La semana pasada, en medios de comunicación se difundió que la directora de Educación Básica de la SEPE refirió que en lo que va de la actual administración de gobierno se han registrado un total de 37 casos de maltrato escolar en escuelas de nivel básico en Tlaxcala. Por otra parte, de 2021 a octubre de 2023, la Secretaría de Educación Pública del Estado contabilizó 69 casos de violencia escolar, hostigamiento y abuso sexual en escuelas de Tlaxcala. Respecto a estos casos, 13 maestros tlaxcaltecas han sido despedidos de su cargo por los actos cometidos. A estas situaciones, le sumamos la detención, en octubre de 2023, de un hombre adolescente que obligaba a prostituir a su compañera de clase.
Es evidente que al interior de las escuelas se presentan varias situaciones de violencia hacia las mujeres y hombres.
Xesús R. Jares afirma que “… la misión de construir sociedades convivenciales compete al conjunto de la sociedad, por lo que en modo alguno ni se puede delegar exclusivamente esta responsabilidad en el sistema educativo, aunque la tenga y sea muy grande, ni en las familias”. También nos dice que el tipo de convivencia dominante es el resultado de unas prácticas socioeconómicas, políticas, culturales y educativas decididas por los seres humanos. La convivencia dominante que vemos en nuestra sociedad tlaxcalteca es de violencia, intimidación, bullying, competencia por la superioridad, drogadicción, feminicidios, homicidios, colocación de mantas con mensajes de amenaza, suicidios, alcoholismo, violaciones y muchas más violencias que se han ido presentando, ciertamente, no nacen de la nada, son resultado de las prácticas humanas, es decir, de decisiones que se toman y ejecutan colectivamente.
Pero, Xesús no nos plantea una responsabilidad individual, lo enlaza a cinco factores fundamentales que conforman la actual situación de la convivencia de la sociedad:
1) El sistema económico–social. 2) El menoscabo del respeto y los valores básicos de convivencia. 3) La mayor complejidad y heterogeneidad social. 4) Pérdida de liderazgo educativo de los sistemas tradicionales de educación, la familia y el sistema educativo. 5) La mayor aparición y visibilidad de la violencia.
Implementar la pedagogía de la convivencia es una tarea de todos y todas, “es una invitación al diálogo, a la reflexión crítica y a la intervención global sobre un tema esencial para nuestro modelo educativo y social…”. Para el caso de las escuelas, Xesús sugiere que los y las maestras tengan elementos sobre varios temas, entre ellos está la diferencia entre violencia y la agresividad, la aceptación sobre la adversidad y la resolución positiva de conflictos, hablando de esta última, implica que el profesorado aprenda–enseñe “habilidades emocionales, sociales y cognitivas que permitan a los alumnos gestionar conflictos de manera constructiva. Por otra parte, estamos hablando de fomentar la empatía, la escucha activa y la toma de decisiones éticas”. Según Marrero et al. (2018), esta capacidad (resolución de conflictos) está estrechamente relacionada con las habilidades socioemocionales, las cuales incluyen la comunicación adecuada, el autocontrol y la autoconfianza.
Esta capacidad de resolución de conflictos, como parte de la pedagogía de la convivencia, podrían prevenir el ejercicio de varias formas de violencia que ejercen los hombres hacia las mujeres y hacia otros hombres que consideren inferiores, si los hombres aprendieran que su éxito no se basa en cuántas relaciones sexuales tienen, cuánto dinero deben tener para considerárseles importantes, tomar alcohol sin control, gastarse el dinero para las necesidades básicas de su familia, es decir, basar su éxito de ser hombres por el cumplimiento de los estereotipos y roles establecidos por el sistema patriarcal. Es necesario que los hombres aprendan a ponerse en el lugar de la otra persona y decidir crítica y conscientemente qué es lo que más favorece al bienestar de ellos y de las otras personas.
La pedagogía de la convivencia puede ser una oportunidad de mejorar las relaciones en la comunidad escolar, pero es importante ser asumida como un proceso escolar dirigido a hombres y mujeres, de acuerdo con su género y edad. Este proceso implica la formación de maestros y maestras, y la creación de protocolos de reacción ante situaciones que ameriten la participación de instituciones gubernamentales ante posibles riesgo o casos de violencia.