La burla hacia los vividores del erario
La muerte refleja las vanas gesticulaciones de la vida
La globalización cambio a los muertos por brujas
El zócalo de la ciudad no lucía como otros años, ahora había menos gente y ¡cómo no! Si la mayor parte se había ido a la feria “de todos los santos”, pero ellas y ellos estaban ahí, en el zócalo, en el concurso de ofrendas y de calaveras. Los muertos deben ser honrados, dijo la Sábila, quien vestía de catrina rojo y negro.
La Malinche, una catrina de color verde y negro, le replicó: lo que venimos a celebrar no es a los muertos, sino a la santa muerte. Entre nuestros ancestros se rendía culto a la muerte, lo que hemos heredado quienes seguimos adorándola, ¡hay una gran diferencia entre la muerte y los muertos!
A mí me vale, dice la Xóchil, yo me disfracé de catrina –morado y azul– para celebrar a las calaveras y burlarnos de los políticos y de toda esa runfla de vividores del erario, de saqueadores de las finanzas públicas, de los espiritufláuticos dizque representantes populares, pero que no son más que explotadores de los ciudadanos.
El Margarito, quien ha llegado disfrazado de zombie, se sorprende de la discusión porque en la radio escuchó que la invitación era para celebrar el jalogüin, la fiesta de brujas y había que traer una calabacita para pedir su truco o trato, y se lanza: “Me da para mi calaverita, me da para mi claverita”.
El Tránsito se queda sorprendido, porque él viene a celebrar a todos los santos y no a los zombis, ni a la muerte, ni a los muertos, sino a las personas que se mueren y llegan al cielo aunque no haigan sido canonizados, porque mucha gente acude a ellos en busca de auxilio, por ejemplo, cuando le piden a San Isidro Labrador que ponga el agua y quite el sol o a San Antonio para que les consiga marido a las mujeres solas.
Confundido, el Jicoténcal no sabe qué hacer porque su presencia se debe a un motivo diferente: escuchar los versos irreverentes que a modo de epitafios retratan a la clase política, o como decía el Dr. Atl: “intención aguda, eminentemente popular, que tiene su fuerza y su eficacia en el arte de decir”.
“Como alma que vaga en pena / arriba la muerte al Congreso/ tráiganse del pescuezo / al tal administrador Mena/ Ipso facto se hace presente / Fabricio el analfabeta / le entrega a la huesuda / un cheque con tres meses de dieta / no me quieras rebajar / que no soy diputado / estoy tan enfadado / que te voy a empinar / eso hacen los legisladores / cuando reclaman dinero / aunque siempre primero / me bajan los pantalones / esta la última oportunidad / de que yo te pague algo / porque ya me voy / y es el año de Hidalgo / con lo que he ahorrado / me retiro de este congal / mi hermano el diputado / ocupará mi lugar / la muerte se lo zumba / lo arrastra con agilidad / lo mete en una tumba / lo deja para la eternidad.
La catrina fue creada por el novio de la muerte
La Malinche responde a unos niños que le han preguntado el significado de su disfraz, porque los niños creen que es la Llorona. Ella les explica que es una catrina que fue creada por el novio de la muerte José Guadalupe Posada para ilustrar cuentos, noticias y poemas en periódicos que publicaba Antonio Vanegas a principios del siglo XX.
Puros cuentos, dice la Sábila, la catrina fue un invento de Diego Rivera que la vio en un folleto con el nombre de la muerte garbancera, que era una forma con la que Posadas representaba de forma burlona a las mujeres indígenas que solían comer garbanzos y se comportaban como si fueran españolas que el sapo Rivera la vistió con ropa y sombrero elegante y le puso de nombre la catrina, que es la versión femenina del catrín que eran los hombres del gobierno vestido de levita, sombrero y bastón.
La confusión de todos estos inventos hay que agradecerla a Octavio Paz, señala el Jicoténcal, cuando escribe en El laberinto de la soledad: “Porque no nos atrevemos o no podemos enfrentarnos con nuestro ser, recurrimos a la Fiesta. Ella nos lanza al vacío, embriaguez que se quema a sí misma, disparo en el aire, fuego de artificio. La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida… El mexicano, en cambio la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor permanente”.
El zombi Margarito recuerda que Monsiváis preguntaba: ¿Quién determina las características históricas de la nacionalidad? En lo fundamental, quien elige y acentúa los aspectos históricos y míticos que más le interesan es la burguesía en el poder, apoyada en el precario equilibrio entre los sectores liberal y conservador de las clases medias. El Estado que surge de la lucha armada entre 1910 y 1920, requiere de un espacio de indefinición convincente que auspicie la sensación, mucho más que la idea, de la pertenencia desafiante a un país. Ya se era formalmente una nación y sin embargo pocos lo creían: lo que unificaba era lo que dividía, y la gente se afiliaba a regiones, grupos étnicos, causas políticas, gremios, clases sociales, bandos de caudillos. Se era maya, tarahumara, campesino, anarco–sindicalista, sonorense, veracruzano, pequeño burgués, abogado, zapatero, pobre o rico, mucho más que mexicano”.
Legisladores pasen lista / que no están de excursión / dónde anda el socialista / que no llegó a la sesión / se fue a cobrar la pensión / que le ofreció el Ejecutivo / por votar en la comisión / hacerse el pen…sativo / no armen alboroto / queridos diputados / todos saben que el voto / tiene precio en el mercado / al legislador de rumba / que se cree buen partido / se me va para la tumba / donde no volver a hacer ruido.
La confusión de mezclar la muerte con los muertos
Si entiendo algo, señala el Tránsito que anda disfrazado de Pikachú, el problema tiene que ver con la confusión que hacen los nacionalistas al mezclar muerte y muertos. Los grupos indígenas tenían deidades como Mictlantecutli, Tlaltecutli y Coatlicue que eran adornadas con calaveras y hueso, no con esqueletos completos porque la muerte: “como deidad específica, está presente. Gobierna ciertos días, gobierna en ciertas esferas de la visión del universo que tenían los pueblos prehispánicos. Suele estar en el abajo, en la oscuridad, en el lugar donde moran los muertos, pero también donde mora el sol en su tránsito nocturno, pues hay un sol que alumbra el mundo interior y que produce la vida en ese mundo”.
Sólo que los conquistadores, destaca el Jicoténcal, particularmente los que empañaban el cáliz con la hostia y el vino, le dieron una santa perseguida a la muerte que lo desaparecieron de los adoratorios indígenas fincando sobre ellos las nuevas creencias que simbólicamente no eran muy diferentes, por lo que las aceptaron y hoy resurgen en el culto de la santa muerte.
Esto significa que desaparece la celebración a la muerte para imponer la celebración de los muertos, agrega el zombi–Margarito: “La fiesta de muertos debe verse en su vinculación con el calendario agrícola, es la única fiesta que se da en estas fechas, cuando se inicia la recolección del ciclo primavera–verano. En este momento ya se conoce, con muy poco margen de error, el resultado de la siembra, ya que son muy pocos los riesgos que pueden amenazarla” (Warman).
Las calaveras literarias surgen más que para burlarse de la muerte para disimular el miedo que se le tiene, afirma el Pikachú–Tránsito, de ahí que se creen mecanismos para sobrellevarlo, siendo uno de estos el humor. Las calaveras literarias comienzan a publicarse en el porfiriano, particularmente en la esfera política, para sobre aguantar la terrorífica realidad que surge primero de la tiranía y luego de la Revolución. No es gratuito que los mejores chistes se cuenten en los velorios.
Fue coordinador de bancada / de la izquierda legislador / diputado muchas veces / aspiró a gobernador / para poder la silla subir / con todos convino / pero le valió un pepino / a la hora de cumplir / siempre actuó de mandadero / de quien fuera gobernador / hasta la muerte obedeció / cuando ésta le ofreció / hacerlo ejecutivo de un panteón.
El Jicoténcal considera que la globalización de los medios de comunicación, pero sobre todo la mentalidad de la primera generación de norteamericanos nacidos en México –Monsi dixit– permitió el cambio de muertos por brujas, y la calaverita por una calabaza; la muerte, los muertos y el jalogüin han sido sincretizados por los niños que vestidos de zombis piden su calaverita en tanto visitan las ofrendas y recitan una calavera.
Cuando llegó al infierno / el diablo se espantó / le dijo de plano / regrésate con Mariano / el averno está planeado / tiene finanzas sanas / no queremos secretarios / que enseñen malas mañas / la muerte resucitó / a esta inocente criatura / que en el panteón espera ser llamado / el día en que sea designado / candidato a diputado federal.