Sábado, febrero 8, 2025

Las condiciones políticas para las mujeres en las contiendas electorales

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En los siguientes comicios se apuesta porque llegará la primera mujer presidenta del país y, sin duda, esto implica un avance importantísimo para los derechos humanos de las mujeres, pues se percibirá que el objetivo de las acciones afirmativas que se han impulsado hace muchos años se va alcanzando, con un enorme esfuerzo por integrar no sólo políticas públicas para ello, sino también acciones en lo social.

Ya desde hace varios años atrás había comenzado la discusión sobre si “México está preparado para que una mujer esté al frente del Poder Ejecutivo en el país”, la verdad es que las mujeres han accedido a los puestos públicos como resultado de las luchas feministas, de la existencia de las políticas de cuotas y paridad de género que han abierto el camino poco a poco para que hoy hablemos de la próxima presidenta; además de que en cuatro décadas, desde 1982, han participado ocho mujeres como candidatas a la presidencia en la historia del país; sin embargo, parece ser en este momento de nuestra historia que finalmente llegue una mujer a la presidencia; aunque desde 1974 en países de la región ya ha habido presencia de 14 mujeres presidentas.

Pero esto no es más que otro paso, de los miles que aún hacen falta, para hablar de la garantía plena de los derechos humanos para las mujeres, ya que la mera presencia de una mujer en el poder no es sinónimo de igualdad y justicia social, es también el reflejo de los mecanismos y estrategias que se viven actualmente en los partidos políticos para mantener el poder, acomodando en el mismo sistema estas exigencias del movimiento de mujeres y defensoras de los derechos humanos.

Si bien actualmente México es uno de los países con más mujeres en puestos legislativos locales y federales, así como en los gabinetes de los gobiernos locales, no se ha reflejado en las condiciones para las mujeres en general, pues en asuntos como la seguridad, la salud, la educación, la pobreza o en lo laboral, permanecen condiciones de extrema injusticia y violencia. Pues, por un lado, no sólo es obligación de las mujeres que llegan a estos puestos públicos ser quienes deban ocuparse únicamente de hacer modificaciones y adecuaciones para el avance de estas deudas, ya que, en muchas ocasiones, son los hombres (y otras mujeres) alrededor de ellos quienes impiden estos avances, negando los presupuestos con perspectiva de género, limitando los alcances, quitando o desapareciendo figuras jurídicas o autonomía para ser parte de otras instancias, etcétera.

A pesar del avance que esto representa, de los pasos decididos que muchas mujeres han dado para participar en la política, hemos mirado cómo la institucionalización de la perspectiva de género ha transitado de una apuesta política hacia la disminución de las brechas de género a una fuerte simulación y uso a modo del feminismo, que en los últimos años se ha limitado a ganar votos, a mantener a cierto grupo en el poder, haciendo uso de las mujeres, sus tiempos, recursos e incluso sus vidas; lo que lleva a pensar que este supuesto logro no será más que una ilusión de la apuesta del gobierno actual, mostrar que han logrado cambios en los contextos de vulnerabilidad y una disminución de las violencias, utilizado sólo en discursos y a través de la manipulación de las cifras. Además de que en los partidos políticos aún prevalece un descontento hacia estas acciones afirmativas, cumpliendo apenas con los porcentajes y acciones mínimas para continuar en los procesos electorales, al uso de mujeres dispuestas a permitir que sean los hombres de sus partidos políticos quienes realmente tomen las decisiones y marquen los rumbos, siendo ellas sólo la imagen de esta ilusión construida.

Por lo que sigue siendo importante no pensar que en la política institucional todo está resuelto, que como cascada veremos beneficios y cambios tangibles en nuestras vidas cotidianas, las luchas siempre han sido autónomas, en contra de las lógicas del poder, en donde una vez que llegan pierden todo tipo de diálogos para construir políticas efectivas y contemplar los diversos grupos y realidades de nuestro país; las instituciones nunca cederán a los privilegios que les otorga este sistema capitalista, machista, colonial, explotador y extractivista; por muchas promesas que diseñen para ganarse los votos, en ninguna de sus propuestas se encuentra hacer frente a estas formas de dominación y de poder, una política de despatriarcalización que conduzca a eliminar injusticias, discriminación, la violencia estructural, sistémica y sistemática.

Dentro de las reflexiones que hace nuestra querida Marcela Lagarde, considera que “si arriban a los espacios políticos mujeres con conciencia, tradición y acciones políticas feministas, su presencia y participación contribuye a llevar a la esfera de la política, las necesidades, las aspiraciones, los intereses, las denuncias y las propuestas de mujeres que construyen alternativas sociales”; se ha demostrado que quienes buscan estos puestos no comprenden ni siquiera el enfoque de género, con el que puedan comprender y construir de manera sensible un plan de trabajo con impactos reales y no seguir caminando por la simulación; la gran mayoría ha demostrado proteger el sistema por el que llegaron a estos espacios.

En un contexto de violencia feminicida, el aumento es constante en todo el país, se evidencia la falta de compromiso porque las mujeres participen en las mejores condiciones, los partidos no están generando estrategias profundas, pues ante este contexto deben existir mecanismos de protección; no existe verdaderamente un respaldo para disminuir los riesgos de las diferentes formas de violencia que viven, incluida la feminicida; se construye sólo una imagen de un partido y no se tiene ninguna intención de modificar las condiciones, en donde cada año electoral se perpetran asesinatos de candidatas y se mantiene la impunidad; este año no ha sido la excepción y sigue demostrando la inconformidad y la misoginia en el país.

La presencia de mujeres como candidatas en tiempos electorales no significa que se ha feminizado la política, o que de fondo ha cambiado la forma de hacer política; si no que se ha adaptado la forma de mantener y ejercer el poder. Cuánto de esta coyuntura implica verdaderamente resultados de las acciones afirmativas, de los avances en los derechos humanos de las mujeres en general, del acceso a la formación política, a los recursos económicos, de la deconstrucción de estereotipos de género, de condiciones de igualdad en la participación política y la autonomía de las mujeres para colocar sus agendas propias, pensadas en términos de las necesidades actuales y deudas históricas del Estado hacia las mujeres y no las agendas de simulación y machistas.

Colectivo Mujer y Utopía

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