Jueves, mayo 22, 2025

En la vastedad del altiplano central

En la vastedad del altiplano central, en un tiempo donde los ecos de la migración y la guerra moldean el destino de los pueblos, se gesta la fundación de Tlaxcala. A través de las palabras de Diego Muñoz Camargo en su Historia de Tlaxcala, podemos reconstruir este relato de resistencia, organización y legado.

Los primeros habitantes en asentarse en la región son los olmecas y xicalancas, quienes llegan tras cruzar grandes montañas y ríos en busca de un lugar propicio para establecerse. En su recorrido, pasan por Tochimilco, Atlixco, Calpan y Huexotzinco, hasta hallar un sitio adecuado en la región donde hoy se encuentra Tlaxcala.

Se establecen en las cercanías de Santa María de la Natividad, Huapalcalco y otros puntos clave. Ahí construyen fortificaciones impresionantes, cuyos restos, según Muñoz Camargo, aún pueden verse en la actualidad. Sus edificaciones, con muros de piedra, albarradas y fosas, reflejan una organización militar avanzada.

Fortaleza natural

El cerro donde se asientan está rodeado de barreras defensivas y sirve como una fortaleza natural, lo que evidencia la importancia de la seguridad en su proceso de establecimiento. Estas construcciones no solo sirven para la defensa, sino también como centros administrativos y religiosos, donde los pobladores rinden culto a sus deidades y organizan sus sistemas de producción y comercio.

Además de su destreza en la arquitectura y defensa, los olmecas y xicalancas también destacan en la agricultura y el comercio. Cultivan maíz, frijol, chile y otras hortalizas, utilizan técnicas de irrigación y terrazas en las laderas de los cerros. Su comercio se extiende más allá de la región, intercambian productos con otras comunidades mesoamericanas. Su cultura, rica en simbolismo y tradiciones, sienta las bases para la sociedad que más tarde se convierte en Tlaxcala.

Además de las actividades económicas, las expresiones artísticas y ceremoniales juegan un papel crucial en su sociedad. Se cree que realizan danzas rituales, acompañadas de música y representaciones pictóricas en muros y cerámicas. Estas manifestaciones no solo son un medio de expresión espiritual, sino también una forma de transmitir conocimientos y reforzar la identidad colectiva del pueblo.

El arribo de los chichimecas

Tras un largo peregrinaje desde las legendarias Siete Cuevas, los chichimecas llegan con ejércitos bien formados, buscan tierras fértiles y seguras. Se trata de un pueblo guerrero, experto en la caza y el uso del arco y la flecha. Su llegada marca un cambio fundamental en la región, ya que imponen su dominio y se fusionan con las culturas preexistentes.

Estos grupos migrantes se asientan temporalmente en las llanuras de San Felipe y otras regiones cercanas. Desde allí, inician conflictos con los pueblos vecinos, incluidos los poderosos tepanecas y culhuas de la cuenca de México. Sus enfrentamientos son cruentos, como la batalla de Poyauhtlan, donde la sangre de los guerreros chichimecas y mexicas tiñe las aguas de la laguna, dejando una memoria imborrable en la tradición oral. Estos combates no solo demuestran su ferocidad, sino también su capacidad de estrategia y organización militar, lo que los consolida como un grupo dominante en la región.

A diferencia de otros pueblos que sucumben ante el avance mexica, los chichimecas logran consolidar su presencia gracias a su ferocidad y capacidad de adaptación. Su dominio se extiende por diversas regiones, absorbiendo elementos culturales y sociales de los pueblos preexistentes. Esta capacidad de fusión y adaptación los dota de una identidad única, que más tarde se refleja en la organización política y social de Tlaxcala.

La resistencia y el legado de Tlaxcala

Durante siglos, Tlaxcala resiste las incursiones mexicas, lo que le permite conservar su identidad y tradiciones. Sin embargo, su decisión de aliarse con Hernán Cortés en 1519 es un punto de inflexión en su historia. Gracias a su apoyo, la derrota de México-Tenochtitlán es posible, lo que asegura a Tlaxcala privilegios y autonomía dentro del sistema colonial español.

El legado de la fundación de Tlaxcala pervive hasta nuestros días. Su historia es un testimonio de la capacidad de los pueblos originarios para adaptarse, resistir y construir sociedades complejas en un mundo en constante cambio. A través de los relatos de Muñoz Camargo, es posible comprender mejor la importancia de Tlaxcala como un enclave político y cultural fundamental en la historia de México.

Actualmente, Tlaxcala sigue siendo un referente histórico y cultural, con una herencia viva que se manifiesta en sus festividades, arquitectura y tradiciones. La gastronomía tlaxcalteca, rica en ingredientes prehispánicos, sigue siendo un vínculo entre el pasado y el presente. Platillos como el mixiote, los tamales de anís y el atole de maíz evocan los sabores ancestrales que han perdurado a través del tiempo.

Su patrimonio arquitectónico, con vestigios arqueológicos y edificaciones coloniales, recuerda la historia de un pueblo que supo resistir y evolucionar sin perder su esencia. Los museos y sitios históricos permiten a visitantes y habitantes explorar su pasado, reafirmando la importancia de Tlaxcala en la conformación del país.

A medida que nuevas generaciones redescubren su historia, Tlaxcala se reafirma como un pilar fundamental en la identidad mexicana. Su legado sigue inspirando a quienes buscan comprender la riqueza de la cultura mesoamericana y la resistencia de los pueblos originarios.

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