La investigadora Ixchel Yglesias González-Báez aseveró que la problemática de la explotación sexual de mujeres en el estado de Tlaxcala no está desligada a la de la contaminación, escasez y despojo del agua y de la tierra.
Remarcó que hay diferentes actores que violentan a las mujeres, pero en este caso, uno es el crimen organizado, como brazo de las industrias y del Estado; el otro, son los proxenetas, quienes no son propiamente contratados por las empresas ni por el gobierno, “pero sí como algo que ha surgido en las comunidades” paralelamente al proceso de industrialización.
Enfatizó que a la par de los corredores industriales surgieron los primeros burdeles en el estado, a donde los obreros eran llevados al salir de la fábrica, por lo que empezó a haber una normalización de la violencia contra las mujeres
“Después surgieron los proxenetas, un fenómeno distinto, es decir, el proxenetismo en las comunidades, refirió la también doctorante en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas-CDMX).
Acentuó que evidentemente los procesos de industrialización que generaron una clase obrera y un despojo de la tierra, también derivaron en la transformación de las relaciones sociales”, como lo son las masculinidades violentas, entre estas los padrotes.
Por tanto, subrayó que la trata de personas iba de la mano del crecimiento industrial y respondía a otras lógicas, como la desarticulación comunitaria, “porque si se rompe en las comunidades, si las mujeres se venden y se empieza a normalizar que un hombre explote a su pareja, también se normaliza la venta de terrenos a las empresas”.
Parecería que el problema de la trata está desconectado con el del agua, pero en realidad “es un caldo de cultivo porque mientras más violencia contra las comunidades hay y más contaminación hay, los jóvenes ven menos oportunidades”.
Las juventudes -abundó- se percatan que hay escasez de agua y que sus familias deben comprar pipas a un costo alto para abastecerse; además, de tener la necesidad “de vivir de una forma bien, entre comillas, pues ahí es donde ser padrote alimenta esa aspiración, creen que es la única vía de tener recursos y aprenden a moverse en términos de proxenetas”, por lo que hay un desarraigo del territorio y se normaliza la violencia.
Lamentó que haya personas que sí defienden su territorio pero que ven normal la explotación sexual de la población femenina, “porque si vieran encadenadas a las mujeres en la Vía Corta Tlaxcala-Puebla, se escandalizarían, pero como no es así tienen la idea de que ellas están ahí porque quieren”.
Apuntó que el hecho de que en los encuentros masivos de reflexión de las comunidades sobre diversas problemáticas, se instalen mesas especiales de mujeres, no significa que ya no exista misoginia ni normalización de la violencia.
Sin embargo, consideró que el que abran espacios específicos para mujeres ya representa un avance, “pero -insistió- tampoco quiere decir que las prácticas patriarcales ya se desarticularon”.
Añadió que ese tipo de eventos han servido para que las mujeres denuncien que no son escuchadas y para pedir que sean involucradas en otras temáticas para alzar la mano, opinar y exigir que se cumpla lo que se propone.
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