha sucedido en Tlaxcala resulta de alguna manera singular, porque en el proceso de sucesión, hasta la alternancia, eran grupos muy focalizados que integraban su relación con la élite económica los que pasaban a formar la élite política, sin embargo, la alternancia abrió posibilidades y la experiencia de Alfonso Sánchez Anaya sirvió, en razón de que no existían cuadros preparados ni en política ni en administración, para probar a un grupo de jóvenes, el problema es que ligados a un partido como el PRD, los que destacaron fueron los tecnócratas, los que se dedicaron al trabajo técnico, porque el gobierno del estado y el PRD se olvidaron de formar o capacitar nuevos cuadros, lo que se reflejó en el rápido agotamiento de quienes participaron de esta experiencia, que además les provocó problemas de carácter ideológico porque a pesar de mantener un discurso ligado a la izquierda, lo cierto es que nunca supieron cómo se traducía eso en políticas, programas o acciones de gobierno. Esta experiencia se ha prolongado con alguna “ruptura” que se da posteriormente en el PRI, encuentran cobijo en el PRD y asumen pesos muy definidos que poco tienen con el propio partido y sólo se trata de intereses personales traducidos en competencia electoral. El ejemplo del ejemplo lo constituye Minerva Hernández.
Lo mismo ocurre con el PAN, los que participan de la experiencia reconocen que sólo fueron damas de compañía del gobierno, pero les ocurrió una cosa muy parecida al PRD, la experiencia de tantos años como oposición se les olvidó y se olvidaron de la formación de cuadros, la mayor parte de quienes se convirtieron al panismo está más relacionadas con la oportunidad de trabajo que con la identidad político–partidista; sin embargo, no puede dejarse de lado que esta circunstancia permitió a un grupo político: los universitarios, conformarse como una fuerza política con peso propio, ya que deja de ser un apéndice del grupo de Beatriz Paredes para pasar a ser una fuerza política con el PAN y desde el poder desarrollar un partido: Alianza Ciudadana.
Las élites políticas hoy en día en Tlaxcala son el resultado de varios elementos; el primero, sigue conservándose la relación de herencia en términos de las élites económicas, varios de los que participan en su primera experiencia en la administración pública o en la representación política están relacionados con las familias herederas de la hacienda y transformadas por el proyecto industrial. El segundo, se relaciona con que varios de ellos son la segunda generación, hijos de políticos de clase media que jugaron un papel importante en el proceso de urbanización en la década de los setenta, así la mayor parte de ellos viene de familias cuyos padres fueron dirigentes sindicales y tuvieron la oportunidad de estudiar fuera del estado. La tercera se forma con los jóvenes hijos de líderes locales o que se forman en la universidad estatal y que participan de la experiencia de la alternancia, aunque no distingan ni ideología ni proyecto político, sino simple y llanamente participan de la vida pública como una forma de acceso al poder y el dinero, que es la que ha sido identificada como la “generación perdida” y la cuarta, se está gestando, ya está aquí, ha sido reclutada, sólo falta estimularla, promoverla y probarla para ver si tiene la capacidad de constituirse como la nueva élite política de Tlaxcala.