Jueves, diciembre 5, 2024

La otra pandemia que el gobierno no atiende, la violencia contra niñas y mujeres

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La forma en la que ha evolucionado la respuesta ante la propagación mundial del coronavirus ha dejado clara la diferencia en el trato e importancia que tienen otras problemáticas para el gobierno mexicano, las cuales representan una gran gravedad para la sociedad y que ha costado la vida de miles de personas, principalmente mujeres.

El mensaje es muy claro, una problemática que está quitándole la vida en promedio a 10 niñas y mujeres al día no le importa ni al gobierno federal ni a los locales; sin embargo, ante esta contingencia de salud, el gobierno federal ha respondido dando voz a los expertos que puedan establecer las medidas necesarias para responder y prevenir la propagación de este virus, además de dotarles de todo para informar y brindar la información puntual, clara y precisa para actuar en consecuencia y prevenir una catástrofe.

No hemos visto que las mujeres integrantes de su equipo tengan voz para crear acciones que realmente den atención a la catástrofe que vivimos las mujeres y que sigue negando y sin comprender el presidente, así como los gobernadores, procuradores, fiscales, etcétera.

Como parte del diagnóstico sobre Violencia Sexual en Tlaxcala, elaborado por el Colectivo Mujer y Utopía en 2018, se entrevistó a personal de la Secretaría de Educación Pública del Estado (SEPE), quienes no sólo aseguraron contar con un protocolo de actuación para acoso y hostigamiento sexual diseñados para educación básica en la Secretaría de Educación Pública (SEP), sino que además nos proporcionaron una copia y señalaron que las escuelas “pueden descargarlo de la plataforma de la SEP”; sin embargo, no informaron sobre los mecanismos de seguimiento, sobre su aplicabilidad y cumplimiento; lo que ahora es evidente, es que no se aplica y existe un gran desconocimiento de su existencia por parte de la gran mayoría de autoridades educativas; lo que lleva, por un lado, a que los cientos de agresiones que están saliendo a la luz no se traten de manera adecuada en los planteles de todos los niveles, permitiendo que los agresores se escapen impunemente; y, por otro lado, que las instituciones encargadas de procurar justicia siguen obstaculizando este derecho a pesar de las denuncias que tanto exige la sociedad como “las formas” legítimas para visibilizar las violencias.

Aun las mismas universidades están enfrentando la falta de este mecanismo que permita atender la problemática que no escapa a ningún espacio y a ningún nivel educativo, pues la educación de la que hablan, esa que es la única forma con la que se “combate la violencia”, no tiene nada que ver con el nivel académico con el que muchos agresores cuentan y que no quita el machismo ni la misoginia. Todo esto demuestra que si bien son espacios en los que se han abordado los derechos de las mujeres, principalmente el de vivir libres de violencia, que incluso cuentan con áreas o programas de género, el ejercicio de las violencias está muy presente y ha sido tema generacional; al no contar con un programa más profundo, que no sólo abra espacios para pláticas o foros que no promueven la revisión de actitudes y prácticas machistas que están normalizadas en la planta docente e incluso en la población estudiantil.

Los casos que se han hecho públicos de las agresiones sexuales a niñas en escuelas primarias de Tepeyanco, Tzompantepec y Teolocholco dejan ver la poca importancia que han dado en los espacios escolares sobre la comprensión y atención de la violencia contra las niñas y mujeres, la falta de pericia para coadyuvar con las autoridades para que el agresor no quede impune, así como el acompañamiento adecuado para las niñas y sus familias.

Desafortunadamente, cuando mucha de la gente expresa que lo adecuado es realizar la denuncia, esto no garantiza nada, pues así lo ha hecho una madre del municipio de Tzompantepec y hasta el momento ha recibido más obstáculos por parte de las autoridades que la debida atención.

Así como estos casos en el ámbito escolar, también se están realizando en lo comunitario, pues el ataque a una chica que asistió al bar Beirut permite ver claramente cómo pueden agredir los hombres y terminan pasando por alto estos hechos tan cotidianamente y que como en este caso, a quien protegen (hombres de seguridad) es a los agresores (hombres), los pactos patriarcales siguen ocupando todos los espacios en lo que las mujeres tenemos derecho a estar, el espacio público sigue funcionando para los hombres y las herramientas del patriarcado que protegen estas ideologías las aprendemos desde la infancia, y quienes no las cumplimos somos castigadas socialmente.

Es evidente que las problemáticas que vivimos las mujeres están muy lejos de ser tratadas como graves, de que los gobiernos locales y federal asuman la importancia y seriedad que deben dedicar para que no se siga propagando generación tras generación y existan espacios adecuados para que las mujeres, niñas y sus familias obtengan una respuesta adecuada y veamos más minimización del peligro constante en el que se encuentran nuestras vidas y el desarrollo pleno de las niñas que, debido al adultocentrismo, son anuladas y violentadas ante los ojos de personas adultas que opinan que el mismo presidente no ejerce violencia al invadir el espacio de la niña a la que besa (o muerde).

Pensamientos así mantienen la permisibilidad de la violencia que ejercen los hombres de muchas maneras y que son los mismos que piden que no exageremos.

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