El rancho Izaguirre, en Jalisco, es una fotografía sacada del infierno, tal como las imágenes que el español Francesc Boix rescatara e hiciera públicas, retratos del campo de concentración de Mauthausen, Alemania.
Izaguirre es una imagen del día a día en nuestro realista infierno presente. La respuesta gubernamental y de los presuntos perpetradores es más que perturbadora. Me hizo recordar un pasaje que escribí hace unos años en la narrativa realista ficcionada que intitulé Ilocalizables, haciendo alusión a la Caverna de Platón:
La Caverna, ¿conoce esa metáfora? Imagino que no. La caverna refiere a las fallas que tenemos los humanos cuando creemos saber todo sobre nuestra realidad, pero nos advierte que todo lo que sabemos es apenas algo meramente figurativo −toma otro sorbo de vino con soltura, distingo que el tono y el volumen de su voz revela mayor confianza.
Imagine usted a un puñado de personas que, desde que nacen, se encuentran dentro de una caverna, viven de día y de noche en una parcial oscuridad. La única realidad que esos sujetos conocen es la del interior de la caverna, aunque durante el día les perturba observar por un orificio inferior cómo, encima de ellos, afuera de la caverna hay múltiples sombras, siluetas que se mueven, se desvanecen y vuelven a aparecer. Escuchan los ruidos de esas sombras, de esas siluetas, es algo parecido a voces, pasos, gritos, llantos, todos los sonidos que la cotidianidad humana puede reproducir durante el día. Lo más paradójico es que ninguna de las personas que está dentro de la caverna hace el menor intento por indagar el recurrente suceso, nadie tiene interés en saber qué es lo que sucede fuera de su caverna −trituró su cigarrillo en el cenicero, algunas cenizas todavía incandescentes cayeron en el mantel, con el dedo índice apagó esos diminutos rescoldos. Acto seguido tomó la cajetilla, encendió otro cigarro, observó por algunos segundos a los músicos mientras dio cuatro fumadas, tiró nuevamente la ceniza y retomó su monólogo−.
Nadie en la caverna sale a ver al exterior, ni por curiosidad o morbo, los habitantes de ese subsuelo están cómodos, viven placenteramente en su mundo, en su diminuto mundo. La ignorancia de esa gente puede llegar a ser muy grande, se han opuesto a cualquier intento o insinuación de salir. Pero usted debe saber que, un día, una sola persona tuvo la audacia de salir y explorar, sufrió al ver la luz del sol, pero, poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando, después pudo abrirlos y observar detenidamente el atardecer, la noche, la luna y las estrellas. Ese sujeto quedó anonadado de tanta belleza, entendió el mundo existente más allá de la caverna. Ansioso, regresó para narrar su experiencia, conminó a todos a dejar la caverna, les sugirió salir para ver el otro mundo, pero al regresar el efecto de la luz y la negrura le fue adverso, no podía ver en la oscuridad, ello hizo creer a la gente de la caverna que no deberían salir, sino quedarían ciegos de por vida. Todos optaron por quedarse ahí, en ese mundo sobradamente conocido. ¿Se da cuenta? Esos individuos prefirieron vivir en su metáfora absoluta para evadir su realidad absoluta. La caverna es lo que les otorga sentido, es su pasado y su presente, toda historicidad cabe en esa metáfora. El sujeto les insistió una y otra vez que salieran, la resistencia de la población de la caverna a salir motivó a que, entre todos, dieran muerte a ese divergente de su metáfora del mundo.
Usted y los demás viven en su propia caverna, en su propia metáfora absoluta del mundo, se resisten a ver lo que está afuera, a pesar de que lo ven, lo escuchan o intuyen.
Al igual que los de esa caverna, ustedes viven en la evasión de la realidad absoluta de sus violencias, desapariciones y ausencias.
La realidad absoluta que tanto usted y su país evaden en relación con las violencias y algunas desapariciones suele ser primero por ignorancia, irresponsabilidad y por aquiescencia. Sus violencias y desapariciones, sobre todo las desapariciones forzadas, tienen factores internos y externos que temporalmente están engarzados, su pasado sigue siendo, lamentablemente, su presente.
Los intentos de la justicia internacional y la solidaridad de las naciones ante fenómenos como éstos en su país y todo ese continente, son una ridícula simulación, una salida política a las demandas de los tiempos presumiblemente democráticos…
Lo que menos quisiera es que usted terminara como ese temerario sujeto que salió de su caverna para indagar el exterior y al regresar con otra verdad, al mover la lógica interna de su mundo y luchar por convencerlos de abandonar su metáfora absoluta, sea ajusticiado por sus propios paisanos que prefieren vivir en la evasión de la realidad absoluta
¡Y vaya que en su país conviven de manera muy estrecha con la muerte!