“Los maestros empezaron a inconformarse por no estar de acuerdo con los aumentos salariales que en ese entonces negociaba el Comité Ejecutivo Nacional del SNTE. Yo era dirigente de la sección 31, su secretario general y surgió la inconformidad”.
Estas palabras me las confió Joel Molina hace exactamente cinco años, durante una entrevista.
Yo realizaba entonces la preproducción de un proyecto sobre el Movimiento de Bases Magisteriales, luego de varias charlas que tuve con el ex gobernador y ahora senador de la República, José Antonio Álvarez Lima.
Esa “revuelta cívica” de los profesores formó parte de un movimiento más amplio, que sacudió parte de los años ochenta y noventa, y cristalizó en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
En su momento, la CNTE llegó a representar una amenaza para el statu quo encarnado por el SNTE, el más grande de Latinoamérica y también uno de los más corruptos, si no es que el más venal de todos los organismos gremiales.
Joel Molina jugó un papel fundamental en la gestación de ese movimiento, todavía en la década de los ochenta. De hecho, la cita con la que inicia este artículo evoca un evento previo, ocurrido entre 1989 y 1990.
Con el paso del tiempo, Molina fue deslizando su postura.
“Cuando me di cuenta, la misma estructura de mi comité en las delegaciones de secundarias, de primarias, toda la educación básica los siguió. Hubo un momento en que me di cuenta que me quedaba solo con mi comité. Tuve que abanderar el movimiento, porque me di cuenta que iba a ser rebasado contra la decisión vertical del Comité Ejecutivo Nacional”.
Fue así como germinó el Movimiento de Bases Magisteriales, que tendría su periodo de apogeo justamente bajo el sexenio de Álvarez Lima, quien estuvo a punto de caer, pero logró conciliar con los inconformes, atendiendo los reclamos que le hicieron los docentes; en medio, se dio una desgastante lucha con Elba Esther Gordillo, que para entonces ya se había hecho con el control del SNTE
Pero antes de esos acuerdos, que sí dejaron damnificados, como César Bécker, entonces secretario de Educación Pública del Estado, en Tlaxcala se vieron las más grandes movilizaciones hasta entonces organizadas. Miles de profesores marcharon y acamparon en el zócalo de Tlaxcala.
Nunca más se ha vuelto a ver un movimiento de tal naturaleza. Y ahí estuvo presente Joel Molina, quien luego pasaría a la SEPE, siempre ocupando el ala izquierda del espectro ideológico.
Sirva este texto para evocar su memoria y recodar parte de su legado.