Cuauhtémoc Arturo Juárez Pérez
Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) como la diabetes mellitus, sobrepeso y obesidad, la hipertensión arterial, así como el incremento del colesterol y los triglicéridos, han aumentado en nuestro país, especialmente entre las comunidades más desfavorecidas. Además, estas enfermedades pueden desembocar en otras como la renal crónica, los infartos al miocardio y accidentes vasculares cerebrales.
A pesar de conocerse formas para prevenirlas, diagnosticarlas y brindar tratamiento para controlarlas y evitar complicaciones mayores, discapacidades y muertes prematuras, pueden aumentar su gravedad pues es posible que se presenten de manera simultánea dos o más de estos estados patológicos. Sumado a lo anterior, nuestras poblaciones se ven expuestas a compuestos tóxicos en sus trabajos y/o en las colonias donde viven dada la contaminación en suelos, aire, aguas y alimentos; por esta razón, territorios como el de la Cuenca del Alto Atoyac han sido caracterizadas como regiones de emergencia sanitaria y ambiental. En Tlaxcala, por ejemplo, muchas artesanas y artesanos presentan simultáneamente estas enfermedades con factores que incrementan el riesgo de discapacidad y muerte prematura.
En la búsqueda de establecer biomarcadores para el diagnóstico precoz de la enfermedad renal crónica, a través de un proyecto financiado por Conahcyt, dadas las condiciones de vida y salud–enfermedad de artesanas y artesanos de La Trinidad Tenexyecac, Españita, San Salvador Tzompantepec, San Pablo del Monte y otras comunidades tlaxcaltecas, encontramos presencia de ECNT en porcentajes cercanos a los nacionales. Así, respectivamente, encontramos: Enfermedad renal crónica con 6.7 por ciento en las comunidades contra 12.2 por ciento nacional; diabetes mellitus, 9.8 contra 10.3 porciento; obesidad, 32 contra 36 por ciento; hipertensión arterial, 11.5 contra 18.4 por ciento y en un porcentaje más alto el Sobrepeso, con 43 contra 39 por ciento nacional.
En los resultados de los estudios de laboratorio, se encontró un 36 por ciento con hiperglicemia (>100 mg/dL), 23 por ciento con el colesterol incrementado (>200 mg/dL), 52 por ciento con aumento de triglicéridos (>150 mg/dL) y 34 por ciento de incremento del índice aterogénico (>4.5). Y considerando a las personas que saben que están enfermas, entre los diabéticos sólo un 5 por ciento de ellas tuvo un buen control y el 30 por ciento de quienes no se saben diabéticas presentó más de 100 mg/dL de glucosa; un 37.5 por ciento de las hipertensas tuvo un buen control y 20 por ciento de quienes no se saben hipertensas, presentó más de 130 mm Hg.
Con respecto a la concentración de plomo en sangre encontrada en las comunidades, en quienes producen utensilios de barro vidriados con plomo fue de 36.3 mcg/dL, entre las y los productores de talavera de 20.3 mcg/dL, entre quienes producen alfarería sin plomo 10.7 mcg/dL y en otros artesanos no alfareros de 11.9 mcg/dL. Esas concentraciones son altas y peligrosas, pues ahora se sabe que no hay nivel de plomo en sangre seguro y que, más bien, su presencia favorece la aparición de problemas cardiovasculares, neuropsicológicos, reproductivos, respiratorios, hepáticos, gastrointestinales, endócrinos, pulmonares y enfermedad renal crónica, entre otros.
Aunque el incremento de ECNT se puede explicar también por antecedentes genéticos, modificaciones en las dietas, falta de ejercicio, envejecimiento y condiciones precarias de vida en la mayoría de la población, hay también evidencia de que los agentes tóxicos ocupacionales y ambientales (metales pesados, plaguicidas, solventes, etc.) pueden contribuir al rápido aumento de estas enfermedades crónicas. Por esto urge brindar atención integral a las poblaciones que presentan ECNT, que no están en condiciones para llevar un buen control de ellas porque se ven expuestas a tóxicos en sus trabajos y en los entornos comunitarios de la Cuenca del Alto Atoyac.
Pero también urge terminar con la contaminación provocada por las industrias en Tlaxcala y Puebla, vigilar la salud de las y los trabajadores –tanto en las empresas afiliadas a la seguridad social como a las personas no aseguradas, como es el caso de las artesanas y artesanos de Tlaxcala y del país–, implementar políticas públicas y normatividad para eliminar la comida y bebidas chatarra. Además, se debe contar con personal multidisciplinario, capacitado y con vocación, con infraestructura adecuada para el monitoreo biológico y ambiental de los agentes tóxicos. Para el caso de la alfarería, esto sólo será posible con la participación de las comunidades que logren apoyo financiero y técnico para sustituir el plomo del vidriado de sus cerámicas, con esmaltes que no contengan ese elemento tóxico.
Se ha mostrado que se puede preservar esta tradición sin que las y los productores dañen su salud ni la de los usuarios. Ya hay algunos avances en esto, pero todavía son insuficientes.
*Investigador de la Unidad de Investigación de Salud en el Trabajo del IMSS.