Martes, febrero 11, 2025

¿Kamala Harris o Donald Trump?

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A una semana de la renuncia de Joe Biden a la contienda por la presidencia de los Estados Unidos, el panorama electoral cambió de manera importante. Donald Trump dejó de ir en caballo de hacienda rumbo a la Casa Blanca y, según los primeros estudios demoscópicos, la carrera por la presidencia se ha cerrado, al grado que está en empate técnico. En unos aparece Kamala Harris a la delantera y en otros Donald Trump, aunque los datos deben estar asociados al sistema electoral norteamericano para no generar falsas expectativas de triunfo, como ocurrió en la primera candidatura del magnate contra Hilary Clinton, donde vino el revés de ésta, aunque en las encuestas llevaba la delantera. La moneda está en el aire.

La renuncia de Joe Biden dio una bocana de aire puro al Partido Demócrata y sus simpatizantes. No obstante que aún faltan etapas para hacer oficial que la vicepresidenta de ese país, sea nombrada la candidata del partido en el poder, ya hay visos que muestran que lleva también la delantera al interior de los demócratas, varias razones lo explican, entre las que se pueden mencionar: la propia trayectoria, la sobre exposición en medios durante cuatro años, no es ninguna desconocida; la llave del financiamiento que se ha abierto, millones de dólares ya son parte de su capital económico para la disputa por el poder y no menos importante la razón de género, sobre todo porque si de algo adolece Donald Trump es el respecto a las mujeres, como se fue demostrando en múltiples juicios en su contra. Si bien parece que el camino a la nominación está asegurado, Kamala Harris aún tendrá que competir para lograr ser la primera presidenta de los Estados Unidos contra un hueso difícil de roer.

Si bien Kamala Harris ha generado amplias expectativas en México y se percibe que se podría construir una relación menos tensa y conflictiva con el país vecino que con Donald Trump, es bastante temprano para asegurar que en caso de ganar la contienda, la demócrata pudiera cambiar la agenda de los Estados Unidos, tanto a nivel mundial como con América del Norte, Centroamérica y Sudamérica. En general, al país de las barras y las estrellas su agenda siempre estará por encima de las relaciones bilaterales y multilaterales, sobre todo ahora ante la amenaza ya presente del papel protagónico de China, Rusia y su poderío militar, así como el rol que están jugando los países árabes, sobre todo con la presencia del terrorismo en el mundo, cuyo principal rival es Estados Unidos.

De hecho, la historia reciente ha demostrado que ni con los demócratas, ni con los republicanos se ha podido avanzar en una agenda bilateral sólida, en beneficio reciproco y simétrico. Ocurrió, por ejemplo, con Barak Obama, cuyas expectativas en la relación con México terminaron como al principio de su administración, sin demasiado que festejar, obviamente que en su primer mandato Donald Trump endureció el discurso y si bien no logró terminar con el Tratado de Libre Comercio, ni construir en su totalidad el famoso muro o disminuir el tránsito de drogas y en particular el fentanilo, permaneció latente la amenaza hacia México si no se atendían sus exigencias, por ejemplo, para contener la migración masiva ya no sólo de Centroamérica, sino ahora también de Sudamérica y el Caribe, especialmente de venezolanos y haitianos, por citar dos casos emblemáticos de las caravanas migrantes.

En sentido, con Harris o con Trump, se identifican al menos tres prioridades que seguramente no cambiarán de manera estructural, quizás haya algunos matices, entre estos se ubican: la política migratoria; la política permanente de su particular forma de combatir el tráfico de drogas hacia ese país y finalmente su política económica, en especial el T–MEC, que se asocia a la cercanía de México con China, y su posible expansión de la economía asiática a América Latina. Estos tres seguirán siendo temas centrales en la relación bilateral y con uno o con otra serán punto tensión entre ambos países.

Es de esperarse que el gobierno norteamericano estire aún más la liga en la próxima negociación del tratado comercial para intentar evitar que nuestro país sea un eslabón permanente y eficaz para la expansión de la economía de China hacia América del Norte y Centroamérica. Desde luego que conservarán políticas y estrategias para contener y repatriar a los migrantes aun violando sistemáticamente los derechos humanos, por ende exigirán al gobierno de México ampliar medidas de contención como cinturones de seguridad en la frontera sur y nuevamente arremeterán contra el gobierno que encabezará Claudia Sheinbaum para la coordinación, intromisión e intervención de la DEA y el FBI en territorio nacional para supuestamente luchar contra el flagelo de las drogas en Estados Unidos.

En general, no habría que esperar demasiado de Kamala Harris o de Donald Trump, más bien el nuevo gobierno debe estar ya generando una estrategia de política interior y exterior para contener los manotazos que vendrán del gobierno norteamericano independientemente de quien resulte ganador de la contienda electoral. Un manejo eficaz de la política exterior será fundamental, es posible que no se gane la guerra, pero dar batallas exitosas puede ser el camino que mejor le caería al gobierno para tener una relación más o menos tersa entre ambos países, con demócratas o republicanos en la Casa Blanca.

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