Domingo, febrero 16, 2025

Futuro paralelo

A cinco meses de que termine –si es que termina– el mandato del actual presidente, y mientras su candidata presidencial se encuentra en campaña política, los datos que develan la situación en materia de inseguridad, homicidios, feminicidios, desaparición y desaparición forzada son un problema cada vez más difícil de ocultar, silenciar o maquillar. La realidad supera la intención de cualquier narrador de verdades oficiales, incluso, ni sus antecesores, por más que se enforzaron, lo lograron.

Ante la atroz realidad que vivimos desde hace ya tres sexenios incluido los años del actual gobierno, este de la llamada Cuarta Transformación. Desde hace seis años de cambio, múltiples estadísticas indican que las violencias han llegado a límites insospechados y que, incluso, en este periodo de gobierno se ha vencido un “récord” superior a los de sus antecesores.

La molestia de una crisis estructural se asomó nuevamente en el momento menos adecuado, el presidente no tuvo otra opción que reconocer la latente aniquilación humana que ha imperado durante su sexenio, aunque la respuesta, como era de esperarse, radicó en culpar el pasado de nuevo, a nada de concluir su sexenio, el pasado sigue siendo un lastre que nos impide sonreír, ser felices, darnos más abrazos y recriminar los balazos.

Es sintomático que, a este presidente, el pasado le haya servido para convertirse en una ejemplar víctima, la víctima más grande de todas las víctimas que el país tiene. La fractura estructural que el país padece también le impidió actuar, tomar decisiones e igual que sus antecesores, sólo se dedicó a dejar de escuchar, dejar de ver y, sobre todo, dejar pasar. El martirologio mañanero no fue suficiente para esquivar la realidad.

Desde la gran tribuna, siempre al presidente le ha resultado fácil construir una realidad alterna, un espectáculo mediático sin parangón, el cual está llegando a su decadencia. Como ejemplo, es digno de recordar el pasado día del niño, el presidente, al estilo del conductor de televisión, Raúl Velasco, presentó la actuación del grupo de música infantil llamado Los Patita de Perro, el gabinete de seguridad del país estaba ahí sentado escuchando el concierto improvisado, justo cuando más de 84 personas eran ajusticiades a lo largo y ancho del país.

Esas narrativas insulsas y falaces podrían parecer contradictorias, como la anunciada por el mandatario ante los desalentadores datos sobre las violencias, de las cuales sólo tuvo a bien decir: “diría primero, no hay más violencia, hay más homicidios”. ¿Los homicidios no son parte de la violencia?

Estas palabras podrían semejar un rasgo esquizoide del presidente, una evidencia de la pérdida de juicio de un adulto mayor que poco a poco se va de su realidad, pero, asegurar eso, es estar fuera de la realidad. La capacidad de montar espectáculos del presidente está lejos de cualquier anomalía mental, hay mucho cálculo y oficio político detrás de sus palabras o dichos.

Los efectos de esa aparente distorsión y confusión del lenguaje y de sentido tenían una pedagogía muy clara para su partido y allegados, particularmente para su candidata a la presidencia, la cual, más temprano que tarde, había replicado, a su manera, lo dicho por el mandatario. Ante las muestras estadísticas, ella también sentenció que definitivamente “han bajado los delitos de alto impacto”.

Sin duda alguna, la realidad paralela del mandatario y la candidata, aseguran que está funcionado la política de “los abrazos y no balazos”, los apoyos, las becas, eso que, desde un principio la Cuarta Transformación dijo era el germen de las violencias. De esos discursos aparentemente esquizoides se puede traducir como algo positivo, pues el pueblo bueno y sabio ya se apaciguó, la propuesta de la Cuarta Transformación ha dado resultados, el pueblo ha dejado de delinquir, de robar, secuestrar, está encontrando el camino del bienestar sin perjudicar al prójimo, por ello los delitos de bajo impacto se han reducido, los homicidios son parte de la guerra del pueblo adverso, de esos criminales malos por naturaleza, esos que siempre se están peleando por plazas, desnaturalizados que han hecho de la violencia su modo de vida. Esos no son el pueblo sabio, ellos no son el pueblo bueno.

Esas realidades paralelas evidencian que, ante la misma catástrofe de hace tres sexenios, habrá continuidad: dejar a los militares donde están laborando plácidamente, mientras los ejércitos paralelos, esos que protege el mismo Estado, sigan ordenando, a través de las violencias despiadadas la administración del territorio, la población y las múltiples ganancias económicas que ello genera, siempre y cuando no permitan que nada ni nadie se mueva en sus regiones contra el gobierno en turno. Al final del día, en estos discursos, esos actores no son parte de los delitos del fuero común, sino una anomalía estructural que es imposible detener, una falla estructural que a todos nos convierte en víctimas, al igual que el presidente y su candidata.

La lógica es algo parecido al argumento: que se maten entre ellos, esos criminales que no son parte del pueblo que ha entendido vivir en paz con el prójimo.

En lo inmediato, los discursos del presidente y su candidata dibujan un futuro paralelo en el que la lógica de “los abrazos y no balazos” serán la prioridad como política de seguridad, siendo eso lo que realmente signifique.

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