Desde la adolescencia, la vida de Janeth Rodríguez Águila ha estado marcada por el fenómeno de la migración. Sin otra opción y con sentido común, aprendió a reparar las instalaciones del hogar, a trabajar el campo y a estudiar un oficio para completar el gasto familiar.
Es la mayor de cuatro hermanos e hija de un ex migrante y esposa de uno que se aventuró a probar suerte en la Unión Americana, hace ya una década.
“Mi padre se fue y después regresó. Cuando él salió hacia Estados Unidos yo estaba en la secundaria y al no encontrarse el jefe de familia, yo tuve que arreglar cosas. Aprendí a hacer de todo, electricidad, plomería y a cambiar un tanque de gas, porque no había quién lo hiciera”.
Así es –acentúa–, “porque nos quedamos puras mujeres al frente”.
Comparte con La Jornada de Oriente su vivencia, similar a la de otras mujeres de San Francisco Tetlanohcan.
“Es muy triste, porque mi esposo se fue hace 10 años a Estados Unidos y me dejó con mi hija de dos años, ahorita ella va a cumplir 12″.
Por la migración quedan familias separadas. A veces, cuando un hijo pregunta por el papá, uno le tiene que decir que está lejos. A lo mejor tiene lo indispensable, pero el cariño de un padre no es comparado con el dinero, ni el dinero lo compra.
“Pero el problema es que aquí la situación económica no es tan buena como para salir adelante, si ellos se quedaran estaríamos muy limitados por esta situación que vivimos”.
“Yo creo que para nuestros familiares que se van también es difícil, porque se tienen que separar de nosotros e irse lejos. En el caso de mi esposo, su mamá murió hace dos años y ya no pudo estar con ella. Sacrifican muchas cosas”.
“Le he dicho a mi esposo que el tiempo que pierde con mi hija no se recupera, porque los años pasan, ella crece y ya no es igual”.
–¿Qué idea tiene su hija de su papá?
–Que quiere que esté con ella.
“La niña tiene muy pocos recuerdos de él y aunque se comunican por video llamadas, nunca va a ser igual a que lo tuviera cerca y a recibir de él un abrazo y un te quiero”.
Desde que el padre de su hija cruzó la frontera, nunca ha regresado, ni ellas han tenido la posibilidad de viajar a esa nación. Janeth busca una oportunidad de hacerlo.
En Ohio, estado norteamericano, su esposo se dedica al trabajo de jardinería. “En temporada de nevadas quita el hielo y riega sal sobre los terrenos. Nos platica que hay mucho racismo allá donde él está”, añade.
–¿Le envía dinero?
–Sí nos manda.
A Janeth le pesa el alejamiento del padre de su única hija. Por momentos solloza. Acepta las circunstancias y los cambios en su vida.
“Los años pasan y las situaciones son totalmente diferentes, a veces tenemos que separarnos a distancia, pero en otras ya es definitivo. En mi caso así es, yo creo que todos estamos expuestos a que pase”.
–¿Cómo ha resistido la ausencia física de su esposo y el fenómeno de la migración?
–Yo creo que para las mujeres la fortaleza son los hijos, porque tenemos que ser madres y padres al mismo tiempo.
–¿Tiene usted un trabajo alterno al hogar?
–Sí, tengo que trabajar.
“Lo que él manda hay que ir ahorrándolo para varias cosas de estudios de nuestra hija y todo lo que se necesita. La situación está para guardar dinero, no para malgastar”.
Janeth es estilista. “Estudié después de la separación, uno tiene que aprender a salir adelante, yo creo que en las caídas uno dice, me caigo y me levanto”.
De hecho –responde–, ¡estoy en pie!
“Empecé trabajando a domicilio, yo iba sin importar si era cerca o lejos, porque trabajo es trabajo. A donde me digan, voy”.
Le apasiona realizar cortes modernos de cabello. Cree que esa es su especialidad, al igual que el maquillaje y rizado de pestañas. Se actualiza a través de cursos.
Además, ayuda a sus padres en las labores del campo.
“Vivo en casa de ellos, son el apoyo más fuerte, porque yo salgo de trabajar pero sé que mi hija está con mi familia, que no está sola. Tenemos que buscar ese sostén, cuando los esposos emigran. Sé que mi pequeña tendrá un abrazo, una palabra de aliento”, reconoce.
Janeth antepone el cuidado de su hija
La hermana de Janeth también emigró a Estados Unidos hace 10 años. Tampoco ha vuelto a verla. Uno de sus hermanos varones requiere tratamiento de diálisis. “Por eso –enfatiza– es cuando uno tiene que ser más fuerte y salir adelante de todos modos”.
-¿Ha pensado en emigrar y alcanzar a su esposo?
–Sí, pero no lo hago por mi hija.
“Al irme, ella quedaría sola, nada más con mis papás, pero no es lo mismo que ellos tengan que hacerse cargo, sobre todo porque se viene una etapa en la que ella necesita más atención, debido a que está entrando a la adolescencia”.
Janeth antepone a su hija y a continuar la batalla desde su pueblo natal. Afirma que no teme a una posible deportación de su esposo. Mientras tanto, sigue en espera del reencuentro familiar.
