En Nanacamilpa, el turismo ha dejado de ser solo una actividad estacional centrada en el avistamiento de luciérnagas, en virtud de que iniciativas, como las de Rancho Buenavista, diversifican las opciones turísticas, apostando por un modelo regenerativo y comunitario. Este enfoque no solo busca preservar el ecosistema local, sino también generar un impacto positivo en la comunidad, ofreciendo experiencias sostenibles que incluyen reforestación y actividades sensoriales en el bosque, todo mientras fomenta el desarrollo económico y social de las familias de la región.
El Rancho Buenavista ha evolucionado desde su fundación en 1892 hasta convertirse en un referente de turismo regenerativo y comunitario. A lo largo de su historia, ha pasado por diversas etapas productivas, desde la fabricación de pulque hasta la agricultura y, finalmente, la conservación forestal. Hoy en día, el rancho no solo ofrece experiencias turísticas sostenibles, sino que también impulsa la preservación del ecosistema y el desarrollo económico de la comunidad.
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Desde 2002, inició un proceso de reconversión, abandonando la agricultura convencional para enfocarse en la reforestación y la preservación de los bosques. Actualmente, cuenta con más de 70 mil árboles adultos y continúa expandiendo sus áreas verdes. “Nos dimos cuenta de que el futuro no estaba en los granos, sino en la regeneración de las tierras para generar bienestar”, explica Alberto Pérez Bolde Martínez, director operativo del rancho y director de Turismo de Nanacamilpa.
La conservación no solo se centra en los árboles, sino también en la fauna local. La regeneración forestal ha permitido la proliferación de especies en peligro de extinción, ofreciendo un refugio natural para ellas. Esta filosofía de turismo regenerativo busca no solo minimizar el impacto ambiental, sino mejorar activamente el entorno.
A diferencia del turismo masivo, en este espacio se promueve un modelo en el que la comunidad es protagonista. Sus programas de empleo temporal benefician a familias locales, permitiéndoles generar ingresos extra en temporadas clave. “El turismo comunitario ayuda a que las familias solventen gastos importantes como el regreso a clases”, menciona Pérez Bolde.
El rancho también implementa un programa educativo donde jóvenes mayores de 18 años pueden trabajar como guías, siempre y cuando mantengan un promedio escolar mínimo de 8. Gracias a esta iniciativa, varios jóvenes han logrado graduarse como licenciados e ingenieros. “Es un círculo virtuoso: los jóvenes trabajan, aprenden y después regresan como profesionales a compartir sus conocimientos”, afirma el director operativo.
El Rancho Buenavista cuenta con certificaciones como Punto Limpio y Safe Travels, que garantizan el uso de productos biodegradables y un manejo responsable de residuos. Además, han implementado un sistema de captación y tratamiento de aguas residuales para evitar la contaminación de mantos freáticos.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan es la prevención de incendios forestales. “Tenemos vigilancia permanente y un equipo listo para actuar en caso de emergencia. La prevención es clave para proteger este ecosistema”, destacó Pérez Bolde.
El rancho se encuentra en la ruta del avistamiento de luciérnagas, un espacio que atrae a miles de turistas cada año. Sin embargo, su enfoque es garantizar que la actividad no altere el equilibrio del ecosistema. “Tenemos un área donde no permitimos actividad turística para que la luciérnaga se regenere naturalmente”, explica.
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Además, han implementado medidas para reducir la contaminación lumínica, como pedir a los visitantes que apaguen las luces durante ciertas horas de la noche. “La mancha urbana de la Ciudad de México afecta el comportamiento de las luciérnagas. Por eso, buscamos generar conciencia sobre el impacto de la luz artificial”, agregó.
Más allá del avistamiento de luciérnagas, el rancho ofrece experiencias sensoriales en el bosque, donde los visitantes pueden conectar con la naturaleza a través de recorridos guiados, talleres y gastronomía local. “Queremos que la gente experimente el bosque de una manera más profunda, no solo como espectadores, sino como parte del ecosistema”, concluye Pérez Bolde.