El símbolo de una resistencia olvidada. En 2025, Tlaxcala conmemora 500 años de su fundación colonial, pero detrás de esta celebración yace una figura que encarna la resistencia india: Xicoténcatl el Mozo.
Su historia, marcada por la valentía y la tragedia, se convierte en emblema de identidad para los tlaxcaltecas, aunque pocos conocen los detalles de su vida.
En apenas dos años, desde la llegada de los españoles en 1519 hasta su muerte en 1521, este guerrero pasa de ser un líder militar a un traidor ahorcado, según la versión oficial. ¿Pero? ¿Quién es realmente Xicoténcatl?
Tlaxcala es una república guerrera que resiste por décadas los embates del Imperio Mexica. Su sociedad se estructura por cuatro señoríos principales. El linaje de los Xicoténcatl es uno de los más prominentes. La llegada de los españoles en 1519 pone a prueba la fuerza militar tlaxcalteca, pero sobre todo su cohesión política. Mientras muchos ven en Hernán Cortés un aliado contra su ancestral enemigo, Xicoténcatl el Mozo percibe, desde el principio, el peligro que representan los extranjeros.
Este texto trata de reconstruir su vida, desde la infancia en la nobleza tlaxcalteca hasta su enfrentamiento con los conquistadores. No es un héroe perfecto, sino un hombre de carne y hueso: astuto, orgulloso y, al final, traicionado por su propio pueblo.
Infancia y educación en el Calmécac
Xicoténcatl nace en el seno de la nobleza tlaxcalteca, una casta privilegiada pero sometida a rigurosas exigencias. Su familia pertenece al señorío de Tizatlán, uno de los cuatro que conforman la república de Tlaxcala. Desde pequeño, su vida está marcada por el destino dual de su linaje: gobernar o morir en batalla.
A los seis años, ingresa al Calmécac, la escuela de las élites, donde los tlamatinime (sabios) lo instruyen en escritura, astronomía, estrategia militar y el arte de gobernar. La educación en el Calmécac es rigurosa y ascética. Los estudiantes deben madrugar para bañarse en aguas frías, practicar el autosacrificio y someterse a largas jornadas de estudio. Xicoténcatl destaca rápidamente por su disciplina y capacidad de liderazgo.
Entre los muros de aquel recinto, aprende que un verdadero guerrero no solo debe ser fuerte, sino también sabio. Los huehuetlatolli (discursos de los ancianos) le enseñan que su deber es proteger a Tlaxcala, no solo de los mexicas, sino de cualquier amenaza. Estos discursos, transmitidos de generación en generación, enfatizan valores como el coraje, la prudencia y el servicio a la comunidad.
A los 14 años, cuando la mayoría de los niños tlaxcaltecas comienzan su entrenamiento militar básico, Xicoténcatl ya había completado su formación intelectual y estaba listo para el campo de batalla. Su transición de estudiante a guerrero no es abrupta, sino un proceso natural para alguien de su linaje.
Un guerrero fuera de lo común
Bernal Díaz del Castillo lo describe así: “Era este Xicotenga alto de cuerpo y de grande espalda y bien hecho, y la cara tenía larga y como hoyosa y robusta; y era de hasta treinta y cinco años, y en el parecer mostraba en su persona gravedad”.
Esta complexión no es casual. En una sociedad donde la guerra es un ritual sagrado, los guerreros tlaxcaltecas se entrenan para capturar, no para matar, pues los prisioneros son sacrificados a los dioses. La espalda ancha de Xicoténcatl es producto de años de entrenamiento con el macahuitl (espada de madera con filos de obsidiana) y de cargar pesados escudos. Su estatura, superior al promedio de los tlaxcaltecas de la época, lo hace destacar en cualquier reunión.
Pero lo que realmente lo distingue es su mirada penetrante y su voz grave, que imponen autoridad incluso entre los suyos. Los cronistas españoles mencionan que su sola presencia inspira respeto, y que cuando habla en los consejos de guerra, todos guardan silencio. Su rostro, marcado por las cicatrices de batallas pasadas, cuenta la historia de un hombre que enfrenta la muerte en múltiples ocasiones.
La vestimenta de Xicoténcatl también refleja su estatus. Como capitán general, porta una tilma (manta) finamente bordada y adornos de oro que denotan su rango. Sin embargo, en el campo de batalla prefiere la funcionalidad sobre la ostentación, viste armaduras ligeras de algodón endurecido que le permiten moverse con agilidad.
Ascenso como guerrero y capitán
A los 16 años, Xicoténcatl se une al ejército del señorío de Tizatlán, donde rápidamente asciende por su habilidad en combate y su astucia táctica. Su primera gran prueba llega durante una escaramuza contra las fuerzas de Moctezuma, donde logra capturar a tres guerreros mexicas sin derramar sangre innecesaria. Esta hazaña llama la atención de los ancianos del consejo, quienes comienzan a considerarlo para puestos de mayor responsabilidad.
No solo depende de su fuerza física; su formación en el Calmécac le permite anticipar movimientos enemigos y motivar a sus tropas con discursos elocuentes. A diferencia de otros capitanes que lideran desde la retaguardia, Xicoténcatl combate en primera línea, comparte los riesgos con sus hombres. Esta actitud le gana la lealtad inquebrantable de sus guerreros.
En dos décadas, se convierte en el capitán general de los ejércitos tlaxcaltecas, un título que lo pone al frente de la resistencia contra el Imperio Mexica. Bajo su mando, Tlaxcala mantiene su independencia frente a los ataques de Moctezuma, pero su mayor prueba llega en 1519, con la aparición de unos barbados y armados con “cañas que escupen fuego”.
Oposición a los españoles
Xicoténcatl es el único líder tlaxcalteca que se opone abiertamente a la alianza con los españoles. Cuando Cortés y sus hombres llegan a las puertas de Tlaxcala, él argumenta en el consejo de guerra: “Estos extranjeros no vienen como amigos. Sus armas son desconocidas, sus intenciones oscuras. Si los dejamos entrar, seremos nosotros los siguientes en caer”.
Durante semanas, lidera una feroz resistencia. Sus tácticas de guerrilla causan bajas significativas a los españoles, pero la superioridad tecnológica de estos (caballos, armaduras de metal y arcabuces) inclina la balanza. Lo que realmente sella su destino es la decisión de los otros señores tlaxcaltecas de pactar con Cortés.
El momento más dramático llega cuando, obligado a rendirse, Xicoténcatl pronuncia ante Cortés unas palabras que revelan su dolor: “Trátanos como a tuyos, pues te entregamos nuestras personas, casas, hijos y mujeres”. Según testigos, sus ojos brillan de lágrimas mientras habla, algo inconcebible para un guerrero de su estatura.
Su muerte —ahorcado como traidor por órdenes de Cortés— es la más indigna para un guerrero tlaxcalteca. Sin embargo, su legado perdura. Hoy, Tlaxcala lleva su nombre no por sumiso, sino porque, en el fondo, prefirió morir luchando.
Lo cierto es que, 500 años después, la figura de Xicoténcatl el Mozo sigue provocando debates. En un mundo donde las narrativas históricas suelen simplificarse, su historia nos recuerda que el pasado es tan complejo como el presente.