Martes, junio 17, 2025

El silencio incendia la gobernabilidad

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En Tlaxcala arden los bosques, se enardecen los ánimos y la violencia hace lo que quiere. El fuego consume hectáreas en Atltzayanca, Chiautempan, Teolocholco, Ixtacuixtla y otros municipios, donde los árboles y los animales silvestres se calcinan sin que la autoridad aparezca. Pero más grave aún: cae también el discurso, se derrumba la comunicación política y, con ello, la ya de por sí endeble gobernabilidad.

La política es, entre otros aspectos, una batalla narrativa y quien renuncia a comunicar se rinde sin pelear. En medio de linchamientos, cuerpos desmembrados y calcinados, así como incendios, inseguridad y desconcierto social, se ha optado por una estrategia comunicacional que podría resumirse en una sola palabra: ausencia.

No hay narrativa gubernamental articulada, no hay presencia institucional en momentos críticos y en la crisis no se puede improvisar. Se requiere método, estructura, liderazgo visible. Nada de eso se vio la semana pasada ante nuevos linchamientos, asesinados y, sobre todo, ante los desastres forestales.

Las tragedias recientes han sido respondidas con boletines extemporáneos, comunicados genéricos y redes sociales fantasmas, mientras los ciudadanos lidian solos con esa realidad sin Estado y con todo ello, la percepción de abandono institucional puede ser tan grave como el hecho mismo. Lo simbólico pesa. Y hoy, en Tlaxcala, lo simbólico arde: la ausencia del poder se interpreta como incapacidad.

Los estrategas gubernamentales, encabezados por el secretario y cuasi notario, no entienden que en la era digital, el silencio se convierte en ruido. Hoy, ese ruido es el rumor, la especulación, la narrativa ciudadana desbordada por la falta de conducción institucional. En un mundo hiperconectado, quien calla, pierde. Y quien no comunica, deja que otros escriban su historia, y lo que ocurrió en Atltzayanca es el más claro ejemplo de ello, pero por desgracia, ese no es un hecho aislado, sino la constante de este gobierno.

La administración estatal, a casi dos años de vivir el proceso de sucesión, debe aprender ya que la gobernabilidad no se ejerce solo con decretos, con la compra de conciencias, cooptación de poderes, ni con programas sociales; se construye a diario con comunicación, con presencia, con narrativa y con hechos. En Tlaxcala, hoy, la narrativa oficial es una página en blanco. Como bien se dijo alguna vez, en política, quien domina la comunicación, domina el poder, pero éste se está perdiendo y no por fuego, sino por silencio.

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