Inclusión, concepto tipo cajón de sastre. No existe una definición universal y adquiere significado en el contexto que se utilice. En educación, se confunde inclusión educativa y educación inclusiva. Pero, la primera se refiere a política pública y la segunda a estrategia pedagógica.
Iris Young (2002) refiere: “La inclusión es un ideal ético que reconoce la dignidad inherente y la igualdad de derechos de todos los seres humanos, promoviendo su plena participación en todos los aspectos de la vida social”.
Desde la perspectiva de Ruth Levitas (2007) es el “proceso de mejora de las condiciones de participación en la sociedad, particularmente para las personas en desventaja, a través de la mejora de oportunidades, acceso a recursos, voz y respeto por los derechos.”
En psicología, Frederick Miller y Judith Katz (2002) lo consideran “un sentido de pertenencia: sentirse respetado, valorado por quien uno es, sentir un nivel de energía, de apoyo y compromiso de los demás que hace posible que uno tenga un mayor desempeño y que uno se sienta más confiado y seguro.”
La Unesco (2005) la define como el “proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación”.
Todos coinciden con la participación plena y equitativa, respeto y valoración de la diversidad, acceso igualitario a oportunidades y recursos, eliminación de barreras y exclusiones, adaptación del entorno o sistema a las necesidades diversas.
También es sentido de pertenencia y aceptación, reconocimiento de la dignidad y los derechos de todos, proceso continuo de mejora y cambio, enfoque en grupos tradicionalmente marginados o vulnerables, y beneficio mutuo para todos los miembros de la sociedad.
La exclusión desde la perspectiva sociológica
Muchos científicos sociales parten de la idea de que la sociedad es perfecta, armónica y que son las personas las que se excluyen. Durkheim utiliza el concepto de anomia. “La falta de normas sociales o la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos para lograr las metas de la sociedad”.
Para Spencer, la exclusión es resultado de la “supervivencia del más fuerte”. Parsons refiere que la exclusión se produce cuando las personas no cumplen las expectativas funcionales de la sociedad.
En otra línea de pensamiento, Bourdieu señala que la exclusión es resultado de la distribución desigual de las diferentes formas de capital. Por lo que la inclusión implica la redistribución de estas formas de capital y la transformación de las estructuras que perpetúan la desigualdad.
Giddens lo considera un proceso multidimensional sobre la falta de participación de las personas en los sistemas económicos, político sociales y culturales. En cambio, para Luhmann es la incapacidad de los individuos para participar en los sistemas funcionales de la sociedad (economía, política, educación, etc.). Y, Bauman se refiere a los residuos humanos o vidas desperdiciadas como resultado de la globalización y modernización de la sociedad actual.
Desde una mirada muy general, la exclusión abarca aspectos económicos, políticos, sociales y culturales. Es un fenómeno cambiante, la incapacidad de integrarse en los sistemas sociales, desigualdad estructural, ruptura o debilitamiento de vínculos con instituciones y redes sociales y falta de capital económico, social, cultural o tecnológico.
Se define en relación con las normas y expectativas sociales predominantes, por procesos de globalización y avances tecnológicos, por interacción de múltiples formas que se excluyen y, ausencia de respeto y valoración cultural o identitaria.
La exclusión como política pública.
Rene Lenoir es el primero en utilizar el concepto de excluidos (Les exclus: un Français sur dix). “A principios de la década de 1970, las tres categorías más visibles de personas excluidas eran los ancianos, los discapacitados y los socialmente inadaptados. Un grupo heterogéneo con jóvenes en dificultad, padres que no pueden mantener a sus familias, personas aisladas, suicidas, drogadictos, alcohólicos”.
En 1995, se celebra el encuentro: “La exclusión: definirla, para ponerle fin”. En él participan Michel Autés, Robert Castel, Monique Sassier, Richard Roche y Saul Karsz, quienes la abordan “en tanto categoría de las políticas públicas” que hasta ese momento los refieren como asociales (1950), inadaptados sociales (1960) discapacitados (1970), marginales (1980), pobres (1990) y excluidos (2000).
Autés asienta que “La exclusión es un nombre puesto a los infortunios de la época”. “Hay pobres, … que se le va a hacer, es triste y duro, pero no tiene remedio…”. “Hay personas que les ha fallado la suerte, viven una serie de … sucesos desgraciados,…”. “Es inevitable que en toda sociedad haya un sector de excluidos”.
La exclusión adopta conceptos como descalificación “proceso por el que la gente se vuelve… frágil: son los que han perdido su empleo, los que han padecido una ruptura familiar. Se han fragilizado en su relación con el trabajo, en sus lazos sociales y pasan a ser individuos en riesgo”.
La desinserción: “El individuo renuncia a volver a encontrar trabajo, siente que no es como los demás, que es alguien a quien le suceden cosas demasiado difíciles y entonces se refugia en los estatutos protegidos” y la desafiliación “se trata de inútiles en el mundo, con la característica de que se trata de personas que ya no son necesarias y cuya existencia, …la sociedad puede sostener”.
Inclusión e inclusión educativa
En los sistemas de educación, a partir de la Nueva Escuela Mexicana, se produce la confusión y se utilizan indistintamente inclusión educativa y educación inclusiva. Sin observar que la primera se refiere a la política pública y la segunda a la estrategia pedagógica.
La inclusión educativa y la educación inclusiva tienen su origen en los movimientos de derechos civiles en Estados Unidos de Norteamérica (1960). A los que se agregan el fin del apartheid en Sudáfrica (1994), la convención de los derechos de las personas con discapacidad (2006). El movimiento por los derechos LGBT+ y la iniciativa de la UNESCO de educación para todos.
Esto determina que los gobiernos implementen una variedad de acciones inclusivas. Entre otras: Leyes que prohíben la discriminación basada en raza, género, edad, discapacidad, orientación sexual, etc., en ámbitos como el empleo, la educación y el acceso a servicios.
Discriminación positiva: Establecimiento de cuotas mínimas para grupos subrepresentados en espacios educativos, laborales, representación política. Incentivos fiscales para empresas que contraten a personas de grupos vulnerables.
Reconocimiento oficial de lenguas minoritarias, educación bilingüe, servicios públicos en múltiples idiomas. Diseño de espacios públicos, transporte y tecnologías para ser accesibles a personas con diferentes capacidades.
Integración de estudiantes con necesidades especiales en aulas regulares, adaptación de currículos y formación de docentes en prácticas inclusivas. Ayudas económicas a familias de bajos ingresos, condicionadas a la participación en programas de salud y educación. Acercar a comunidades marginadas los servicios de salud y la capacitación de promotores de salud locales.
Estas estrategias reflejan un enfoque multidimensional de la inclusión, abordando aspectos económicos, sociales, culturales y políticos. La efectividad de estas medidas varía según el contexto y su implementación. A menudo se requiere una combinación de diferentes estrategias para lograr una inclusión significativa y sostenible.
¿A que se refieren los funcionarios públicos y los trabajadores académicos cuando hablan de inclusión educativa en la educación pública -inicial, preescolar, primaria, secundaria, preparatoria y universidad? ¡No tienen ni idea!