La economía social y solidaria (ESS) emerge en Tlaxcala como un mecanismo de resistencia ante la incapacidad del modelo económico tradicional para garantizar el bienestar de la población.
Experiencias documentadas en la tesis de Azucena Fabiola Osorio Marín: “Prácticas de economía social solidaria y el poder comunitario casos de estudio en el estado de Tlaxcala”, muestran que la autogestión y la cooperación generan cambios significativos en la vida cotidiana de las familias.
Casos como el del Grupo Vicente Guerrero, la Cooperativa Matlalkueyetl, Alma de Maíz Yuhmu, Mujeres Artesanas Textiles del Pepenado, Maíces de Colores–Las 3E y el Grupo Agrícola Cuahchihcol, ilustran cómo las comunidades han debido organizarse para subsistir ante la indiferencia gubernamental.
A través de la ESS se construyen modelos basados de producción agroecológica, el comercio justo y la toma de decisiones colectiva. Este esfuerzo es clave en la co–construcción de políticas públicas locales, como la Ley de Fomento y Protección al Maíz Nativo, una lucha de más de una década que prosperó gracias a la persistencia de los habitantes y no por iniciativa gubernamental.
La falta de financiamiento, la ausencia de marcos jurídicos sólidos y el desinterés de los gobiernos estatales y municipales en fortalecer estas iniciativas limitan su impacto. Sin políticas públicas que fomenten la ESS de manera sistemática, estas experiencias seguirán siendo excepciones y no la norma.
El gobierno de Tlaxcala debe reconocer la ESS como un pilar fundamental para el desarrollo económico. Es urgente implementar programas de apoyo financiero, capacitación técnica y acceso a mercados que permitan consolidar estos modelos.
Tlaxcala no puede seguir dependiendo de la organización comunitaria para tapar las fallas del sistema. La ESS muestra su potencial, pero necesita un respaldo institucional real para convertirse en un motor de transformación y no en un esfuerzo aislado condenado a la precariedad.