“La construcción de la paz es responsabilidad de todas las autoridades civiles, de las familias y de la iglesia”, afirmó el obispo Julio César Salcedo Aquino, quien destacó que esta labor tiene dos dimensiones: una arquitectura institucional y una artesanía cotidiana.
Lo anterior lo expuso en un mensaje que entrelazó fe y compromiso social frente a la presidencia municipal de Tlaxcala, donde la imagen de la virgen de Ocotlán hizo una parada como parte del recorrido por la ciudad durante este lunes, el cual se conoce de manera tradicional como la “Bajada de la Virgen de Ocotlán”.
El jerarca de la grey católica habló de la paz no como una meta lejana, sino como una tarea compartida: “Muchas personas son artesanos de paz y la construyen día a día con pequeños gestos y acciones”, dijo. En ese contexto, colocó a la virgen como guía y aliada: “Hoy nuestra señora de Ocotlán es junto con nosotros peregrina de esperanza”.
Y es que desde la medianoche del lunes, la imagen de la virgen de Ocotlán recorrió las calles de la capital tlaxcalteca entre rezos, cantos y miles de pasos devotos. La tradicional Bajada de la Virgen no fue solo una manifestación de fe, sino una peregrinación viva de agradecimientos, peticiones y promesas. A cada parada de la procesión, le acompañaron con flores y esperanza.
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En el recorrido, Verónica Calva contó que viajó desde Hidalgo para participar por primera vez en esta celebración. “Es el primer año que vengo. Vine para pedirle a la virgen por mis hijos, por mi familia”, compartió. Su conexión con la imagen surgió por recomendación de una tía: “Me dijo, ‘Ve allá a conocer a la virgen de Ocotlán. Es milagrosa y pídele que te componga de tu vista’”.
Sonia Tlapale, originaria de Tlaxcala, no faltó a la cita. “Yo creo que ha dado mucho al pueblo y hay que agradecerle todo. Pedirle salud, sobre todo, para nuestras familias, nuestros hijos”, explicó. Acompañó a la virgen desde las 8 de la mañana. Para ella, continuar con esta tradición es vital: “Seguir las tradiciones para que nuestros hijos más adelante no las pierdan”.
Algunos regresan a agradecer después de años, como Gustavo Sánchez, también de Tlaxcala, que retomó su devoción luego de una pausa larga. “Me ha hecho varios milagros”, dijo. Uno de ellos marcó su vida: “Estaba con un problema de mi cuello y le pedí con mucha devoción… y me ayudó mucho”. Él llegó desde la medianoche a la Basílica y no tiene duda del valor espiritual del acto: “Si no vengo, todo un año me la paso vacío por dentro”.
Juan Manuel Pérez, otro feligrés tlaxcalteca, habló de la importancia colectiva de esta figura: “Aquí para todos los tlaxcaltecas es una representación en el estado muy visitada, muy querida”. Recuerda cómo desde niño le fue inculcada la devoción. “Le pedimos algo y sentimos que sí nos lo cumple. Por eso es bonito poder estar con ella”, expresó.
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Juana Santiago, originaria de Puebla, también es visitante habitual. “Cada año la acompaño”, dijo. Este lunes encontró a la virgen en la central camionera. “Vengo a pedir que me dé salud, para mí y para mi familia. Y que no falte para comer, es muy milagrosa”, afirmó.
David Meneses participó junto a su familia, convencido de que la virgen es guía y consuelo. “Para nosotros significa una alegría que baje aquí a la ciudad. Realmente necesitamos siempre de ella, de sus bendiciones para los enfermos, para la tranquilidad de esta ciudad”, dijo. También destacó que su fe no es algo reciente: “De toda la vida somos devotos, y cada año tratamos de acompañarla”.
A lo largo del recorrido, la imagen pasó por espacios religiosos y lugares emblemáticos de la ciudad. Pero más allá del trayecto físico, lo que quedó claro es el viaje interior que representa para miles de personas. Un trayecto de fe, identidad y resistencia espiritual.
En el mensaje del obispo resonó una idea que parecía tomar forma entre los asistentes: “Una paz duradera sólo es posible protegiendo la vida, promoviendo el gozo y siendo bendición para los demás”. Así, con flores, promesas y pasos, la virgen de Ocotlán volvió a ser el puente entre lo divino y lo humano. Una presencia viva que cada mayo baja para escuchar, acompañar y sanar. Pasadas las 13 horas la imagen regresó a la Basílica de Ocotlán, después de un recorrido por las calles de la ciudad que se engalanaron con tapetes multicolores de aserrín.